Escribe Ernesto Kreimerman: David, presente en el corazón de Paysandú

Canción última

Pintada, no vacía: /pintada está mi casa /del color de las grandes /pasiones y desgracias. /Regresará del llanto /adonde fue llevada /con su desierta mesa, /con su ruinosa cama. /Florecerán los besos /sobre las almohadas. /Y en torno de los cuerpos /elevará la sábana /su intensa enredadera /nocturna, perfumada. /El odio se amortigua /detrás de la ventana. /Será la garra suave. /Dejadme la esperanza. (Autor, Miguel Hernández, republicano español, muerto de tuberculosis, sin atención médica, en su lecho de prisionero del antiguo Reformatorio de Adultos de Alicante, el 28 de marzo de 1942)

Tal día como hoy, un 8 de marzo pero de 2016, un crimen de odio asesinaba a David Fremd, un hombre bien, un hombre bueno. Comerciante de profesión, judío por definición y enamorado de sus afectos, así podría, si es que se puede, definir a David. Sin embargo, esta aproximación sería apenas unas referencias mínimas que perdería las señas de identidad y su don de alegrías.

David era, por arraigo, un sanducero. Aquí nació, se crió y enamoró, se casó y fue construyendo su familia, con Susy. Y su profesión de comerciante la ancló en Paysandú. Sin embargo, sin renunciar a transmitir su apego a la heroica, animó a sus hijos a ver al mundo como parte natural de sus inquietudes, de sus desafíos. Más allá de cómo lo planteara, localía y globalidad, en círculos concéntricos, eran parte de su comprensión del mundo, con naturalidad. Sanduceros judíos cosmopolitas.

David fue, por herencia, comerciante. Iba en su identidad y alegría. Vender, para quien siente la vocación es un acto de satisfacción mutua. Por un lado, una forma honesta de vida; y por otro, una forma facilitada de acceder a un bien, a una cosa, que necesito y para ello debo financiarme con el crédito de la casa. Bueno, ese “crédito de la casa” es la confianza del comerciante basada en su memoria y la buena fe de ambos.

David fue, por identidad familiar y por voluntad ratificada, judío. Un buen judío tradicionalista, que amaba la vida y el sentido profundo de la búsqueda cotidiana de que vivir es respetar y convivir en armonía. Los textos que construyeron la compleja diversidad desafiante y contradictoria del judaísmo, pueden adquirir tantos significados como significantes les puedas tú descubrir, pero siempre fiel a tu raíz y su esencia. David tenía su propia mirada de la vida y de la cuestión judía, la que transmitía con la serena y alegre disposición de sus actos. Fue un activo miembro de la colectividad; él y todo su núcleo familiar.

Yo guardo el recuerdo presente del David adolescente, cuando lo veía casi todos los días. Pero yo tengo unos años menos, que en aquella etapa de la vida parecían muchos más. Después de la muerte de mi padre, Salomón, en octubre de 1973, mi familia se muda a Montevideo y la distancia te hace perder la intensidad del día a día. Hasta entonces, el hogar de los Fremd Wulf era casi una extensión de la vida judía sanducera. Todos los días, especialmente, los viernes a la noche, la cena después del servicio de kabalat shabat, era punto de encuentro. Y la amistad de nuestras madres, de un inmenso cariño, más allá de las tristezas, ha permanecido y sobrevivido en sus hijos, nosotros, más allá de las ausencias. Por cierto, que uno de los dolores del aquel segundo desarraigo para mi madre, Sara (el primero fue cuando en los años cincuenta mis padres dejan Montevideo y se instalan en Paysandú), fue la pérdida de su relación de cercanía, cotidiana, con Ite, la madre de David.

Como cada uno de nosotros, como David también, tenemos múltiples dimensiones desde la cual vemos y nos observan. En su caso, David se define como un judío, buen esposo y padre dedicado. Como dijeran de Antonio Machado, David también ha sido “un hombre esencialmente bueno”, que sigue presente en su familia.
El mejor legado de David ha sido el vínculo con sus hijos. Esa idea de “hagamos equipo, todos abrazados”. Desde el primer momento reclamaron justicia. Lo hicieron con dolida y serena madurez, ejemplar conducta, que muestra responsabilidad y deja de manifiesto dignidad. Pero no aligera el dolor, sino que muestra y demuestra que frente a cualquier situación, incluso frente a un crimen de odio, antisemita, los valores esenciales de la condición humana, de la esencia judía y la vocación democrática, se conjugaron en esa hora de dolor, pero no de resignación, sino de resignificación.

El sábado posterior a su asesinato, unos ocho mil sanduceros salieron a la calle a expresar su solidaridad a la familia y más enérgico rechazo a este vil asesinato. A partir de entonces, año a año la sociedad sanducera recuerda el asesinato de David, su condición judía y de buen padre de familia, y vuelve a reiterar su rechazo a esa forma brutal de terrorismo.

El crimen de odio

Hay un capítulo final que tiene sabor a poco. La fase judicial estrictamente se cerró con un fallo en segunda instancia que declara inimputable a Carlos Omar Peralta López, de 35 años al momento de acuchillar en la vía pública a David y herir a su hijo menor, que en ese momento lo acompañaba.

Peralta, según el diario El Observador, al momento de ser detenido, a los gritos afirmaba “maté a un judío por orden de Alá”. La novedad no era tal según lo fue revelando la prensa, y que el matador solía gritar, en el cibercafé que solía durante horas “matar” virtualmente y celebrarlo. Más tarde se conocerían otros datos más preocupantes, como su adhesión al islamismo radical y las extrañas declaraciones del responsable religioso de esos extremistas, que primero declaró no conocerlo, pero estaba confirmado y convertido y no sabemos más.

En la edición del diario El País del 12 de marzo de 2016 el imán Samir Selim (Samir Selim: el homicida de Fremd era “muy solitario, lo que hizo fue personal” – Noticias de Uruguay y el mundo actualizadas – El País, Uruguay), líder espiritual del Centro Egipcio de Cultura Islámica de Montevideo, que por entonces llevaba un año en Uruguay, hizo una descripción de Peralta bastante acabada: hombre solitario, sin deseos de formar una familia y tras el crimen lo calificó como “un loco”. En esa misma entrevista, recuerda el dialogado, las varias inquietudes de Peralta, que decía llamarse, tras su conversión, Abdullah Omar, el imán precisa que esa fue la única vez que lo vio en persona. Y también que fue su antecesor (sheik) quien hizo esa conversión, precisando, “cambiamos cada tres años”. Es saber que Samir Selim está de nuevo en el país (https://estudiosarabeseislamicos.com/cultura/el-centro-cultural-islamico-egipcio-en-uruguay-en-encuentro-con-el-sheik-samir-selim/), desde abril del 2022 “ha vuelto a ocupar el cargo de sheik”.

El salvaje asesinato de David, a la usanza de otros asesinatos de judíos en esos tiempos en otras partes del mundo, ha tenido una respuesta “tranquilizadora”, es un inimputable, un loco. Y aquí no ha pasado nada… o casi nada.
David y Paysandú, y la calidad institucional de nuestra democracia se merecen una mejor respuesta, un mejor esclarecimiento. Estas afirmaciones no llevan implícita ninguna acusación, sino insatisfacción por la respuesta institucional.