Leopoldo Tarrech, una fuerte vocación docente y sobre todo “un hombre agradecido a la vida”

“Lo mejor de mi vida ha sido el amor de mi familia y amigos y la docencia”, aseguró Leopoldo Tarrech Miranda (74), en diálogo con Pasividades.
Leopoldo nació en Paso De la Cruz, Río Negro, el 11 de noviembre de 1947, en el hogar de los esposos Pedro (empleado municipal) y Margarita. “Allí terminé la escuela e hice el liceo”, recordó, contando que luego vivió en Nuevo Berlín, para radicarse finalmente en Young. “Siempre fui buen estudiante. Fue una etapa muy hermosa”, aseguró.
Al finalizar el liceo, “lo que me podían costear mis padres era venir a Paysandú a hacer Magisterio. No lo cuestioné y recuerdo siempre las palabras de mi madre: ‘siendo maestro no tendrás que pedir trabajo a nadie, dependerá de tí’”, contó. “Vine a Paysandú a casa de unos amigos vecinos que se habían mudado de Young”, pero al descubrir que el alojamiento no era gratis y entendiendo el gran sacrificio que suponía para sus padres, resolvió “regresar a Young para buscar trabajo”. Sin embargo, finalmente termina residiendo en la casa de una familia amiga donde “fui un hijo más” durante los cuatros años de Magisterio.

MAESTRO RURAL, “FUE MUY DIFÍCIL”

“Recibido, elijo escuela en Paso de Soca, en Río Negro, maestro único. Para llegar tomaba el tren a las 7 de la mañana y llegaba a las 11 a Estación Francia, donde a caballo hacía 2 leguas para llegar a la escuela. La clase se reponía el sábado. Tenía 11 alumnos en 4 clases. Venía una vez por mes a Paysandú, mi novia –actual esposa–, también docente, Liliana Leguina Giordano, residía aquí. Fue muy difícil, muy duro el trabajo en el medio rural, pero la llegada de los niños a la escuela, a pie y a caballo, alegraban mi soledad”, comentó.

ESCUELA ESPECIAL PARA DISCAPACITADO INTELECTUAL

“Al año siguiente –continuó diciendo– trabajé en Estación Francia. Ese año concurso y saco la efectividad en la Escuela de Paso de la Cruz donde trabajé 2 años. Por ser efectivo, pude elegir en comisión en la Escuela 67 Especial para Discapacitado intelectual en Young, en ese entonces recientemente creada”.
“Me especialicé y di concurso para los distintos cargos en el área especial. Desarrollé mi labor en dicha escuela como docente y director por espacio de 18 años. Una tarea de maestros y colaboradores hermosísima”, reflexionó.
“Luego del curso para inspectores, concurso para Inspector por la región Paysandú (sede), Salto y Río Negro, logrando la efectividad. Encontré en las distintas escuelas, antes llamadas de Recuperación Psíquica, unos docentes actualizados, comprometidos y con un desempeño ejemplar”, aseguró.

“NUNCA LAS COSAS FUERON FÁCILES”

Leopoldo se casó con su novia Liliana, con quien tuvo 2 hijas, “ambas profesionales y que nos han dado dos nietos y dos nietas maravillosas”, dijo orgulloso.
Además de la tarea docente, también complementó con otros trabajos, tales como “cobro de venta de libros, venta de productos de mayoristas de Paysandú en los comercios de Young”, entre otras, pues “siempre fue necesario realizar otras actividades para colaborar con el presupuesto familiar”, acotó.
“Creo que vivimos otros tiempos y hay que irse adaptando. Nunca las cosas fueron fáciles, pero conquistarlas tenía un sabor fortalecedor”, consideró.

“AGRADECIDO A LA VIDA”

“Cuando me preguntan si he sido feliz, mi respuesta es contundente: claro que contesto que sí. Lo mejor de mi vida ha sido el amor de mi familia y amigos y la docencia. Soy un hombre agradecido a la vida”, sostuvo durante su relato.
Leopoldo vivió junto a su esposa durante 32 años en Young, en tanto que desde hace 14 reside en Paysandú junto a su familia.
Actualmente, “disfruto de mis amistades, integro un grupo peregrino de Young con el cual hemos realizado viajes como el Camino Santiago de Compostela, Machu Picchu, colaboro en obras sociales, como ADAP como voluntario; junto a un grupo de personas excepcionales integro el Movimiento Curdillistas de Cristiandad (MCC) y no descuido por salud el ejercicio grupal y las caminatas”, describió este, sin dudas, activo hombre de 74 años.
“Procuro en lo posible recordar siempre que he sido muy afortunado, brindando con satisfacción algo de lo mucho recibido. Las nanas las vamos llevando aunque no soy muy obediente con los tratamientos”, reconoce quien, admite “jubilado sí, pero siempre en acción, disfrutando de viajes, comidas, encuentros con amigos, siendo consciente que nos queda un trecho menor por recorrer”.
“Pero lo recorrido ha sido muy gratificante y hermoso. Soy un hombre de fé”, concluyó nuestro amable entrevistado.