El ancla cambiaria, una fórmula que revela ausencia de soluciones reales

Con los exportadores uruguayos que vienen reclamando desde hace ya mucho tiempo que el tipo de cambio real se acerque a la realidad en nuestro país y por lo tanto se vaya dejando atrás paulatinamente el atraso cambiario que contribuye a dejar fuera de competitividad internacional a nuestros productos, en Argentina, con una economía desquiciada desde hace décadas, el gobierno de Javier Milei está apostando gran parte de sus cartas a bajar la inflación por la vía de revertir el tipo de cambio irreal que hacía a la Argentina ridículamente más barata en el contexto internacional mediante un proteccionismo a rajatabla. Este proceso ya se está viendo en las zonas fronterizas como el litoral, donde los valores entre ambas orillas se están acercando, aunque todavía hay desbalance en favor de Argentina.

Hace pocas horas, en entrevista con EL TELEGRAFO, el ex subsecretario del Ministerio de Economía y Finanzas durante el gobierno del Frente Amplio, Cr. Pablo Ferreri, aseguró que Uruguay tiene el atraso cambiario más importante de los últimos 25 años, con el crecimiento de la economía que no supera el 1% anual.
A la vez el exjerarca reconoció que la baja de inflación –el propósito central del atraso cambiario– colabora con la estabilidad de los precios en general, y evaluó que “es muy buena noticia que Uruguay tenga una inflación baja y eso colabora con la estabilidad de precios. Pero también, hay que lograrlo con ciertos equilibrios en lo que tiene que ver con el tipo de cambio. Pero la contracara es el atraso cambiario más grande de los últimos 25 años. Llevamos 24 meses de pérdida consecutiva de competitividad, un 23% en los últimos 18 o 24 meses”, dijo a EL TELEGRAFO.

Explicó que el sector exportador en su totalidad “vio resentida de manera muy notable su rentabilidad; también quienes producen en el mercado local y tienen que competir con productos importados. Eso no es una cuestión de los malla oro, sino que nos preocupa los puestos de trabajo asociados a las industrias de bienes y servicios”.

Opinó que “el gobierno ha tenido una actitud muy pasiva, prácticamente de inacción, frente al tipo de cambio. Nadie pide que fije el valor del dólar porque sería imposible hacerlo, pero sí dar señales de preocupación y de intervención en los mercados para evitar saltos demasiados bruscos”.

En líneas generales, estos conceptos coinciden con la realidad, solo que el ex subsecretario de los gobiernos de la coalición de izquierdas se cuidó de no señalar que estos mismos criterios y consecuencias se aplicaron durante la gestión de los gobiernos de Tabaré Vázquez y José Mujica, aunque en contextos internacionales mucho más favorables que los actuales y durante los cuales se utilizó también el ancla cambiaria para combatir la inflación. Tampoco con el éxito que se podía esperar, porque la distorsión del gasto estatal por encima de los ingresos, sobre todo tras la época de la época de bonanza por los altos precios internacionales de las materias primas que producíamos, hizo que se disparara el déficit fiscal. En tanto los exportadores también protestaban repetidamente por el dólar depreciado que ya había iniciado la carrera de la inflación interna en dólares, que se ha incrementado significativamente en los últimos dos años,
Quiere decir que cuando se ha sido gobierno y se ha tenido que enfrentar estos problemas en la economía, y se ha optado por las mismas medidas –tampoco había muchas alternativas a mano por cierto, sobre todo por los cortoplascismos del sistema político que apuntan a la siguiente contienda electoral– no se está en condiciones de tirar la primera piedra, porque no se resiste archivo.

Pero es cierto, el ancla cambiaria es el recurso que se sigue utilizando una y otra vez, con el alto riesgo de seguir acumulando distorsión, comprometer la actividad exportadora y a los sectores que desarrollan sus actividades en competencia con productos importados, porque es mucho más difícil y de largo plazo trabajar en las reformas estructurales que permitan que realmente se puedan abatir costos internos en forma sustentable, con una mejor relación de bienes y servicios respecto a los ingresos promedio de la población e insumos de empresas.

Y con la mirada puesta en la vecina Argentina, nos encontramos con que entre las medidas del controvertido presidente Javier Milei para intentar más o menos sincerar la desquiciada economía, se está aplicando el ancla cambiaria para pretender controlar la inflación, a la vez de tratar de contener el gasto estatal, lo que a su vez ha traído aparejada una pronunciada caída del poder adquisitivo del promedio de las familias argentinas y consecuentemente generando una creciente presión social.

En su eterno movimiento pendular, Argentina vuelve a estar, al menos en algunos rubros, cara en dólares. Con elevada inflación y un tipo de cambio oficial virtualmente congelado luego de la devaluación de diciembre pasado, en apenas cuatro meses parte de los precios pasaron de estar absurdamente baratos a trepar por encima o al mismo valor de los valores que se registran en países vecinos. Esa elevada inflación en dólares que se viene acumulando en lo que va del año enciende alertas en torno a un incipiente atraso cambiario en la vecina orilla.

“El ajuste de tarifas y el incremento de otros costos están borrando buena parte del colchón cambiario generado por el salto devaluatorio de diciembre pasado. Llegamos a la etapa en la que la mayoría de los planes de estabilización en Argentina se enfrentan a una gran disyuntiva: se vuelve a devaluar para recuperar parte del colchón perdido o se mantiene el atraso del tipo de cambio para contribuir a la desaceleración de la inflación”, dijo a El País Víctor Beker, director del Centro de Estudios de la Nueva Economía de la Universidad de Belgrano, en Buenos Aires.

Tras el salto del 118% del tipo de cambio oficial dispuesto al inicio del gobierno de Javier Milei para corregir el atraso cambiario acumulado, el dólar viene siendo utilizado como ancla para intentar detener el alza de los precios.

Claro, en la economía argentina, donde los subsidios, el proteccionismo a ultranza, la corrupción, los precios fijados administrativamente durante décadas, la burocracia estatal plagada de ñoquis y gasto estatal a manos llenas sin ingresos reales y uno de los mayores índices inflacionarios del mundo, la tentación del ancla cambiaria y ordenar las cuentas del Estado al fin de cuentas suenan a una “solución” posible por ser el mal menor.
Y esto es una receta la que han venido apelando los gobiernos de economías “ordenadas” en la región, lo que indica al fin de cuentas lo mal que andamos por estos lares, donde se siguen postergando las correcciones de fondo para seguir tirando con las medidas que atacan los síntomas, pero que dejan de lado las causas de las distorsiones, que es lo mismo que seguir administrando aspirinas a un enfermo terminal.

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