Tenemos un problema con el dólar, pero…

El presidente Luis Lacalle Pou afirmó en una entrevista con el medio televisivo argentino LN+ que en Uruguay existe “un problema con el dólar”, y que la divisa norteamericana está en un nivel “muy bajo”, algo que ha sido un reclamo reiterado en el último tiempo por el sector agroexportador, y dijo que “hoy, de hecho, tenemos un problema con el dólar. Hay que aceptarlo. El dólar está muy bajo”.

Consideró que “la moneda uruguaya se ha apreciado muchísimo. ¿Por qué? Récord de exportaciones, por suerte una buena temporada turística, entonces la moneda de refugio que era el dólar no está siendo tan buscada, están ingresando muchos (dólares), y hoy el peso se ha apreciado, cosa que está de alguna manera amenazando la competitividad, sobre todo aquellos rubros que manejan o cobran en dólares como el negocio agropecuario”.

El mandatario asimismo aludió a la idea del gobierno argentino, que busca tener a Brasil como aliado, de aplicar una moneda común en el Mercosur, lo que para Lacalle Pou es impracticable. “Lo que no es posible es tener una moneda común. Es una locura”, afirmó el mandatario uruguayo.
En cambio, Lacalle Pou dijo que “dormiría tranquilo” si los bancos centrales establecieran bandas de flotación con pisos y techos que puedan tener las distintas monedas. En ese sentido, el jefe de Estado manifestó su preocupación por la situación en el litoral uruguayo, donde la diferencia cambiaria con el país vecino resiente el comercio de ciudades como Paysandú y Salto debido al trasiego masivo por los puentes.

Por su lado, en una entrevista telefónica con Informativo Sarandí, el expresidente José Mujica destacó la necesidad de regularizar las nomas de comercio” en un Mercosur “donde cada cual tiene su Biblia”. Interrogado acerca del futuro del Mercosur, el líder emepepista reconoció sus imperfecciones. Pero también señaló virtudes, e indicó que el Mercosur tiene defectos “pero tenemos en todo caso el dilema de Tarzán, que va prendido de una liana y no la puede largar hasta que agarra la otra, y más vale tener las dos”.

Mujica, a su vez, coincidió con lo expresado por el presidente Lacalle Pou en la entrevista con La Nación, y consideró “una locura la idea de una moneda única del Mercosur, como sí la tiene la Unión Europea. Yo no sé si es una locura, pero es un imposible en este momento por la brutal asimetría de las economías” del bloque.
Es que de eso se trata precisamente y la dificultad sustancial viene del lado argentino, ante sus prácticas proteccionistas, la inestabilidad manifiesta y depreciación sistemática de su moneda, ante una economía delirante que hace que todo acuerdo ni siquiera en el corto plazo pueda resultar más o menos confiable.

Pero hay otro aspecto sí de primer orden para nuestro país, descartando de plano el delirio de la moneda única regional, que tiene que ver con el atraso cambiario, y que fue reconocido expresamente por Lacalle Pou en la entrevista con el medio argentino, aunque se cuidó de siquiera mencionar alguna medida correctiva en el corto plazo ante las dificultades manifiestas de corregir el atraso cambiario.

Un atraso cambiario que es señalado –con matices– por la unanimidad de los economistas y actores del tramado socioeconómico, solo que sin aportar posibles correctivos no traumáticos a esta altura; porque si no, ello ya hubiera sido corregido en los gobiernos del Frente Amplio, cuyo último ministro de Economía y Finanzas, Cr. Danilo Astori, siguió manteniendo el atraso cambiario porque prefirió atarse al dólar barato que a un ajuste que acarrearía inflación y un elemento de inestabilidad e incertidumbre.
Es que el dólar no es un parámetro más en la economía uruguaya, sino el sostén y eje sobre el que giran aspectos clave como la inflación, el poder adquisitivo y el recurso de ahorro de muchas personas, pero al mismo tiempo, influye drásticamente sobre la competitividad tanto para exportar como para sustitución de importaciones en aras del trabajo nacional.

Hace poco tiempo la Unión de Exportadores del Uruguay (UEU) a través de un comunicado alertó sobre las consecuencias que implica el valor del dólar contenido en nuestro país, el que ha seguido su tendencia a la baja y por lo tanto erosionando la competitividad de quienes venden productos al exterior.
Entre otros aspectos mencionó que durante 2022 “Uruguay ha sido un caso atípico en el mundo por la fuerte baja de la moneda estadounidense”, y que el tipo de cambio real global acumula un descenso de 11% en 10 meses, “lo que incide en una fuerte pérdida de competitividad frente a clientes y competidores”.

El planteo de la gremial coincide con los reclamos que se manifiestan desde diversos sectores relacionados con el comercio exterior. El descenso del 11 por ciento en diez meses es un índice muy significativo, sobre todo porque ha ocurrido mientras en el resto del mundo el dólar se fortalecía, todo lo que conspira contra los exportadores a la hora de traducir en pesos los dólares que ingresan, en un país esencialmente caro cuando se traducen las cotizaciones internas a dólares y ello debe trasladarse a los precios de lo que se produce.

Pero el tipo de cambio es un parámetro que además funciona en los dos sentidos: a los importadores el dólar “planchado” les sirve, porque abarata los artículos que se importan y pone al alcance del consumidor bienes y servicios que con la divisa valorizada quedarían fuera del alcance de muchos compradores.
Sería negar la realidad que un dólar contenido opera favorablemente para muchos sectores de la economía y alienta el consumo, pero el uso de este instrumento como un ancla de precios no es un tema nuevo ni mucho menos una exclusividad de este gobierno, menos aún si tenemos en cuenta que cuando asumió la administración del presidente Luis Lacalle Pou ya había un atraso cambiario significativo, un déficit fiscal del orden del 5 por ciento del Producto Bruto Interno (PBI), una desaceleración muy marcada de la economía, creciente desempleo y estancamiento del proceso de mejora del salario real, síntomas claros del desequilibrio.

Cuando Lacalle Pou menciona que “tenemos un problema con el dólar”, en cambio se cuida muy bien de ni siquiera esbozar cual sería la posibilidad de corregirlo durante su gobierno, y ello nos da la pauta de que efectivamente no lo corregirá, tal como no lo hicieron los sucesivos gobiernos anteriores: nadie quiere “tocar” el dólar, desde que una devaluación, aún de carácter mínimo, generaría un impacto de expectativas negativas –salvo para los exportadores– que tendría consecuencias inmediatas en la inflación y distorsionaría el entramado económico, por lo menos al principio.

Por lo tanto más allá de reconocer el problema, no hay mucho –más bien poco y nada– que esperar al respecto cuando se ha superado ya más de la mitad del mandato, porque los costos políticos de una medida correctiva resultarían imposibles de absorber ante el acto eleccionario, y solo cabe esperar que lo que se tiene que hacer lo haga el gobierno que viene, y si es posible, en medio de un acuerdo político –como debería ser el caso de la reforma jubilatoria– para que entre todos se repartan las responsabilidades de lo que se debe hacer, por encima de partidos y de quien esté en el poder circunstancialmente.