Fútbol y corrupción: la pelota está manchada

Desde hace algunas semanas la opinión pública deportiva tanto a nivel nacional como español se ha visto sacudida por uno de los escándalos más sonados en el ámbito del fútbol y que tiene como protagonista al Barcelona Fútbol Club. De acuerdo con el portal de noticias Infobae, el club azulgrana le habría pagado millones de dólares durante años a José María Enríquez Negreira, ex vicepresidente del Comité Técnico de Árbitros (CTA) durante 25 años, quien cobraba cheques del club cada tres días. Según la cadena de noticias ESPN la Administración Tributaria española ha puntualizado que la “falta de acreditación y explicación” de las facturas que las empresas de Negreira emitía al club barcelonés podría ser “un indicio” de que tales documentos “podrían estar encubriendo servicios ilícitos como comerciar con información reservada del comité arbitral, influir en las designaciones arbitrales o participar en la alteración de resultados”. Toda la situación está siendo investigada por la justicia de España así como por la Real Federación Española de Fútbol, pero en los últimos días se ha anunciado que el panel de Ética y Disciplina de la Unión Europea de Fútbol Asociado (UEFA) ha abierto un proceso que puede excluir al Barcelona de Europa por el ‘caso Negreira’, por lo que el club se arriesga a un primer castigo de un año fuera de los torneos europeos.

Según un informe del Grupo de Acción Financiera Internacional (GAFI), “el mercado del fútbol profesional ha experimentado un significativo crecimiento debido a un proceso de comercialización iniciado en la década del ’90. Las sumas de dinero invertidas en el fútbol crecieron principalmente como consecuencia del aumento en los derechos televisivos y del esponsoreo a nivel empresarial. Simultáneamente, el mercado laboral para los jugadores profesionales de fútbol experimentó un proceso de globalización inigualable, dado que una cantidad cada vez mayor de jugadores de fútbol fueron contratados por equipos fuera de su país de origen y los pagos por transferencias, que se producen en todo el mundo, alcanzaron niveles sorprendentes. Los flujos de dinero transfronterizos que se encuentran en juego pueden escapar en gran medida al control de organizaciones nacionales y supranacionales de fútbol, lo que abre oportunidades para el movimiento y lavado de dinero. Al mismo tiempo, sumas de dinero provenientes de inversionistas privados están ingresando a los clubes de fútbol para mantenerlos en funcionamiento, y pueden ofrecer a los inversionistas una rentabilidad a largo plazo en términos de derechos de difusión, venta de entradas, ganancias provenientes de venta de jugadores y de artículos promocionales. (…) Las apuestas sobre deportes proporcionan otro modo de permitir el movimiento de grandes sumas de dinero fuera del control de los organismos reguladores. Debido a su particular estructura, al igual que a la considerable necesidad de financiación a corto plazo del sistema, particularmente a nivel institucional de los clubes en general, el fútbol ofrece una plataforma interesante para lanzarse a actividades irregulares de apuestas”. Otras áreas en las cuales los organismos internacionales han identificado como vulnerables a prácticas corruptas son la propiedad de clubes de fútbol o de jugadores, el mercado de transferencias, los derechos de imagen y los convenios de esponsoreo o publicidad.

A lo largo de todo el mundo existen diversos episodios de corrupción alrededor del fútbol, no sólo relacionados con un intento deliberado de modificar resultados deportivos (maniobra generalmente asociada al pago de sumas de dinero o favores a los árbitros involucrados en los diferentes partidos) sino también a la propia gestión administrativa de esas entidades (las cuales manejan decenas de millones de dólares sin la debida transparencia) e incluso los procesos por los cuales se eligen las sedes que albergarán determinados eventos deportivos. A modo de ejemplo, la elección de Qatar como país anfitrión de la copa mundial de fútbol de 2022 estuvo rodeada de acusaciones de corrupción y compra de votos que fueron largamente informados por la prensa internacional y que constituyen el tema central de “Los entresijos de la FIFA”, el documental de Netflix que aborda también el escándalo de corrupción de la Federación Internacional de Fútbol Asociado (FIFA) que terminó con la presidencia del suizo Joseph Blatter. El mundial de Qatar se vio rodeado, asimismo, de la polémica por el elevado número de muertos entre los trabajadores que construyeron los estadios, así como por las palabras homófobas de Khalid Salman, exjugador de la selección qatarí y embajador del Mundial. En una entrevista con la televisión alemana Salman afirmó que “La homosexualidad es haram (prohibido). No soy un musulmán estricto, pero ¿por qué es haram? Porque causa daño a la mente”.

Los clubes y organizaciones a través de las cuales se desarrolla la actividad futbolística en nuestro país tampoco quedan fuera del riesgo de casos de corrupción. En efecto, en el año 2017 Carlos Díaz, por entonces titular de la Secretaría Nacional para la Lucha contra el Lavado de Activos y el Financiamiento del Terrorismo (Senaclaft) afirmaba que “la proliferación de los gerenciamientos deportivos y de las Sociedades Anónimas Deportivas (SAD) también es foco de atención, aunque la inclusión de este grupo se centra por el lado de la asociación civil, que tienen el beneficio de exoneraciones tributarias y no son controladas por la administración tributaria, o sea, la Dirección General Impositiva. Más allá de esto, dijo que “llama la atención que los gerenciamientos que se realizaron en Uruguay no tuvieron los resultados deportivos esperados, sino que la operativa se focalizó en las transferencias al exterior”. Resulta oportuno recordar que el expresidente de la Asociación Uruguaya de Fútbol (AUF), expresidente de la Confederación Sudamericana de Fútbol (Conmebol) y ex vicepresidente de la FIFA, Eugenio Figueredo, estuvo implicado en casos de corrupción.

Ante un panorama global de estas características, resulta de vital importancia redoblar los controles para que el fútbol (una actividad social y económicamente tan importante para los uruguayos y que constituye un elemento esencial de su idiosincrasia) no sea utilizada para el lavado de activos u otras actividades delictivas. Tanto dirigentes como árbitros y jugadores e incluso todos aquellos que tienen relación con ese deporte deben extremar el cuidado para evitar ser parte involuntaria de una práctica global que se extiende por todo el mundo a pasos agigantados.

En el año 2001, durante el partido de despedida del mundo del fútbol, Diego Armando Maradona dijo una de sus frases más famosas: “El fútbol es el deporte más lindo y más sano del mundo. Porque se equivoque uno, no tiene que pagar el fútbol. Yo me equivoqué y pagué, pero la pelota no se mancha”. Lamentablemente, el mundo del fútbol de hoy deja en claro algo muy diferente: la pelota se puede manchar y mucho, tal como ha sucedido y sucede en los casos de corrupción y lavado de activos que afectan ese hermoso deporte.