El bienestar financiero de los uruguayos

El Banco Central del Uruguay junto a la CAF presentaron esta semana los resultados de la Encuesta Nacional de Capacidades Financieras de Uruguay, un estudio que llevó a cabo la consultora Ipsos entre abril y mayo de 2022, sondeando una muestra representativa de 1.200 personas mayores de 18 años, tanto de áreas urbanas como rurales y de diversos niveles socioeconómicos.
Más allá de los datos generales que se han ido conociendo en estos días, el estudio es muy pormenorizado, con cifras y comparaciones que permiten tener una idea bastante acabada sobre la relación de los uruguayos con las finanzas, con el sistema financiero y sus instrumentos y se mide a partir de muchísimas variables: género, condición socioeconómica, área de residencia, nivel educativo, etcétera.
Destacó en su análisis el Banco Central que “el nivel de conocimientos financieros de los ciudadanos uruguayos supera el promedio regional, lo que eleva el índice de capacidades financieras a un nivel aceptable”, pero, contrasta, se identificaron a la vez “desafíos en su comportamiento y actitud hacia las finanzas que requieren atención”. En el estudio se construyó un indicador de educación o de capacidades financieras, el que toma en consideración tres índices informativos que son los de: conocimiento financiero, comportamiento financiero y actitudes financieras. Al respecto se destaca que “el 60% de los uruguayos exhiben adecuadas capacidades financieras, aunque hay diferencias según el grupo poblacional. Sin embargo, los índices de comportamiento y actitud financiera óptimos son más bajos (37% y 38% respectivamente)”.
El informe está accesible desde la página del Banco Central y su lectura es más que recomendable, sobre todo en esta época y por quienes tienen la tarea de pensar y, eventualmente, tendrán el desafío de ejecutar las políticas en nuestro país desde marzo del año próximo.
Pero más allá de estos índices de conocimiento financiero, comportamiento financiero y actitudes financieras, hay otro valor reflejado en las estadísticas que es interesante de apreciar, que es el de bienestar financiero.
Antes que nada, veamos qué es el bienestar financiero. La Oficina para la Protección Financiera del Consumidor (CFPB) del gobierno de los Estados Unidos propuso medirlo en base en cuatro capacidades de cada individuo: tener control diario y mensual de las finanzas; capacidad de absorción de un shock o choque financiero; encontrarse en camino de alcanzar las metas financieras que se ha propuesto; y contar con la libertad financiera suficiente para tomar decisiones que le permitan disfrutar de la vida.
Qué dice al respecto el cálculo presentado en la Encuesta: “El total nacional alcanza un promedio de 39,8 puntos”, un registro que evalúa como “considerablemente menor al considerado como puntaje alto en el índice —a partir de los 70 puntos—”. De hecho ninguno de los grupos poblacionales evaluados alcanza valores considerados altos. “El máximo puntaje que alcanza un grupo poblacional es aquel conformado por las personas de nivel socioeconómico alto y medio alto, con un valor del índice de 60 puntos”, señala. Luego el informe entra en algunas comparativas entre grupos. “Observando la existencia de diferencias por género, se encuentra una brecha de 5 puntos entre hombres y mujeres, quienes respectivamente alcanzan 43 y 38 puntos”. Agrega que la diferencia “entre la población rural y la urbana es inferior a la brecha por género”, en este caso es la población rural la que presenta un mayor bienestar financiero, con 42,3 puntos, contra los 39,7 de la población urbana. El informe presentó además “una correlación negativa entre el valor del índice y la edad de los individuos”. Las diferencias entre grupos de edad “son pequeñas”, salvo por a la diferencia en los jóvenes de 18 a 25 años y los demás grupos etarios. Sí se encuentran —como era de esperarse— grandes diferencias en el bienestar financiero entre los grupos considerados en función de su nivel socioeconómico y educativo (NSE). “Mientras que las personas de nivel socioeconómico bajo alcanzan en promedio un valor del índice de 35 puntos, aquellos de NSE alto y medio alto alcanzan un valor promedio de 60 puntos, conformando una brecha de 25 puntos”. Del mismo modo, entre las personas sin educación se tiene un bienestar promedio de 27 puntos, mientras que entre las personas que poseen un posgrado se tiene un puntaje de 56, es decir, una diferencia entre los extremos de 29 puntos.
Para el total de la población adulta de Uruguay “se encuentra que sólo un 15% alcanza valores de bienestar altos, porcentaje que indica que la mayoría de las personas únicamente presenta un bienestar medio o bajo”. La excepción son las personas de nivel socioeconómico medio alto, “para quienes se registra que cerca de la mitad de las personas presentan valores altos del índice”, mientras entre las personas con posgrado como nivel educativo, el 41% muestra valores altos. “Los demás grupos poblacionales muestran porcentajes muy bajos de personas con alto bienestar financiero”.
Al cierre de la sección bienestar financiero la encuesta refiere al porcentaje de personas que responde positivamente a cada pregunta. La amplia mayoría, el 87% de los adultos uruguayos, contestó que antes de comprar algo considera cuidadosamente si puede pagarlo y el 61% indicó que no tiene demasiadas deudas. La otra cada de la moneda es que “únicamente un 11% de las personas declaran que le sobra dinero a fin de mes” y solo el 14% declaró presentar “una conducta de ahorro a corto y a largo plazo”.
Claramente no todos los aspectos que se evalúan en esta encuesta pueden ser atendidos por una política de educación financiera, así como tampoco hay que quedarse en esa comparativa regional sobre conocimiento, en la que el país sale bien parado. Así como hace algunas semanas se anunció una campaña de educación financiera –y una plataforma, además– dirigida específicamente a los jóvenes, también hay un esfuerzo que hacer para educar a un público ya adulto al que se le puso en la mano una serie de instrumentos que sí, que son un recurso, pero que, mal usados, también pueden ser un dolor de cabeza y un obstáculo para alcanzar ese pretendido bienestar.

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