Propuestas para toda coyuntura
Tras una reunión celebrada hace un mes con la ministra de Economía y Finanzas, Ec. Azucena Arbeleche, integrantes del Movimiento Un Solo Uruguay (USU) aguardan la respuesta de la secretaria de Estado sobre la serie de propuestas e inquietudes que le trasladaran en la oportunidad, en la línea de reivindicaciones del sector que viene encarando desde hace ya tiempo, durante la última administración del expresidente Tabaré Vázquez.
Los puntos expuestos por el movimiento, como lo hizo en el anterior gobierno, reivindica medidas en apoyo al comercio y sectores productivos concebidos en una visión integral de país y no solo centralista, lo que fue cuestionado por el propio Vázquez cuando en un recordado encuentro mano a mano con algunos voceros del sector mantuvo un ida y vuelta sobre con una despedida de “nos veremos en las urnas,” con el desenlace ya conocido.
Algunos puntos incorporados a la plataforma planteada a la Ec. Arbeleche refieren al comercio, aspecto en el que el USU recuerda que desde antes de la pandemia el sector venía sufriendo serias dificultades económicas y financieras en todo el país, pero sin dudas los problemas se han agudizado como consecuencia de la caída de actividad por el COVID-19.
En este entendido consideran que es fundamental contar con medidas que permitan sobrevivir y que puedan mantener las fuentes de empleo emprendimientos que desde hace tiempo están muy comprometidos, y entre otros aspectos aspiran a que se bajen los costos fijos de aquellos que siguen con las puertas abiertas. Ello implica que se elimine la tarifa comercial de los servicios públicos, eliminación de la obligatoriedad de la facturación electrónica, y flexibilizar los plazos para el cambio de categoría de DGI ante la expectativa de menor facturación de miles de empresas.
Otro punto refiere a la instrumentación de medidas en apoyo del sector turismo, duramente golpeado por las acciones de contención de la pandemia, a través de un alivio en las tarifas públicas, abonar los impuestos nacionales una vez terminada la temporada y cambiar la estrategia de estimación de ingreso.
En cuanto al sector productivo agropecuario, se pide una mayor celeridad en el pago de los productos vinculados a la exportación, como es el caso de la carne, cereales y oleaginosos, además de subrayar que en los hechos el productor financia en buena medida la operativa industrial, en tanto por otro lado un capítulo aparte tiene que ver con la necesidad de poner a disposición de los productores mecanismos de financiación con vistas a mantener las fuentes laborales, mantener las empresas activas y que aumente el circulante en el mercado.
Otro aspecto planteado por el movimiento hace hincapié en que es fundamental generar condiciones para captar inversiones extranjeras en el país, habida cuenta de su rol fundamental en el corto y mediano plazo. “Entendemos necesario que esa captación venga atada a una visión de desarrollo del gobierno, donde se definan en qué áreas de la actividad se prioriza la inversión y por ende se darán los beneficios fiscales necesarios para que lleguen. A modo de ejemplo se puede hablar de inversiones en la industria textil, en el desarrollo de cuencas lecheras, en la instalación de parques temáticos pensando en el turismo”, entre otras acciones.
Se trata evidentemente de propuestas ampliamente compatibles, por cuanto se inscriben en el sentido de generar sustentabilidad con emprendimientos de riesgo privados y empleos genuinos, lejos del Estado omnipresente y demandante de los recursos generados por el esfuerzo del capital y el trabajo en el ámbito privado.
En gran medida, se apunta a promover la inversión y redireccionar recursos para facilitar el camino al emprendedor, tanto al que ya tiene sus empresas en marcha y están atravesando un difícil momento, como al que tiene inquietudes, proyectos y capital para volcar llegado el momento.
El momento es precisamente el quid del asunto: esta propuesta es absolutamente de recibo y debió haber estado en la agenda del anterior gobierno, cuando todavía se estaba a tiempo de revertir políticas y se contaba con cierto espacio fiscal para atacar de inmediato esta problemática, en lugar de insistir en la encerrona de más gasto público y menor recaudación, que lo dejaron sin margen de maniobra por errores propios.
En plena pandemia, con una mayor caída de la actividad económica y también sin margen de maniobra, el planteo de Un solo Uruguay encuadra dentro de las grandes líneas de acción a emprender por el actual gobierno, como ya lo había expuesto en la campaña electoral, solo que a los problemas del país se suman los del contexto internacional y la necesidad como nunca de gestionar políticas con mirada de corto, mediano y largo plazo, en medio de urgencias para atender con escasos recursos y un contexto recesivo.
Es decir que la incertidumbre reinante en el escenario internacional es un ingrediente adicional para la inversión, y a la vez debe tenerse en cuenta que exoneraciones fiscales que deben instrumentarse para estimular la inversión y el desenvolvimiento de las empresas, implican en una primera etapa que el Estado deje de percibir recursos a la espera de la apuesta de que este salvavidas para la economía derive en el reciclaje de recursos y se perciban resultados positivos.
El dilema está en el ínterin, en la espalda financiera que el Estado no tiene. Bueno, más allá de las alternativas de acotar el gasto público previsto en el presupuesto quinquenal en estudio en el Parlamento, para ir aliviando la situación de los sectores reales de la economía, entre otras medidas para paliar la crisis, hay una expectativa positiva respecto al clima de incertidumbre mundial, que pasa por la puesta a disposición de créditos benignos para estimular la economía en los países más afectados.
En este sentido es pertinente traer a colación la reflexión del economista uruguayo Carlos Vegh, docente de economía internacional, cuando expresa al semanario Economía y Mercado, del diario El País que “asumiendo que la batalla contra el COVID-19 se gana en 6-12 meses más, el entorno internacional debería ayudar, con tasas de interés bajísimas, al crecimiento de la economía mundial a partir del año que viene, con mayor demanda por materias primas, un dólar débil que impulse a las bolsas locales, e incentivos para los países industrializados para invertir en las naciones emergentes si las condiciones se dan.
Esto es lo que cabe esperar, y esperemos que se de, pero debe haber una cuota parte de nosotros mismos, y en este sentido es de recibo hacerse eco en la medida de las posibilidades, con las salvedades y agregados o correctivos en cada caso, de la propuesta de este movimiento, como parte de la respuesta posible.