La viuda negra, en Netflix

El atractivo morboso que despiertan ciertas series o películas “basadas en hechos reales” hacen que un filme como La viuda negra aparezca en Netflix, se lo comente y vea durante unos días pero después sea rápidamente tapado por otro estreno similar o diferente.
En mi opinión es el aspecto más criticable de este nuevo sistema para ver películas. Es lo más parecido a una picadora de carne que se pueda imaginar. Y quien pica la “carne” no es ni esta plataforma ni ninguna otra, sino nosotros mismos, los espectadores.
Porque las películas van a seguir ahí, tal vez no para siempre, pero si por un período mucho más largo que una semana o dos, que parece ser el tiempo que nos generan interés antes de ser sustituidas por otra.
El gran problema entonces es que, de no ver cierta película en ese período de tiempo, puede que directamente no la veamos nunca, ya que si antes decirle “vieja” a tal o cual cosa podía considerar un periodo hasta de años, ahora solo hacen falta unos días ante la catarata de ofertas constantes que tenemos a mano.
Pues bien, una película como La viuda negra ya sufrió ese destino. Los que la vieron ya la olvidaron y los que no tal vez preferirán algún estreno más reciente. Y es toda una injusticia.
¿Por qué? Pues porque es muy buena. No por lo que cuenta, sino por cómo lo cuenta. Después de todo el crimen que narra ya lo hemos visto en muchas ocasiones, tanto en series como en películas. Incluso documentales, de los que abundan, que analizan pormenorizadamente crímenes de todo tipo.
Entonces, que el director Carlos Sedes consiga atrapar con una historia que puede parecer repetida es, de por sí, todo un logro. Eso solo para empezar. Porque además de lo supuestamente “ya visto” que presenta La viuda negra, también hay otro aspecto fundamental; sabemos desde el minuto uno lo que sucedió.
No hay sorpresas, no hay misterios, el relato es lineal y no por eso menos interesante. Es la vieja fórmula de Hitchcock, no hay que descubrir al asesino, ya sabemos quién es, pero lo que queremos ver es cómo lo descubren los demás personajes, en el caso de La viuda negra, la gran Carmen Machi, que interpreta a la inspectora encargada del caso.
Claro, al citar a Hitchock tal vez estoy yendo un poco lejos, La viuda negra no es una película de suspenso, sino el relato paso a paso de un crimen gestado por un personaje tan peligroso como atractivo. Y aquí entra en juego la otra gran actriz del filme; Ivana Baquero.
Para sus escasos 31 años ya tiene una trayectoria en la que ha hecho de todo, películas y series de todos los géneros y no solo en España, sino también en Inglaterra y Estados Unidos. Eso se debe no solo a su calidad actoral y su belleza, sino también a que comenzó a actuar con muy poca edad, por ejemplo, en El laberitno del fauno.
El caso es que en La viuda negra hace un gran trabajo. Porque se llega a entender no solo a su personaje, sino a lo que ese personaje hace que los demás hagan. Hablamos de hombres, claro. No cualquiera es una viuda negra. O una mujer fatal, de esas que antes poblaban el cine policial de varios países.
Tal vez ahora, con la corrida de lo políticamente correcto presentar a un personaje así podría ser cancelado por machista. Pero La viuda negra tiene el permiso porque se trata de “hechos reales”, una categoría a la que se le permite mucho más que a cualquier ficción.
En aras de eso, tenemos un relato que refleja la psiquis de su personaje protagonista, áspero, incómodo, peligrosísimo pero inevitablemente atractivo. En suma, no es un filme para ser rápidamente olvidado, aunque puede que lo sea, debido a esa carrera hacia ninguna parte en la que estamos metidos los telespectadores de hoy.
Fabio Penas Díaz