Culturales

La pandemia en Israel contada por una sanducera en Haifa

Europa ha comenzado a recorrer el camino hacia la normalidad, luego de atravesar duras cuarentenas obligatorias por la epidemia de coronavirus. Israel, su vecino más cercano, decretó tres aislamientos y comenzó a vacunar a finales de 2020 hasta liderar la lista de países con mayor población inoculada (62,51%). El 18 de abril, el gobierno isrelí eliminó la obligatoriedad de usar el barbijo al aire libre y los centros educativos abrieron sus puertas para las clases presenciales.
Anita Wolman, una sanducera que reside en Haifa desde hace décadas, relató su experiencia vivida durante la contingencia sanitaria y desde su profesión de enfermera destacó las virtudes de un sistema de salud –público y privado– que contuvo la pandemia sin colapsos.

LA PANDEMIA

La COVID-19 llegó a Israel y “al principio ocurrió como en todos lados. Nadie podía admitir que restringieran las libertades, con impedimentos para salir y no poder ver a los seres queridos o dejar de trabajar si su tarea no es esencial. Fue duro. Por suerte, nuestra población cumplió con la mayoría de los decretos aprobados por el Gobierno y nos sometimos a todas las restricciones. No fue fácil, pero no fue imposible. Hoy en día, después de todo lo que pasamos, vemos que valió la pena”, asegura a EL TELEGRAFO.
Pero, “el gran problema fueron los religiosos antivacunas”, quienes fueron cambiando sus posturas “a medida que hubo varias muertes de personas mayores entre ellos”. Al comienzo de la pandemia, “el gobierno no pudo hacer mucho ante esta situación. Ellos estudiaban en sus propias instituciones y universidades, mientras los demás centros de estudios estaban cerrados”.
Esta comunidad de ortodoxos se ayudaba entre sí “y tenían sus propios respiradores, pero cuando la pandemia se agravó, se dieron cuenta que no alcanzaba con quedarse en casa con sus propias máquinas respiratorias y con médicos privados. Así, fueron internados en los hospitales y los rabinos salieron a pedir a toda la población que cumplieran con lo que pedía el Gobierno”.
Tres semanas después de la segunda dosis, “desde el ministerio de salud y las mutualistas de cada persona, recibimos una especie de pasaporte verde. Eso nos permite entrar en los negocios y en los lugares que tienen una calcomanía verde”. → Leer más

Opinión

Un acuerdo mayúsculo

El acuerdo que alcanzaron esta semana Emiratos Árabes Unidos (EAU) e Israel, con mediación de Estados Unidos, es un hecho histórico, significativo y de gran implicancia para los actores. También para todo Medio Oriente y, por ende, para la estabilidad de resto del mundo. Los conflictos en torno a esa zona siempre han tenido ramificaciones en todo el globo, y jamás pasa desapercibido lo que sucede allí. Es un buen signo para alcanzar la paz, entre israelíes y palestinos, entre israelíes y árabes, tan ansiada y esperada. Esa que no parece llegar nunca.
Se trata de un paso relevante también porque hasta ahora Israel no tenía relaciones diplomáticas con ningún país del Golfo Pérsico debido, principalmente, al apoyo de esos países a la causa palestina. De hecho, hasta ahora, solamente dos naciones árabes habían firmado acuerdos de paz con Israel: Egipto y Jordania.
La preocupación compartida por la influencia regional de Irán ha llevado en los últimos años al establecimiento de contactos no oficiales entre Israel y EAU, así como con otros gobiernos de la región como Arabia Saudita. La formalización de las relaciones también contó con el aporte de Estados Unidos, muy interesado en estrechar estos lazos.
El acuerdo ha sido presentado como una decisión “valiente” y un gran logro porque detiene, al menos de forma temporal, los planes de anexión que Israel se disponía a emprender desde julio en Cisjordania, así como un paso hacia la paz en Medio Oriente. De cualquier modo, no han detenido las protestas palestinas en algunas ciudades, justamente, de Cisjordania.
Tras el sorpresivo comunicado conjunto del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, y el príncipe heredero de Abu Dabi, Mohamed bin Zayed, muchos se han preguntado qué gana EAU dando este arriesgado paso, siendo el primer país del Golfo Pérsico que se atreve.
“EAU obtiene muchas ganancias estratégicas de este proceso de normalización con Israel”, afirmó a la agencia Efe la directora del proyecto “Dinámicas futuras en el Golfo” del centro de ideas británico Chatham House, Sanam Vakil. La experta señaló que las relaciones entre los dos se han desarrollado desde 2010 y han sido cada vez “más abiertas” en los pasados años.
“Ambos países comparten la preocupación por la influencia regional de Irán y por el papel de los Hermanos Musulmanes en la zona”, explica Vakil. Uno de los principales enemigos de Israel es precisamente el grupo islamista Hamás, que gobierna en la franja de Gaza y es gemelo de los Hermanos Musulmanes, agrupación que tiene muchas ramificaciones en todo Medio Oriente y que EAU no tolera en absoluto.
Además, uno de los motivos de EAU es mejorar su posición en Washington. Hasta el momento, EAU ha evitado el enojo de Estados Unidos respecto a su participación en la guerra del Yemen, que ha llegado a poner en duda la alianza con Arabia Saudita, el principal aliado árabe de los estadounidenses. Arabia lidera la coalición militar que interviene en el Yemen desde 2015, en la que EAU es un socio destacado, y que es acusada por organizaciones humanitarias de matar a civiles en el conflicto.
Aunque Netanyahu, primer ministro israelí, vaticinó que otros países árabes y musulmanes seguirán el ejemplo de EAU, de momento es poco probable que el próximo sea Arabia Saudita, debido a su posición en el mundo árabe y teniendo en su territorio los lugares más sagrados del islam.
Las especulaciones apuntan a Bahréin, el pequeño reino que en junio del año pasado recibió una conferencia promovida por Jared Kushner, yerno y asesor de Trump, en la que se presentó un plan económico de la Casa Blanca para solucionar el conflicto palestino-israelí, y que ha tenido varios y polémicos contactos con Israel.
De cualquier modo, hay que matizar y poner los elementos en su justo lugar. Habrá que tener paciencia e ir viendo cómo se desarrollan los acontecimientos. El establecimiento de relaciones diplomáticas completas, la apertura de embajadas y la normalización de lazos comerciales entre Israel y los Emiratos Árabes son un paso diplomático significativo, pero inevitablemente despiertan dudas.
Es importante también ver qué no significa, se pregunta un análisis de la BBC que afirma que esto está lejos de ser un plan de paz amplio que resuelva la cuestión palestina como ha promocionado el presidente Trump, aunque sí hay beneficios a corto plazo para todas las partes.
Para EAU, Israel y Estados Unidos resulta un gran acuerdo, pero no tanto para los palestinos, cabe decir. Para ellos, no parece que esto vaya a crear otra cosa que no sea frustración y esa sensación de que de nuevo han sido dejados de lado.
Por este motivo, no queda otra que seguir trabajando para, justamente, conseguir la paz con los palestinos, para que ellos por fin puedan contar con su estado propio y que ellos e israelíes, logren una convivencia pacífica. Esto, en definitiva, es el gran reto para todos. Aplacar la agresividad mutua que suele surgir entre los bandos, debería ser otro objetivo. Por lo pronto, Israel se animó a firmar un acuerdo de paz con un país árabe desde aquel con Jordania en 1994. Una movida más que positiva, a la que hay que seguir regando.
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Opinión

Mantenerse cerca

Brasil tiene un nuevo presidente. Se llama Jair Bolsonaro, es considerado de ultraderecha y genera esperanzas en unos y temor en otros. Todo lo que dice, todos los anuncios realizados, todo lo que ha hecho desde que asumió el pasado 1º de enero son materia de análisis e información periodística que, en muchos casos, terminan retorciéndose o agrandándose. Una tendencia llevada a cabo, en general, por los mismos que defienden a la Venezuela de Nicolás Maduro, un ultraizquierdista para utilizar el mismo lenguaje, que reprime a la población y que ha sumido a su país en una profunda crisis social, política y económica; responsable directo de decenas de muertos en manifestaciones, y de innumerables casos de violaciones a los derechos humanos. Pero este es otro tema.
Uruguay, como país chico y vecino del gigante sudamericano, debe mantenerse cerca de Brasil, en una alianza estrecha que vaya más allá de los gobiernos de turno. Hay que ser inteligente y no caer en la tontería de criticar –como hicieron varias personalidades del gobierno uruguayo– a otro mandatario de la región simplemente porque no es de su propio palo político y hasta “por las dudas”, por lo que supuestamente podría llegar a hacer cuando comience a gobernar. Una de ellas fue Liliam Kechichián, nada menos la ministra de Turismo, una cartera que debe atraer a los veraneantes brasileños, muy necesarios para nuestro turismo. Es bueno observar a Brasil como oportunidad de negocio, como siempre lo ha sido pese a que a veces los brasileños juegan a ser imperialistas.
Cuando ganó las elecciones, Bolsonaro llamó a todos los gobernantes de la región (el chileno Sebastián Piñera, el argentino Mauricio Macri, el paraguayo Mario Abdo), pero no al presidente uruguayo. En ese entonces, Vázquez pidió a sus ministros que no se pronunciaran políticamente sobre el resultado electoral de Brasil, pero varios no le hicieron caso. Y, más allá de eso, Uruguay fue el país que más demoró en pronunciarse oficialmente sobre la victoria de Bolsonaro y el presidente Vázquez debió llamar a conferencia de prensa para aclarar la posición oficial y anunciar que iría a la toma de posesión. El mandatario uruguayo llamó al brasileño luego pero, en cierta forma, ya era tarde y el daño ya estaba hecho. Ahora toca remarla. Resultó ser muy bueno que el presidente Tabaré Vázquez y el canciller Rodolfo Nin Novoa hayan viajado a la toma de posesión de Bolsonaro en Brasilia. Nada que criticar. Son el agua y el aceite, pero en vistas de que nos encontramos inmersos en sistemas democráticos, en que hay que tejer alianzas con todos sin importar ideologías, no caben los pataleos y caprichos infantiles. Eso sí, Cancillería intentó por todos los medios que Vázquez y Bolsonaro mantuvieran una reunión privada en la capital brasileña, pero la insistencia no surtió efecto.
De algún modo, el nuevo gobierno de Brasil le pasó factura por la oposición verbal de los miembros de la administración uruguaya. Que sirva como escarmiento y aprendizaje. Vázquez, al acudir a la asunción de su colega, transitó el camino opuesto a sus correligionarios y puso toda la mejor disposición para comenzar a recomponer las relaciones. El presidente se da cuenta que no queda otra. Por eso también mostró su mejor sonrisa para saludar a Bolsonaro y toda la afabilidad posible para mostrarse contento y cordial.
Otro punto para Vázquez en esto de congraciarse con el gobernante vecino, es que fue uno de los pocos jefes de Estado (un total de diez) que acudieron a ver cómo Michel Temer le traspasaba el poder al mandatario electo en el hemiciclo del Senado en Brasilia. Allí también se encontraban el primer ministro de Israel, Benjamin Netanyahu, el mandatario chileno Sebastián Piñera, el boliviano Evo Morales, el hondureño Juan Orlando Hernández, el paraguayo Mario Abdo Benítez y el peruano Martín Vizcarra. Y pocos más, un par de jefes de Estado europeo y dos africanos.
Los negocios hay que cuidarlos y no atravesamos precisamente una etapa positiva en el intercambio comercial con el gigante sudamericano. Brasil es, después de China, el principal cliente de Uruguay: el segundo destino general y el primero para lácteos, pescado, caucho, carne ovina, malta y cebada. Sin embargo, la consultora CSC señaló en agosto pasado que el vínculo comercial entre ambos países “no está pasando el mejor momento” y que el “déficit comercial” con ese país “se incrementa en 100 millones de dólares”, que para Uruguay es mucho dinero, mientras que a escala del Brasil son monedas de cambio. Esto también tiene que ver con la pérdida de competitividad que padece el país a raíz de los altos costos de producción, punto sobre el cual nadie parece reaccionar verdaderamente.
Antes de asumir el mando, Bolsonaro dijo que realizaría una primera gira por algunos países de la región, entre los que no incluyó a Uruguay. Por lo mismo de más arriba. No se trata de lamer las botas del presidente brasileño. Simplemente, es un asunto de inteligencia y tino. No hay necesidad, menos para nosotros que no somos nada en el contexto internacional, menoscabar las relaciones por un simple gusto.
Más aún cuando el gobierno se calla cobardemente frente a lo que sucede en Venezuela, un país que trae dolores de cabeza y cuyo presidente – dictador y secuaces se alejan cada vez más de la comunidad mundial. La rivalidad con los brasileños dejémosla para el fútbol, en los contextos deportivos en los que vamos a tratar de disminuir su jogo bonito. La política y las relaciones exteriores son otra historia. En el caso de Brasil, su fortuna también será la de Uruguay. → Leer más