Cambios en la educación para enfrentar exclusión y pobreza

Uruguay comenzó un nuevo año lectivo después de dos años de pandemia y con la flexibilización de un protocolo sanitario que se extendió a todos los subsistemas. Con las cifras a la vista, una baja en la letalidad, el descenso de casos a nivel nacional y de los pacientes internados en CTI, el Poder Ejecutivo adoptó medidas que volverán a evaluarse tras la Semana de Turismo.
Mientras tanto, el Instituto Nacional de Evaluación Educativa (Ineed), estableció un plan estratégico que extenderá hasta 2025, a fin de mejorar la calidad y equidad de la educación uruguaya. El documento publicado a mediados de marzo pasado, muestra trece objetivos donde apunta a la mejora de los logros actuales, la exploración y apertura de nuevas líneas y la necesidad de sentar las bases para un Plan Nacional de Evaluación de Aprendizajes.
El instituto plantea alinear la evaluación, metas de aprendizajes y estándares educativos, además de fortalecer las pruebas de lectura y matemática, con el avance en las pruebas computarizadas en Primaria y Educación Media. Entre otros objetivos, se trazó la necesidad de evaluar las trayectorias educativas de aquellos adolescentes que se encuentran en situaciones de exclusión y desarrollar nuevos instrumentos para la acreditación de saberes en Educación Media y Superior.
Es decir que el Ineed plantea asumir la gestión de las evaluaciones ya conocidas y que actualmente se encuentran en manos de la ANEP. Es que la situación de la educación en Uruguay ha sido un tema largamente polemizado y discutido, al punto tal que algunos aspectos estuvieron en la consideración ciudadana que resolvió por un referéndum el domingo 27 de marzo, no hacer cambios a lo dispuesto en la Ley de Urgente Consideración. La transformación educativa está en marcha y los cambios principales se establecieron desde la interna de los consejos.
Sin embargo, para que el tema fuera tan sensible en los discursos políticos, la ciudadanía en general tuvo que enviar una señal de alerta. Primero fue con los resultados de las pruebas PISA, luego vino Aristas y, con el cambio del gobierno, la pandemia inició un proceso de transformaciones que no estaba en los papeles.
Uruguay sostiene viejos dilemas sobre los egresos de la Educación Media Básica y la continuidad en el Bachillerato. Pero, en cualquier caso, conviene analizar que la repetición en Primaria es extremadamente baja. Por lo tanto, es importante cuestionarse lo que sucede cuando un estudiante atraviesa el muro que lo lleva de la escuela al liceo. Parece que allí perdiera el rumbo y el transcurso de esos años ocurre con mayores dificultades.
Por eso, las evaluaciones se vuelven necesarias para saber dónde se encuentra el problema y solucionarlo. Es que, a estas alturas, no es inteligente la discusión que ponga a prueba la necesaria relación existente entre estudios y posibilidades laborales, en un mercado exigente. Incluso, la pandemia sanitaria interpeló las condiciones de enseñanza en el mundo y movilizó un tablero que llevó a pensar las facetas educativas desde otros lugares.
Es interesante el resultado del último informe de ANEP, correspondiente a la prueba de Escritura del Estudio Regional Comparativo y Explicativo (ERCE 2019), donde asegura que los escolares uruguayos “logran un adecuado desarrollo en sus escritos” y “no presentan grandes dificultades en ortografía y puntuación”.
Tal como lo plantea el Ineed en su plan estratégico, son necesarias evaluaciones de calidad para establecer las mejoras educativas. Porque la opinión pública observó primero los magros resultados al pasar de la escuela al liceo y las señales fueron leídas por la clase política.
De hecho, la evaluación ciudadana sobre la gestión del presidente Luis Lacalle Pou estuvo centrada en el manejo de la contingencia sanitaria, la seguridad y la educación. La última encuesta de Cifra, ubica en 51% la aprobación de su gestión sobre la política educativa. De ese total, el 70% de los oficialistas y el 25% de los opositores se manifestó de acuerdo, con una mayor afinidad de las personas con menos educación formal.
Y si el análisis traspasara a la Educación Media y llegara a la educación superior, existe un informe publicado por el Ministerio de Educación y Cultura (MEC) sobre la problemática existente para el acceso al nivel terciario, así como universitario.
Mientras Uruguay permanece en los peores lugares de egresos de la educación media, también se encuentra en desventaja con la titulación docente y las bajas competencias. Es que en este caso tampoco es posible desatar a una cuestión de la otra.
El documento ministerial compara los egresos, de acuerdo a las formaciones. Al finalizar el ciclo medio profesional, 2 de cada 10 matriculados en 6º año se desvinculan, permanece el 25% y egresa el 50%. En el ciclo técnico, el egreso sube al 67.9%. Por lo tanto, la formación en competencias prácticas sostiene a los estudiantes en sus carreras, frente a otros saberes que tendrán escasa salida laboral.
No es tan difícil pensar que el mundo apunta a otros saberes y las transformaciones llegaron hace rato. Solo la nostalgia –o la pereza– dejó anquilosado el conocimiento en la época enciclopedista. Por eso, la reforma debe continuar sin tantas discusiones ni palos en la rueda. Porque el estado continuo de asamblea o cabildeo trae estos resultados.
Y una educación que no contiene es una educación en franco deterioro. Porque no contiene a los quintiles de menores egresos, que son justamente aquellos que necesitan la palanca de la formación para salir de esa situación. El rezago educativo se ligará a mayor pobreza, a tomar trabajos mal pagados y a conformar una familia a edades más jóvenes, acelerando procesos que llevarán a mayores exclusiones.
Estamos ante un punto de inflexión para avanzar y posibilitar que, en pleno siglo XXI, volvamos a estar orgullosos de la educación uruguaya.