¡ Luz, más luz!

Vivimos en un mundo superabundante en luz, pero a veces estamos ciegos, no vemos la realidad, nuestra luz interior no está encendida, o es muy débil. Necesitamos hacerla crecer para que pueda irradiar a los demás, y podamos así cumplir la misión de “ser luz” en este mundo tan oscurecido por los odios, las guerras y los graves errores.

La Luz es energía de origen, la que construyó el universo y la vida a partir del bíblico “Hágase la luz”. La Luz está en todos los aspectos de la vida, es vida. Lo es en todos los sentidos, físico, sicológico, espiritual, religioso. Todas las culturas de todos los tiempos hablan de ella. Es un misterio, que por ser tan cotidiano y común, no es suficientemente valorado por los humanos. Un misterio presente en todos los órdenes de la realidad.
Para los científicos, la luz es la única constante en el universo, la “referencia que nos permite dar razón del tiempo y del espacio”.

Es muy difícil comprender su comportamiento. Según los científicos, a veces es partículas, los fotones, y a veces es onda. La física hoy admite un comportamiento corpuscular, los fotones, y un comportamiento ondulatorio. Pero, ¡paradoja!, los fotones serían partículas sin masa, que no ocuparían propiamente un lugar…los fotones, la luz, estarían más allá del tiempo y del espacio…¡ El pensamiento rompe la cabeza!

Se dice también que la luz se desplaza a una increíble y pasmosa velocidad de 300.000 km por segundo. Una velocidad que los humanos no han podido alcanzar, pero queda la duda: ¿y los extraterrestres, que se supone vienen de civilizaciones mucho más avanzadas? Este tema da para muchas suposiciones, nos sentimos deslumbrados con las noticias, pero no podemos ver, aunque queramos. La luz de la razón nos dice que sí existen, pero nada más.
La vida se mantiene con la luz: los vegetales por la función clorofiliana y los animales por radiaciones luminosas a través de la piel y comiendo vegetales. La savia y la sangre son parientes químicamente hablando. La luz se acompaña de calor, como sucede en todos los procesos vitales. El ser humano recibe y emite luz continuamente.

La luz puede curar; con las nuevas tecnologías se ha descubierto que es enorme su repercusión sobre el organismo humano. Ya sabíamos su importancia para una buena calcificación ósea. Pero sabemos también que puede mejorar un estado depresivo; que los láseres médicos, luces monocromáticas concentradas, tienen un enorme poder al utilizarse como bisturí o para estimular procesos biológicos. También se usa la cromoterapia para sanar mediante el arco iris, como dice un médico Los investigadores actuales descubrieron los biofotones, y demostraron que las células del cuerpo humano se comunican entre sí a través de la luz. Las células tienen emisiones electromagnéticas.
En la historia del pensamiento encontramos al filósofo Sócrates, quien usaba la mayéutica, como método de enseñanza. Su tarea consistía en dar a luz las verdades que estaban en el interior de cada uno, así como una partera da a luz una vida que está en el seno de su madre. Sócrates asocia la luz con la verdad. Enseñaba a buscar la verdad dentro de sí mismo.
En el mito de la caverna, Platón se refiere al mismo tema. Quienes están en la oscuridad de la caverna sólo ven sombras, no ven la realidad exterior, son esclavos que deben salir a la luz. La luz representa el conocimiento, la liberación de la esclavitud. En el caso de la educación, del conocimiento, la oscuridad refiere a la ignorancia, un pensamiento que permanece vigente a través de los siglos. Aún somos muchas veces como los ciegos de la caverna que no vemos la luz, porque no queremos verla.

En este momento recuerdo a José Pedro Varela, bastante e injustamente olvidado en estos tiempos difíciles, quien decía que “La educación, como la luz del sol, debe llegar a todos” y que pedía “Luz, más luz!”, convencido de que sólo la educación podía librar al país de los males que lo aquejaban. Pienso que su pensamiento se aplica perfectamente a la situación actual, en que estamos acostumbrados a mirar hacia afuera, hacia lo material, pero estamos dejando de lado la mirada hacia adentro, hacia la luz interior.
Todos nacemos con una lucecita interior, una energía que nos da la vida, una luz que se va acrecentando con el paso del tiempo y con la educación. A medida que crece, se desarrolla en los humanos el libre albedrío y la posibilidad de elegir entre el bien y el mal, si cuentan con el apoyo de otros espíritus, más evolucionados, que irradian luz.

Me gustan estas expresiones que encontré en internet: “El amor, en todas sus manifestaciones, no deja de ser una comunicación luminosa, un acercar nuestra llama interna a la de otros seres”.
“Vemos el mundo a través de la luz externa, pero necesitamos entrar en nosotros para ‘reflexionar’ (como hace la luz), y así entender el sentido de las cosas”. Es decir, necesitamos la luz interior para ver claro.

La religión asocia la luz interior con el espíritu, la energía que no muere y que nos da vida. La luz representa la sabiduría y el bien, la oscuridad está asociada a la ignorancia y al mal. La luz simboliza un ascenso hacia la dimensión espiritual.

El maestro Jesús nos dice que somos la luz del mundo, y que la lámpara debe estar en un lugar alto para que todos la vean. Seamos creyentes o no, estamos en este mundo para ser LUZ y tenemos que hacerla brillar para aquellos que están en la oscuridad, para iluminar la mente de los ciegos y de los que no quieren ver. (Pero debemos huir de la tentación de creernos “iluminados”, de creer que lo sabemos todo),
Todos necesitamos más Luz.
La Tía Nilda