Reunión de fin de cursos

“Voy a decir unas palabras”, dijo Cristina. “No me hables con faltas de ortografía”, respondió Milton Pagani, sonriendo.

En un ambiente de exquisita camaradería, como es usual, transcurrió la última reunión del año, para la entrega de certificados y una comida compartida. Dice Cristina: “Nuestro profesor a veces es un peso pesado, pero es llevadero; a veces exige demasiado, pero al fin hace lo que nosotros queremos. Buscarle la vuelta para que haga lo que queremos es complicado. Queremos que sea al revés” (Menos mal que aclaró que no sabe hablar en público). Pasamos un año precioso, concluye, y le entrega un presente.

La tarjeta que le entrega es resultado de las clases, más búsqueda en el Google, mensajes, Excel, en fin, una mezcolanza. Pero aprendió a hacer esta mezcolanza, aunque sea solo eso.
Destaca otra compañera la paciencia y la amabilidad del profe, y en esto estamos todos totalmente de acuerdo. Realmente, Milton es un profe muy especial, que tiene mucho estudio y mucha preparación para enseñar las tecnologías de la información.

Aclara Milton que todo lo que hace, lo hace de corazón, porque él es así y nació así. Tiene muchos, muchos diplomas de especialización, de preparación para dar la clase. (No sé exactamente si esta es la palabra adecuada, pero creo que tiene lo que se dice “carisma”, sus clases son muy atractivas para todos, sin importar la edad. Siempre se establece con él una conexión espiritual muy fuerte, ninguno escapa a su arte educativo).

Se mimetiza tanto con sus alumnos, que antes que le pregunten algo, ya sabe qué le van a preguntar. Cuando charla con ellos, ni se aburre ni se estresa, “con ustedes estoy de vacaciones”, así nos dice. A pesar de que somos nosotros los pesados, porque no entendemos y preguntamos una y otra vez, pero jamás lo hemos visto enojado o impaciente, siempre sonriente, paciente y con el chiste pronto. Nos exige con gran amabilidad y acepta las interrupciones con calma, no deja a nadie con la espina.

Su mayor satisfacción es ver que siempre logra esa comunicación extraordinaria con todos, y siempre sus alumnos aprenden algo, aunque sean muy mayorcitos y con dificultades de aprendizaje. Todos los que vienen en su busca, son (somos) necesitados de resolver algún problema con la compu, la tablet o el celular, y nadie se queda sin respuesta. A partir de ahí, nos incorporamos a un grupo, donde aprendemos más o menos tecnología, pero donde siempre encontramos un ambiente muy acogedor y nos sentimos distendidos y felices.

Doy lo más que puedo –dice– porque me gusta que me digan que contigo yo aprendí (en especial los que hace mucho que peinamos canas). Trata siempre de atrapar al alumno para que siga yendo a la clase, y siga en el grupo. Los grupos de este año son especiales, no hubo que enfrentar problemas de carácter. Pero reconoce que hay algunas personas con un carácter muy difícil, gente complicada, que con nada está conforme, con los que hay que respirar antes de contestar. Aunque generalmente los complicados se ajustan solos, se retiran cuando se dan cuenta que estuvieron mal.

Nos cuenta Milton que hace unos años hizo un curso de 4 años en la UTN, donde formó parte de un grupo de 71 alumnos, 70 profes universitarios, más él, para aprender las tecnologías educativas. Y conseguir la Licenciatura. Cada materia se defendía como una minitesis para la aprobación, los otros profesores compañeros de la carrera iban a presenciar sus exámenes, porque, así aprendían nuevas técnicas de dar clases. Y más de una vez un docente universitario le decía. “Vos tenés un halo”.

¡Pero a pesar de ese halo, nos dice que él aprende con nosotros! A veces repite lo que ya enseñó, para ayudar a los nuevos, que recién entran al grupo. Tiene clases con adolescentes, se adapta a ellos. Tiene clases con jóvenes, que saben mucho de redes sociales, pero no de programas para defenderse en lo laboral.
Nos cuenta que en Montevideo hubo un Congreso sobre Tecnologías de la Información, en el que participaron 3.400 personas, y donde participaron 123 exalumnos suyos, ingenieros y técnicos, un gran orgullo.

Estuvo muy divertida la entrega de certificados, que relataré sin orden, usando la memoria a corto plazo.
Pasó primero Lidia, una alumna que hace años hizo un curso, luego dejó y este año volvió. Ha llegado a asistir a dos clases seguidas y tenía a su marido preocupado buscándola.
Ana; dice ella que está en inicial, pasa a preescolar, recién a la mitad del año comenzó, pero la amistad iniciada es fuerte.

Elena vino porque la trajeron sus hijos, que fueron alumnos de Milton. No quería cursar, pero al fin aflojó, dándose cuenta que nunca es tarde para aprender. Tuvo problemas con el ratón y con…, pero salió a flote.

Elizabeth, una genia, participó en nueve talleres; es la que está realmente en todo, hace tiempo que viene a esta clase. Se destaca por ser muy solidaria y muy chistosa, es quien da la nota más divertida, siempre.

María de los Ángeles. Empezó hace tiempo, dejó y volvió a empezar. Lo gracioso en este caso es que acaba de festejar su cumple, la segunda vez en el año, según el error de la red social. Ya la habíamos saludado un 13 de … ( no recuerdo bien el mes), pero su verdadero cumple es el 13 de diciembre.

Liliana, empezó este año. Por supuesto que seguirá viniendo el próximo año.
Juan, viene de mañana, comenzó viniendo a pedir ayuda a causa de un aparato tecnológico que no le funcionaba, y se quedó en un grupo.
Cristina hace tiempo que viene a clase, se caracteriza por llegar tarde siempre. Aunque se lo proponga, no puede. Porque hace frío, porque hace calor, porque está cansada, porque… siempre un motivo distinto.

Luisa, quien dice no haber aprendido nada –lo cual en esencia no es verdad, porque siempre algo se aprende–.
Marta está muy conforme, porque las clases la ayudaron en el curso de fotografía que realizó en la Universidad.
Pedro, otro ejemplo de alguien que vino pidiendo ayuda para resolver un problema tecnológico, y se incorporó a un grupo.
Edith, una alumna cero falta. Un día, Milton le dijo: “tienes que aprender computación”. Ella no quería, pero él la convenció diciéndole “Vení y probá a ver si te gusta”. Y Edith nos contó que hace 13 años que viene a clases y no falta.

Juan Carlos, un reincidente, hace años hizo un curso; este año volvió, atrapado por el profe.
Virginia, empezó ya empezado el curso, valga la redundancia, pero aprendió bastante, para solucionar sus problemas con el celular.
Arturo, se relacionó con Milton por un problema de mecánica, pero quedó atrapado también, en las redes de la informática.
Finalmente, la “tía Nilda”, después de unas palabras, fue aplaudida y repartió una tarjetita fruto de las clases.
La esposa de Milton, Traudy, y su hija Rossina, la Profe y animadora del Taller de dibujo del Ceupa, también participaron sacando fotos.
En fin, concluyeron las clases con 36 participantes. Fueron preciosos momentos de regocijo, de los cuales me siento muy agradecida.

La Tía Nilda