Acabo de leer esta expresión en un libro que habla sobre el Padre Pío, y creo que es la más adecuada para describir lo que experimenté en la fiesta de cumpleaños de mi amiga Gladys. Porque allí realmente se palpaba una inmensa energía de amor.
Una inolvidable fiesta, como muy pocas, donde todo era armonía: la temperatura ambiente, la música variada, para escuchar y para bailar, la comida, las luces que corrían y fluctuaban, las personas y su exquisito trato, los recuerdos, ¡cuántos!, el impecable servicio, la algarabía.
Recuerdos de épocas pasadas, de años de estudiantes y de años de trabajo, de las familias, las amistades y los noviazgos. Recuerdos de las peripecias pasadas de cuando éramos estudiantes, de los nervios en los concursos, de ruidos en la noche, para asustar a la maestra…
A la “hora señalada”, llegamos con Ángela. Ya había allí unos cuantos parientes y la cumpleañera Gladys salió a recibirnos con su proverbial gentileza y simpatía. Nos condujo al salón, donde estaban preparadas las mesas octogonales con sus manteles blancos y el aroma exquisito de los jazmines.
Necesitamos dos mesas para el grupo de maestras amigas, un lugar especial. Un ambiente cálido, circulaba esa energía de amor pocas veces vista en una familia y en las amistades, ninguna nota discordante. Eso me hace pensar en la calidad humana de toda esta gente allí reunida, todas con un solo objetivo: complimentar a Gladys, una persona que realmente lo merece.
Poco a poco el salón se fue llenando, cundía la alegría en todo el espacio. Esposo, hijos, nietos, hermanos, primos y sus respectivas familias y amigos. Allí había más de cien, pero sólo hablé con unos 35, entre conocidos, amigos y algunos a quienes veía por primera vez. Un gentío, realmente.
Me sentí muy orgullosa y sorprendida cuando, no más llegar, Carlitos, el esposo de Gladys y su yerno, me saludaron y me felicitaron por mis notas en el diario. ¡No imaginaba que tendría tantos fans!
Fluían los recuerdos, las anécdotas, las risas y los asombros, después de tanto tiempo sin verse.
Ana, Olga y su esposo, Marita y el suyo, Nelly, Graciela, Angela, Sara L., Alicia, Susana, Graciela y Lila. Lástima que faltaban Sara C. y Estela, por distintas razones. El esposo de Marta, según me dijo, estaba con una fuerte tos y no pudo concurrir. Aproveché, dado que soy bastante metiche, para recetarle el jarabe de cebolla, que es muy efectivo y natural.
Lila y Graciela se hicieron esperar, pero finalmente arribaron, con gran alegría de todos. Algo increíble, Ana no reconoció inicialmente a Graciela. Tuvo lo que se llama un lapsus, según los sicoanalistas.
Gladys circulaba de mesa en mesa, atendiendo a todos, no quedó nadie sin su cariñoso saludo.
Asombroso: la hija de Marta, profe del Liceo 7, también me lee. ¡Me estoy haciendo famosa!
Graciela y Susana necesitan usar bastón, pero como aconseja la Madre Teresa, ¡no se detienen! Porque todas nosotras compas, tenemos aún mucha energía, es la energía de amor que nos gobierna, ¡aún tenemos para rato!, a pesar de algunas nanas típicas de la edad. Mantenemos el espíritu en alto, eso es lo importante.
En medio de esta algarabía me encontré con Teresita, hermana de Carlitos y prima de Susana, a quien no veía desde hace unos 60 años, ¡casi nada! Y casi al final de la fiesta, encontré a Dora, mi exdirectora de Algorta. Aprovechamos para relincharnos bastante, recordando compas, tiempos y circunstancias vividas.
La comida, exquisita toda, la atención fabulosa, los mozos, el catering, todo especial.
Una larga mesa con las entradas, cada uno se servía a gusto: frutos secos, arándanos, uvas, paté, bondiola, jamón, tostadas, salsa, tomates, “cebollas”, manzana, paltas, queso, romero. Refresco, whisky y cerveza, sirvieron, a elegir.
Luego, una ronda de pizzas variadas. El asado en trocitos, salsa ketchup, mayonesa, salsa de tomate y morrón. Bebida, refrescos y vino. Pero nadie empinó el codo, son todas gentes pacíficas y moderadas para tomar.
Los familiares armaron un hermoso video sobre la vida de la cumpleañera. Como no los conozco, no puedo opinar mucho en este caso. Sólo puedo decir que se palpaba la buena onda entre los familiares, que Gladys tiene la grandiosa suerte de tener una familia ejemplar.
Todo el tiempo hubo música, melódica para escuchar, un popourrit de canciones para bailar. Viejos y jóvenes, todos se sacudieron con el ritmo de cumbias, plenas y otros. Las luces que corrían formando arcos, un espectáculo visual hermoso.
Y Fabián, de quien tengo el orgullo de ser su pariente, nos hizo divertir con sus anécdotas y sus chistes muy sabrosos. Como siempre, desplegó su buen humor y su energía. Se refirió a la hermosa relación entre Gladys y su esposo, una pareja que en enero cumplirá 59 años de armonioso matrimonio, que los hace muy queribles por todos.
Llegó el culminante momento de cortar la torta: irrumpieron la bengala, el canto y la música. Los familiares filmaron todo.
Luego Omar Pandolfo cantó una hermosa canción dedicada a Gladys.
Graciela, Angela, Ana y yo, nos despedimos, pero muchos quedaron festejando. Eran las 2 de la mañana, habíamos pasado unas 7 horas de fabulosa fiesta y diversión, que quedará para el recuerdo.
¡Gracias, Gladys, por tanta energía de amor!
La Tía Nilda
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