Un refugio en la cuchilla

Texto y fotos: Marco Rivero

A pocos —muy pocos— kilómetros de Guichón, por el “camino de arriba” hacia Piñera e ingresando por un camino vecinal, se llega a Cautiva del Arazá, más que una casa, un refugio, que lo empezó siendo para ellos mismos, un refugio en momentos en que la pandemia cesó toda la actividad turística a la que se dedican en Guichón y la zona, fue al proyecto que se dedicaron en ese tiempo. Luego, cuando pudieron retomar las tareas con turistas, le asignaron el propósito con el que se concibió, ser un lugar para alojar temporalmente a quienes llegan a la zona para hacer los diferentes circuitos que proponen.

Allí mismo, donde está el refugio, en un predio de varias hectáreas, hay suficientes atractivos como para dedicar una tarde, o más a recorrer. Pasar la noche allí a solas, sin apenas luz eléctrica, por ejemplo, y combinarla con la oportunidad de apreciar el cielo nocturno en una noche que además fue ideal para ello.

Cuando todo queda quieto solo se escucha el viento pasando sobre la cuchilla. Fue una gran experiencia, que mejoró todavía cuando, al otro día, llegó el prometido desayuno con dulces, quesos, tostadas, café, bollos —y de los grandes—, antes de salir a dar esa recorrida, nutrida por las infinitas anécdotas de la zona, que Carlos y Carola conocen tan bien.

Cantera

“La hipótesis es que se usó la piedra para el ferrocarril. En 1890 se inaugura el tramo que va de Paso de los Toros a Salto, que pasa por Paysandú, y aparentemente la textura de la piedra es la misma que está en las cabeceras de los puentes. Aparentemente es esa piedra que se utilizó”, indicó Urruty a modo de introducción, cuando apenas llegábamos al lugar. “Teodoro Pedro Luis Guichón en la década de 1850 ya aparece en la zona del Queguay, en el Paso Andrés Pérez, luego se va a la zona de Pandule y después recién termina comprando el campo. Todos estos probablemente hayan sido campos suyos”, prosigue relatando el guía y profesor jubilado.

“Si él negocia la posibilidad de una parada de tren en la vía férrea que le pasa por sus campos, es probable que hayan observado esto, buscado piedras adecuadas para eso. Estamos a tres kilómetros y medio, cuatro, de la vía. O sea, es muy accesible por arriba de la cuchilla llegar a este material”, dedujo. Es una teoría. Lo indiscutible es que en las paredes, dentro de la casa, se pueden ver las perforaciones que se hicieron en la piedra para colocar explosivos y extraer el material.

“Yo después traje piedra del Queguay, también usamos piedra de acá. Ya había como un descanso, continuamos la pared hacia arriba y armamos toda esta estructura aprovechando el terreno, como un refugio”, explicó.

Urruty hace notar que los restos grandes de piedra que permanecieron en el campo aparentan ser muy porosos, con imperfecciones, y seguramente por ello hayan sido descartados para el propósito que se buscaba. “En toda la vuelta se ve mucha lasca, o sea que se ve que trabajó gente. Encontramos picos de botellas, cosas así, que probablemente sean de esa época y del uso normal de esa gente, que estaría establecida”, redondeó.

Refugio

Dentro del esquema de funcionamiento de los Guías de Guichón, Carolina Valdomir ha sido quien ha desarrollado más la parte de senderismo, las caminatas. “La idea es que tenga esa función, de lugar de parada o de partida para esos circuitos, y después se alquila para gente que quiera utilizarlo con ese propósito. Es un refugio, rústico. La luz es solar, el agua es con captador de agua de lluvia, agua potable traemos. Tiene un baño seco, con un sistema ecológico de saneamiento”, repasó Urruty. “Está pensado para la mayor captación de luz solar en el invierno, y al revés para el verano, por los ángulos que quedaron de incidencia del sol: el mayor ángulo para la entrada del sol es a través de las ventanas, pero también tiene postigos para cerrarlo en el verano, pero, por la incidencia, en el verano prácticamente no entra por la ventana, y en invierno sí. A su vez, tiene mayor protección del sur, con ventanas más pequeñas”.

Circuitos

Valdomir señaló a su vez que desde que se pensó, el refugio se concibió como un lugar desde donde trabajar el circuito que recorre el este del departamento, parando en las localidades en alojamientos que ofrecen las mujeres rurales, pero lo usan quienes llegan a la zona a realizar cualquiera de los recorridos que ofrecen. “De acá salimos o acá venimos del Queguay, salimos a la cuchilla, a hacer el palmar, Piñera, yo hago todo por el camino de arriba. Vemos los palmares, las mangas de piedra. Por ‘arriba’ —el camino alternativo al que se pavimentó— es hermoso, nosotros decimos que es un geopaisaje”.

La guía describe que además por allí se pueden apreciar “los diferentes procesos del hombre en el ambiente: ves el campo natural, que en realidad no es natural, hay animales; ves las palmeras que crecen espaciadas, hay una de vez en cuando. El hombre incidió con la introducción de la ganadería”, relató. Se ven también otros modelos productivos, “como la soja y la forestación. Entonces ves cinco palmeras antiguas, que no se pueden tocar, por lo que con la soja lo que ha hecho es que las máquinas no pasen por ahí, y forman un círculo. Ahí se regeneran con un montón, 500 o mil palmeras chiquititas. Se forman islas, y la gente ve esas islas”.

Incluso en las zonas forestadas la flora autóctona se ha hecho lugar. “Como en una época hubo muchas mangas de piedra, hay piedras formando ángulos rectos y figuras geométricas, pudieron nacer los árboles nativos. Entonces vos ves los eucaliptos y en el medio aparecen esos árboles nativos haciendo dibujos. Es espectacular ver cómo sobreviven con otros árboles, como el pau ferro, del que se pueden alimentar las aves, porque del eucalipto no tienen cómo. La naturaleza surge y se defiende de todo eso”.

Valdomir agregó que, justamente, en las salidas “una de las cosas que hacemos nosotros es educación ambiental: mostrar los problemas y que vea la gente todo lo que tenemos. Lo bueno y lo malo, porque no deja de ser bueno también tener ciertos modelos para trabajar”. Y es que el paisaje se sigue transformando. “Recientemente, por la sequía, se cayeron muchas mangas de piedra acá. Y las medidas cautelares que hay con las mangas de piedra para la forestación son de apenas unos pocos metros. Ahora, cuando empiecen a pasar los camiones de tres cargas por esos lugares, imaginate cómo van a dejar todo esto”, lamentó.

Reservorio

El campo en el que se encuentra el refugio se llama El Arazá, y la casa en sí se llama Cautiva del Arazá, y esto tiene su historia. Es que en el campo hay un reservorio natural de arazá. Desde la casa se aprecian manchones verdes en la superficie del campo, en la ladera y encima del cerro. Las hojas de las matas rozan la parte inferior del vehículo cuando se ingresa. Es parte de lo que se puede apreciar en una recorrida por el lugar en la que cosechamos algunos frutos que ya venían coloreando. Son muy sabrosos, el sabor es dulce, pero un dulce extraño, ligeramente ácido.

“Estamos en la cuchilla de Haedo, en la divisoria de los departamentos de Río Negro y Paysandú, bien en el límite. Acá están las nacientes de los arroyos y cañadas de uno y otro lado. En el circuito vemos esas nacientes, los manantiales, los helechos, los árboles nativos, es un complemento del lugar, pero en sí esto está pensado para hacer senderismo, senderismo de muchos kilómetros, es un refugio para pasar la noche”, aclaró Valdomir.

“Tenemos la propuesta del Queguay, tenemos la propuesta por todo lo que es al este de Guichón, que toda la vida lo hicimos, y después tenemos la propuesta por el palmar. Son tres propuestas armadas y acá nos quedamos una noche, dos noches, depende del interés de la gente. Ha venido gente de Europa, franceses, ingleses; también han venido argentinos, peruanos, han venido de Canadá. No es que sea una cantidad de gente, pero vienen”.