A los tiros

La revista satírica The Onion (La Cebolla) utiliza el mismo titular cada vez que en Estados Unidos ocurre una masacre como la que se produjo esta semana en un centro educativo: “No hay manera de evitar esto, dice el único país donde esto sucede habitualmente”. Al día siguiente del tiroteo de esta semana su portada digital fue un collage con decenas de veces este título encabezando los numerosos casos de tiroteos masivos. No es más que un recurso para golpear la vista del lector con una dolorosa realidad a la que no se encuentra la vuelta en el país norteamericano. Si quiere hacer la prueba entre en Google o en el buscador de su preferencia y haga una búsqueda de imágenes sobre los tiroteos masivos en Estados Unidos y llévese una idea de la dimensión del problema.

Pero ojo, no va a tener inconveniente en dimensionar esto si lo que prefiere es manejar datos, números fríos, porque las cifras existen y son abrumadoras, y lo son tanto por lo que reflejan sobre este asunto como por la cantidad de publicaciones al respecto. Hay diferencias en función de lo que diferentes versiones consideran “tiroteo masivo”, pero uno de los conteos hablaba de 212 hasta ayer, y no en la década: en lo que va de este año del que aun no alcanzamos el medio almanaque. Este mismo conteo, para mantener el parámetro, indicó que en 2021 fueron 693 casos, y que en 2020 habían sido 611; antes, 2019, había ocurrido 417 veces, con lo que se derrumbaba el récord anterior, que había sido establecido en 2016, con 382 tiroteos. En todo caso no bajan de 300 por año desde 2015.
Esta vez fue un joven de 18 años, de origen latino, quien ingresó a un colegio de Uvalde, Texas, acabando con la vida de 21 personas, 19 menores y dos adultos. Contando solo los tiroteos en centros educativos, este caso es el número 119 desde 2018, según publicó “Education Week”, una organización que rastrea tiroteos donde se disparó un arma de fuego y donde cualquier persona (aparte del sospechoso) sufrió una herida de bala como resultado del incidente en un colegio o instituto, tanto dentro como fuera de las horas lectivas.

Según “Education Week” el año pasado fueron 34 los tiroteos en centros educativos de Estados Unidos, el mayor número contabilizado desde que la organización tiene datos, y en lo que llevamos de 2022 ya son 27.
En 2018 y 2019 se produjeron 24, mientras que en 2020 fueron 10. El fin de las restricciones por la pandemia de COVID-19 supuso un aumento de este tipo de ataques, evaluó la publicación. Stephen Sawchuk, uno de los especialistas de “Education Week”, señaló que las causas del repunte en el número de casos “no están del todo claras, aunque los criminólogos creen que existe una vinculación con el incremento en las tasas de homicidios en EE.UU. durante la pandemia” y agregaba que “los psicólogos apuntan elevados niveles de estrés, traumas y pacientes de salud mental entre estudiantes que han sido aislados durante la pandemia de COVID-19”.

Puede ser que haya allí, en la pandemia, un elemento acelerador de esta problemática, pero ya estaba allí antes de los episodios de Wuhan, en China, en 2019. Estados Unidos ya era el único país desarrollado donde se repiten los tiroteos escolares. Bowling for Columbine, el documental de Michael Moore donde se enfoca este problema vio la luz en el lejano 2002.
Hay que buscar otra explicación más allá de la pandemia para entender qué determina que alguien entre a un lugar público a los tiros para terminar con la vida de otras personas, la mayoría de las veces desconocidas.

Hay algunos rasgos característicos de estos episodios en Estados Unidos que han sido analizados. Por ejemplo el hecho de que en este país los atacantes llevan más de un arma, mientras que en otros lugares donde estos hechos han ocurrido solamente llevan una.
Y aquí deberíamos entrar a ver aspectos culturales. Hay quienes cargan las tintas contra los cómics, los videojuegos y el cine, pero no solamente en ese país se consumen desde hace años. Asumamos que sí, que en el cine que más triunfa en los últimos las cosas se resuelven a las trompadas y que los videojuegos favoritos de muchos son los de un soldado que tiene como misión destruir cuanto se le pase por enfrente, pero no alcanza como explicación, porque estos consumos culturales Estados Unidos los exportó a buena parte del mundo dentro del paquete de su American way of life y, como vimos, sigue siendo allí en el único lugar que ocurren estas cosas.

Otro factor que debemos poner en la canasta es la facilidad de acceso a las armas, un privilegio que tiene diferentes regulaciones según de qué estado se trate, pero que en líneas generales está consagrado en la segunda enmienda a la Constitución, que protege “el derecho del pueblo estadounidense a poseer y portar armas”. Y a partir de esto se ven formas más o menos radicales de llevar este derecho a la práctica, y la expresión más feroz de defensa de este derecho es la Asociación Nacional del Rifle (NRA), una organización que existe por y para sostenerlo y que tiene un peso significativo, por su capacidad de lobby y de traducir su apoyo en apetecible caudal electoral para cualquier postulante al principal sillón de la Casa Blanca.
De hecho en estos días el mismísimo Donald Trump se hacía ver en un multitudinario meeting de la NRA.
Pero yendo a lo que nos importa, deberíamos ponernos en alerta ante el riesgo de que este tipo de cosas lleguen aquí. Aparentemente por el momento no, no parece ser un fenómeno que se contagie demasiado y aparte, en todo caso, tenemos otros asuntos que atender aquí y ahora, como las balas perdidas producto de tiroteos ocurridos en inmediaciones de centros escolares. En esta oportunidad nadie perdió la vida ni sufrió lesiones, pero esta semana se repitió un intercambio de disparos en la vía pública, en Montevideo, que terminó con una bala dentro de una escuela. Y no es la primera vez que ocurre. Es un problema distinto aunque tiene algún componente en común, como la facilidad de acceso a las armas, recientemente flexibilizada con la idea de que se usen en defensa personal, aunque está comprobado que muchas veces terminan en manos de la delincuencia.