Que no has de beber

Es posible que resulte hasta fuera de lugar, podría decirse, venir con el tema del agua en momentos en que molesta por lo abundante, en tiempos en los que hay todavía muchos compatriotas fuera de sus hogares y a tan pocos kilómetros se vive la catástrofe inédita que están soportando los vecinos de Rio Grande do Sul, donde con pocos días de diferencia los niveles de inundación superaron dos veces el récord histórico anterior, del año 1941. Es entendible que se haga esa lectura, pero es necesario que estos temas se discutan no solamente en los momentos en que hay sequías extremas, como las que vivió el continente y más específicamente nuestra región en los últimos tres años de forma consecutiva.

Es que esta agua que inunda Paysandú, desciende desde los tramos altos y medios del río Uruguay, en el mismo territorio de Río Grande del Sur, aunque la peor parte fue para la cuenca de la Laguna de los Patos y no vino para este lado.

Pero esta agua que hoy inunda Paysandú y el litoral se va a ir. Sin pena ni gloria la gran mayoría va a ir a parar al Río de la Plata y luego al océano Atlántico, y no hay nada que podamos hacer para evitarlo. Y, si como se anuncia, sobreviene luego nuevamente un período de precipitaciones reducidas, los problemas que conocimos volveremos a tenerlos. Tal vez sin la escala que supone el agotamiento de las existencias de la cuenca del Santa Lucía, que dejó en las condiciones que vimos el abastecimiento del área metropolitana, donde se concentra el mayor volumen de población de nuestro país, pero sí otra realidad que conocemos en el Interior, que es la de los pueblos que dependen de fuentes no tan abundantes y firmes y que muchas veces dependen del apoyo que se les pueda dar con el traslado en camiones cisterna. Porque eso sigue pasando y no hacen falta tres años consecutivos se sequía, con que las lluvias no vengan regularmente durante un par de meses en algunas regiones ya hay dificultades con el agua. Aun hoy, en pleno siglo XXI, con toda la tecnología y la conectividad que tenemos, pero sobre todo con definiciones que hemos tomado como país, como la de reconocer el acceso al agua potable como un derecho humano. Es que justamente este año se están cumpliendo 20 años desde que se sometió a consulta popular la reforma constitucional que consagró que “el agua es un recurso natural esencial para la vida. El acceso al agua potable y el acceso al saneamiento, constituyen derechos humanos fundamentales”, según establece el artículo 47 de la carta magna. Justamente estos 20 años han sido la excusa bajo la cual desde la Universidad de la República (UdelaR) se ha organizado un ciclo de conferencias –y otros eventos– en las que se irán presentando al público investigaciones e informes, presentados bajo el título “Agua que vemos, agua que no vemos y agua que queremos”.

La primera de las actividades de este ciclo fue una conferencia titulada “Una abundancia que no era tal: escasez de agua potable en Uruguay”, y estuvo a cargo del ingeniero Carlos Anido, y su organización estuvo a cargo del grupo de trabajo Ambiente y DDHH de la Cátedra Unesco de Derechos Humanos (DDHH) de la UdelaR.

En la contextualización del tema, Anido plantea que tras esa declaración de intenciones que ocurrió en 2004 la situación no ha cambiado sustancialmente, o sí, pero no en los términos en los que se aspira en esa modificación introducida en el texto constitucional. Lo que ha habido es una serie de cambios en la forma en la que se produce en nuestro país, que a su juicio ponen en riesgo la calidad y disponibilidad del agua para el consumo humano. Y en tal sentido menciona que hubo una gran discusión que se dio en el año 2013, luego de la gran explosión de las cianobacterias, un tema que, por cierto, no se solucionó, sino que se ha asimilado que ocurren esporádicamente estos episodios.

Entendámonos. El agua es un factor de desarrollo, es una ventaja sustancial que nuestro país tiene para ofrecer a la hora de pararse frente a potenciales inversiones que se quieran captar. Si este elemento, por más que se ponga sobre la mesa otra cantidad de virtudes orientales, como la estabilidad, por mencionar uno del que siempre nos jactamos, no habría forma. No podríamos estar hablando, por supuesto de las inversiones en hidrógeno verde, la gran carta a futuro del Uruguay. También la producción actual y tradicional de nuestro país tiene una relación intrínseca con la disponibilidad de agua. Es un recurso estratégico, indudablemente. Y el sentido de esto no es meramente plantear en un plano de oposición el uso y el consumo humano frente al aprovechamiento productivo del agua. Porque también hay, y es evidente, un importante atraso en la inversiones que el estado uruguayo ha debido realizar para garantizar ese abastecimiento de agua —del saneamiento hablemos otro día— y no lo ha hecho. La pérdida de agua de la red de OSE sería inconcebible si nuestro país estuviese en otro contexto geográfico, inconcebible. Desde la declaración de 2004 a la fecha se ha atendido poco y solucionado nada. Y este es un factor.

Hay un hecho que menciona en su exposición el ingeniero Anido y es la existencia de una normativa que data desde 1978 y no se ha aplicado nunca por falta de reglamentación, que establece la obligatoriedad del pago de un canon por el uso del agua. Podría, eventualmente, una reglamentación de esta norma, habilitar una fuente de recursos, crear un fondo llamémosle que de optimización del aprovechamiento del agua potable, al que aporten los grandes consumidores de este recurso. Esto podría constituir una herramienta con la que el país comience a atender este histórico atraso y atienda estos problemas históricos de la red, con lo que se solucionaría buena parte del desaprovechamiento del recurso.