La gestión de los residuos hogareños es un problema grande, y cuanto más grande la ciudad y más poblada, más grande el problema. En nuestro país se lleva adelante desde el actual período de gobierno un Plan Nacional de Gestión de Residuos (PNGR), explicitado en un documento de más de 600 páginas, lo que da la pauta de la complejidad del asunto. Ese documento presenta al plan como “un instrumento de planificación estratégica a nivel nacional dirigido a lograr la mejora de la gestión de residuos en el marco de la transición hacia un Uruguay más circular” y plantea que a partir de él “se espera que avancen los procesos de planificación de gestión de residuos a nivel departamental, para que la planificación sea un instrumento clave para el desarrollo de acciones y la movilización de recursos tanto en el ámbito nacional como departamental”.
Otro enunciado interesante es que se espera (el gobierno al menos lo espera) que “este proceso posicione a Uruguay como un país modelo, en el cual el sector de residuos sea motor de las transformaciones para lograr el desarrollo sostenible”. Como fin último se espera que este propicie “un modelo de desarrollo sostenible, mediante la prevención y reducción de los impactos adversos de la generación y gestión de los residuos y el reconocimiento de los residuos como un recurso, capaz de generar valor y empleo”. El plan se ordena en cuatro capítulos. El primero de ellos es un Marco General, en el que se presenta “el marco conceptual y político-institucional del plan, así como sus principales antecedentes a nivel internacional” y se cierra con una presentación general de los principales rumbos del plan. En el segundo capítulo se hace una exposición de Línea de Base, es decir, se presenta “el estado de situación a nivel nacional, con una mirada crítica que identifica el punto de partida desde el cual se construye el PNGR”.
Y es aquí donde iremos enseguida a profundizar, pero antes debemos consignar que el tercer capítulo refiere a los objetivos y líneas de acción y se actualizan las competencias departamentales en materia de gestión de residuos domiciliarios. El cuarto y último capítulo pauta el seguimiento y la evaluación, enfocándose en la definición de los mecanismos para ello.
Hoy nos interesa adentrarnos en ese diagnóstico que consta en el plan sobre el punto de partida desde el que se comienza a construir este modelo de desarrollo, y —como es posible prever— el tamaño del desafío es considerable. “Lamentablemente las modalidades de disposición que priman no son las de rellenos sanitarios, sino que aún persistente un número importante de vertederos a cielo abierto. La razón principal de los altos índices de disposición final frente a otras alternativas de valorización de residuos es económica y estructural del sector. Esta situación se debe a que los costos de las alternativas de valorización superan los costos de la disposición final en terreno, lo cual dificulta aún más la situación presupuestal de las intendencias en materia de gestión de residuos”, plantea, por ejemplo.
Pero hay más, indica esta evaluación que los residuos domiciliarios son el 36% —en peso— del total general de residuos en el país. Aunque, claro, tiene sus particularidades que hacen prioritaria su atención, tanto desde el punto de vista ambiental como por las implicaciones sociales.
Señala además el documento del Ministerio de Ambiente que “existe una gran informalidad en la cadena de valorización de materiales”, con una importante actividad de clasificación informal que se realiza tanto en la vía pública como en los sitios de disposición final de residuos, “en condiciones de extrema vulnerabilidad social y sanitaria”. Institucionalmente también señala que la normativa es muy dispar entre las diferentes intendencias, “con ordenanzas de higiene y limpieza bastante desactualizadas y nacidas con un abordaje desde la higiene y estética de la ciudad, pero no con un enfoque ambiental” y que son “casi inexistentes los abordajes de educación, prevención, reuso y valorización de los residuos”. Y a este panorama se agregó una mayor complejidad con la creación de los municipios en el año 2010.
Pero hay un aspecto que no se plantea en este análisis y que es un poco anterior y que debería considerar a la ciudadanía, su disposición a participar en un esquema de valorización de residuos mediante la clasificación. Esto no está medido en la línea base que se expone en el plan, pero es un detalle muy relevante y es algo en lo que ya se podría estar trabajando a partir de algunas premisas, por ejemplo una de ellas podría ser el diseño de un método intuitivo de clasificación hogareña de residuos. Un método que todas las personas puedan tener claro, así como desde niños aprendemos el funcionamiento de un semáforo.
Claro, a las intendencias hablar de esto no les hace mucha gracia, porque es un desafío después de una clasificación hogareña dar continuidad a la cadena, es decir, que en la recolección se mantengan esos residuos separados. Y es comprensible porque supondría cuando menos duplicar el esfuerzo de recolección (y los costos). Esperar a que esté todo lo demás listo para luego recién comenzar a trabajar en la clasificación hogareña puede hacer que se extiendan los plazos, porque tampoco es que haya mucha avidez, hoy casi no hay incentivos. Si los hubiese, los centros de entrega voluntaria de reciclables deberían estar constantemente desbordados y esa no es la realidad: por más que se usan cada vez más, todavía es un mínimo de la población el que acude a ellos para depositar plásticos, cartones y otros reciclables (siempre limpios, secos y compactados). Mucho menos aún son quienes recurren a otros servicios como Ciclo Orgánico, para el reciclaje de residuos orgánicos, o quienes los procesan en una gestión doméstica.
Según datos del Ministerio de Ambiente y Cempre, presentados durante una actividad en la reciente Expo Uruguay Sostenible, el 60% de quienes no clasifican no lo hacen porque no saben dónde llevar sus residuos. Contra eso hay dos medidas: informar y difundir, por supuesto, pero ante todo diseñar un sistema que haga que sea fácil de saber dónde se lleva o se deja cada cosa, pero tan fácil como saber que con la luz verde se cruza y que con roja hay que parar.
→ Leer más