Gerardo Irazoqui, un largo camino recorrido y muchas ganas de vivir

Gerardo Irazoqui.

Gerardo Augusto Irazoqui Giménez, a sus 89 años y luego de una vida de trabajo, alegrías y sinsabores, disfruta hoy de la familia que supo construir junto a su esposa Alcira, manteniendo un espíritu alegre y una salud privilegiada que lo lleva a permanecer plenamente activo, siendo uno de los directivos de la Sociedad de Jubilados y Pensionistas. En el living de su casa dialogó con Pasividades, ocasión en la que aseguró que “con lo que nosotros hemos vivido, estamos todavía para dar un consejo, o un aliento a quien sea”.

Nació el 19 de abril de 1933, en Tres Árboles, “casi en la rinconada entre Río Negro y Tacuarembó”, en el hogar de Agustín Raúl y Celia, donde creció junto a 10 hermanos. “Hice mis primeros años en la Escuela 60 Ignacio García, el donador de esa escuela. Mis padres tenían un comercio de ramos generales, era una barraca porque compraban también cueros y vendían madera para los corrales de los establecimientos. También tenían un campo en donde se dedicaban a la ganadería”, recordó. “Tengo algunos recuerdos vagos, como que íbamos a la escuela a caballo porque quedaba lejos, y antes de llegar a la escuela hacíamos carreras. Por suerte nunca nos pasó nada”, relató.

“Para que no quedáramos en ese Interior profundo nos vinimos a Paysandú y yo hice quinto de escuela ya acá en la ciudad”, contó. Ya en su adolescencia, “me gustaba jugar al básquetbol y concurría a Institución Atlética Ituzaingó, que era un club de barrio. Le regalé a un nieto la copa París Londres, que ganamos en aquellos años. Ahí se formó Bettino Blanc, que fue jugador de básquetbol de renombre, escaló en divisiones y llegó al Combinado. El entrenador nuestro era José María Oddone, que en el Combinado ganó varios campeonatos del Litoral. También hice atletismo”, refirió.

TRABAJANDO DESDE LOS 15

A los 15 años abandonó el liceo, porque reconoce “no me gustaba estudiar” y es así que comienza a trabajar en una casa mayorista, hasta que, al cumplir 20 años, su padre lo ayuda a abrir su propio comercio. “Me fue bastante bien pero terminé fundido. Después trabajé como vendedor de zapatos de Calzados Martínez y tuve oportunidad de conocer todo el Litoral, desde Colonia hasta Artigas, todo el interior del Departamento, de Bella Unión, bajaba hasta Rivera, Tacuarembó y Cerro largo. Me trasladaba en un Fiat Uno; eso fue a finales de la década del 60 casi en los 70”.
Como en esa época ya tenía su propia familia y el trabajo de viajero lo mantenía por mucho tiempo lejos de su hogar, “un compañero me consiguió trabajo en Paycueros. Después fui dirigente sindical durante unos cuantos años y, ya en el ocaso, la dictadura me sacó de ahí y con el despido me instalé nuevamente el comercio en Cerrito e Instrucciones, en el Barrio de Norteña”.
“Me fue bien”, aseguró, pero como “siempre tuve una visión de independencia y de tener algo más, vendí el comercio y me dediqué a hacer productos de limpieza. Trabajamos muy bien; esta casa es producto de eso”, dijo orgulloso. “Después me jubilé a los 60 años, pero igual seguí colaborando con mi hijo que continuó con la empresa”, expresó, considerando que “fuimos como avancistas y emprendedores, siempre tratando de apostar a algo más”.

DEPARTAMENTO EMPRENDEDOR

Irazoqui conoció un departamento muy distinto al actual, y a la hora de comparar el Paysandú del siglo pasado con el de hoy, reflexiona: “Como sociedad creo que Paysandú fue un departamento emprendedor, siempre estuvo con la vista hacia adelante, no se entregó, vivió caídas y tropezones pero siempre tuvo gente emprendedora. Hubo muchas fábricas, lamentablemente casi todas cerraron, pero el impacto y el sabor del trabajo de la gente de Paysandú no se acabó, sigue adelante y con mucho ímpetu y la prueba la tenemos en esto que pasó ahora con la Semana de la Cerveza. Hay mucho sentimiento de amor hacia su ciudad natal de empresarios, de gente que quiere trabajar y busca, se mueve por eso. Espero tener la suerte de ver otros emprendimientos de Paysandú y que existan siempre las ganas de trabajo”.

JUNTO A SU COMPAÑERA DE TODA LA VIDA

Gerardo Irazoqui celebró este mes junto a Alcira Dantaz Santos los 65 años de casados. “Yo me casé en el 57, tenía 24 años y en aquella época era menor de edad y en el Juzgado no me permitían casarme sin el consentimiento de mis padres”, recuerda sonriente nuestro gentil entrevistado. “Nos casamos el 5 de abril por el civil y el 6 de abril por iglesia. Mi padre nos regaló el viaje de luna de miel a Concepción del Uruguay y contrató una avioneta; los dos íbamos nerviosos porque nunca habíamos subido a un avión. Después volvimos en lancha, aparecieron los niños, fuimos muy felices, pero perdimos uno con 4 años y medio y nos quedaron 3, Gerardo, Agustín Ramiro y Andrés Esteban, y tenemos 6 nietos: Gerardo, Mauricio, Manuel, Joaquín, Valentina y Agustín”, contó con gran satisfacción por la hermosa familia que formó junto a su compañera de más de seis décadas.
Se considera un hombre afortunado y con la experiencia acumulada, nos asegura que si pudiera volver atrás “haría otras cosas más, tal vez arrancaría con más ímpetu”.

“Desde que yo la conocí a mi señora, que ya llevamos 60 largos, tuve la suerte de tener 6 hijos, fuimos con los vaivenes del destino que nos traicionó, la pérdida de un hijo”, expresó. “Tenemos el espíritu y la forma de poder decirle al hijo, al nieto hoy que, con lo que nosotros hemos vivido, estamos todavía para dar un consejo, o un aliento a quien sea, eso creo que es primordial. La tristeza es otra cosa, que la agarren los otros, pero a mí dame alegría; yo tengo alegría”, concluyó.