Vacunarse hace bien

Estamos transitando la Semana de la Vacunación de las Américas, la 22ª edición concretamente de esta serie de acciones que tienen como propósito promover la vacunación en todo el continente y reconocer su importancia como herramienta de política pública en materia de salud. Este año el lema de la semana es “Protegé tu futuro #Vacunate” y bajo este rótulo se han programado actividades a lo largo y ancho de los países de América.

Nuestro país tiene una larga tradición en materia de vacunación. En la publicación dedicada a anunciar esta semana el Ministerio de Salud Pública (MSP) recordó que en 1982 se implementó en Uruguay el Programa Ampliado de Inmunizaciones (PAI) “que facilita y promueve la accesibilidad a las vacunas. A partir del PAI las vacunas obligatorias se administran de forma gratuita y universal en todos los puestos de vacunación, tanto públicos como privados, independientemente del prestador del que la persona sea usuaria”. Pero incluso desde antes el Estado uruguayo asumió su compromiso con la vacunación, asumiéndola como “una medida de salud pública que ha demostrado ser la estrategia de prevención primaria más eficiente y de mayor beneficio, en tanto ha permitido reducir y erradicar en algunos casos la circulación de enfermedades infecciosas graves y prevenibles”.

En Uruguay, las tasas de cobertura se han sostenido siempre por encima del 90%, lo que ha contribuido “a relevantes logros sanitarios como la erradicación de la polio, el tétanos del recién nacido y la difteria. Se traducen, además, en un alto grado de control de enfermedades prevenibles y colocan al país a la vanguardia en materia de vacunación en América”, afirmó la cartera, que además destacó los índices para algunas vacunas específicas, en concreto las “consideradas por la Organización Panamericana de la Salud (OPS) como marcadoras para la evaluación de los programas de vacunación”. Por ejemplo mencionó que las“Pentavalente (con componente contra tétanos, tos ferina, Haemophilus influenzae tipo B y Hepatitis B), Triple Viral SRP (Sarampión Rubeola y Paperas) y anti-poliomielítica superaron el 90% en el año 2023”. La primera dosis de la vacuna Pentavalente y anti-poliomielítica, que se administran en lactantes a los 2 meses, tienen una cobertura del 98% y las terceras dosis, que se coadministran en lactantes a partir de los 6 meses, alcanzan una cobertura del 95%. En el caso de la Triple Viral —contra sarampión y rubeola— que se administra a partir del año, tiene una cobertura del 96% en su primera dosis, mientras que en la segunda, a partir de los 15 meses, alcanza al 93%. El segundo refuerzo contra el tétanos y difteria, incluido en la Triple Bacteriana —administrada a partir de los 5 años—, tiene una cobertura del 95%.
En el marco de esta Semana de la Vacunación de las Américas el Ministerio está realizando una campaña en la que llama a “chequear los Certificados Esquema de Vacunación (CEV), tanto de los niños como de los adultos, y actualizarlos en el caso de que haya vacunas pendientes”.
Pero además de dar a conocer estos datos y recordar la relevancia estratégica de la vacunación en las políticas sanitarias del país, también es necesario hacer frente a las corrientes de desinformación acerca de las vacunas. Corrientes que, contrario a lo que podría pensarse, no empezaron con la pandemia sino que ya venían de antes, con versiones que se habían ido extendiendo sobre algunas vacunas puntuales, entre ellas la de la gripe y la del HPV. Ojo, esto sin dejar de reconocer que los procedimientos de distribución de las vacunas contra la COVID-19 durante la pandemia fueron lo más alejado que se puede esperar del concepto de solidaridad y que primaron sobremanera allí los intereses comerciales de las empresas que las producían, que sabotearon los procedimientos diseñados por la Organización Mundial de la Salud para tratar de llevar adelante una distribución equitativa. Pero una cosa es una cosa y otra cosa es otra cosa.
Entre los materiales información que en el contexto de esta semana la Organización Panamericana de la Salud (OPS) ha difundido, se han publicado contestaciones a algunos mitos relacionados con la vacunación.
Entre ellos por ejemplo la versión de que determinadas vacunas son causantes de autismo, algo de lo que no hay evidencia en absoluto. “No existe asociación entre la vacuna contra el sarampión, la rubeola, y las paperas (SRP) y el autismo. Un único estudio, que fue mal diseñado y ya refutado, reportó esta asociación en 1998. Desde ese entonces, cientos de estudios bien diseñados han confirmado que no hay riesgo de autismo por vacunación”, publicó el organismo.
Del mismo modo se contesta a la duda sobre la existencia en las fórmulas de elementos “peligrosos y tóxicos”. Afirma al respecto que, “aunque los ingredientes en las etiquetas de las vacunas pueden verse intimidantes (p.ej. mercurio, aluminio o formaldehído), usualmente se los encuentra naturalmente en el cuerpo, en la comida que consumimos y en el medio ambiente a nuestro alrededor. Las cantidades en las vacunas son muy pequeñas y no ‘envenenarán’ o lastimarán al cuerpo”.
Las vacunas, asegura el documento, “pasan por procesos científicos largos y rigurosos para asegurarse que son seguras, y son monitoreadas continuamente para detectar problemas de seguridad. El riesgo de efectos a largo plazo de enfermedades prevenibles por vacunación como el sarampión y la poliomielitis es mucho mayor”. No obstante reconoce que algunas personas pueden experimentar “efectos secundarios leves a corto plazo a la vacunación, como dolor en el lugar de la inyección, fiebre de bajo grado, malestar general o erupción cutánea”, y aunque pueden ser incómodos temporalmente, “no son graves y significan que el sistema inmunológico está practicando cómo combatir el virus o las bacterias si se expone a estos”.
Por supuesto que también desmiente la posible presencia de “chips”, como se ha llegado a manifestar. “Absolutamente ninguna vacuna —incluidas las vacunas contra la COVID-19 cuando estén disponibles— contiene microchips incluido, que permitan a los gobiernos o a cualquier otra entidad en el poder rastrear a las personas”. Parece llamativo que haya que salir a aclararlo, pero en estas épocas en las que las voces de las personas calificadas son rebatidas por cualquiera que tenga al alcance un acceso a internet, ningún esfuerzo es vano para defender esta herramienta que nos ha permitido llegar hasta acá.

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