Escribe Ernesto Kreimerman: La soledad de Biden: “esto tiene que parar”

“Demasiadas personas niegan, minimizan, racionalizan, ignoran los horrores del Holocausto y del 7 de octubre, incluido el espantoso uso de la violencia sexual por parte de Hamás… Esto tiene que parar”. Así exhortaba Biden a los demócratas estadounidenses el martes de esta semana que acaba de finalizar, en ocasión de los Días Anuales de Conmemoración del Museo Conmemorativo del Holocausto de Estados Unidos, en el Capitolio de la nación. La alarma fue lanzada en sentido amplio. A partir de los hechos que se han desencadenado a partir del 7 de octubre, cuando Hamás llevó a cabo su salvaje acción terrorista y todo lo que ha venido después, incluido lo que va desarrollándose en el segundo plano: a nivel nacional, los juicios a Donald Trump por su intentona golpista y corrupción, las tensiones en la evolución de la economía y el proceso electoral, cada vez más crispado y binario, enfrentándose a la dicotomía de elegir entre autoritarismo o democracia, opacidad o transparencia. Por ello la ocasión era oportuna para Biden. Recordar el triunfo de las libertades sobre el nazismo, daba el pie para referir a un problema presente que se creyó casi superado; el antisemitismo. Y por las circunstancias propias, no sólo se trataba de poner en agenda la amenaza antidemocrática a los judíos, sino también al insistente ascenso y permanencia de una corriente de acción política avasalladora, supremacista e indolente socialmente, el trumpismo.

Tribunales

Mientras Biden fijaba posición sobre la coyuntura, expresidente y candidato a la presidencia por el Partido Republicano, Donald Trump, estaba en un tribunal de Manhattan escuchando a una testigo clave, la exestrella del cine para adultos. Las preguntas iban dirigidas a esclarecer, por enésima vez, si Trump pagó dinero por su silencio a raíz de las elecciones de 2016. Aunque Trump niega el asunto y se ha declarado inocente en el caso, Pero no goza de credibilidad, ni a nivel social ni tampoco en tribunales. Sin embargo, electoralmente cuenta con un capital electoral suficiente como para poder incluso ganar la elección presidencial.
Trump fue acusado en varios procesos judiciales que se van desarrollando en paralelo. Así, lleva la no honrosa cucarda de ser el primer presidente estadounidense en ser acusado de un delito. Estas comparecencias son la culminación de una investigación de casi cinco años de la oficina del fiscal del distrito de Manhattan, que ha abierto un largo y meticuloso proceso legal, cargado de recursos mediáticos, pero sin valor procesal.

Los abogados de Trump están concentrados en impedir que la fiscalía pueda exponer ordenadamente los elementos probatorios y testimoniales, que serían abundantes y suficientes. Así, Todd Blanche, uno de los abogados de Trump, solicitó al juez Juan Merchan, que imponga una orden de silencio contra quien fuera asesor legal del expresidente, Michael Cohen. El objetivo es que Cohen no pueda realizar más publicaciones en redes sociales.

Por su parte, Trump tiene una orden de silencio en su contra. El juez Merchan comunicó al equipo de Cohen que “se abstenga de hacer más declaraciones sobre el caso”. Merchan ha multado ya en diez ocasiones a Trump por saltarse la orden de silencio y le ha advertido que estaba dispuesto a imponerle una pena de prisión si insistía en esa conducta. Pero sonó casi a recurso ante la frustración por los continuos desacatos: “es importante que comprenda que lo último que quiero hacer es meterle en la cárcel”. Téngase presente que la acusación de la fiscalía incluye 34 delitos por presunta falsificación documental, en un caso en el que habría intentado ocultar el pago de 130.000 dólares a “Stormy Daniels” para comprometer su silencio respecto a la relación extramatrimonial que tuvieron durante la campaña electoral de 2016.

El discurso

No pocos ven en Joe Biden el presidente con mejor disposición para con Israel, aunque no todos lo vean así, ha ratificado su apoyo. Y lo ha hecho sin ocultar sus discrepancias con Benjamin Netanyahu y sin vulnerar la capacidad defensiva de Israel. En Washington casi todos ven con enorme preocupación la intención ofensiva sobre Rafah, básicamente, por el alto costo en vidas humanas que podría significar.
Biden fue contundente: “mi compromiso con la seguridad del pueblo judío, la seguridad de Israel y su derecho a existir como un Estado judío independiente es inquebrantable. Incluso cuando no estamos de acuerdo”. A renglón seguido condenó enfáticamente el “feroz repunte del antisemitismo en Estados Unidos” y agregó: hoy el mundo “corre el riesgo de no conocer la verdad” sobre los horrores de la Shoá, donde seis millones de judíos fueron asesinados por la Alemania nazi, en los campos de exterminio, la cruelmente denominada “solución final”. “Este odio sigue arraigado en los corazones de demasiadas personas en el mundo”, se lamentó el presidente Biden.

En los campus universitarios

Respecto a las protestas y movilizaciones universitarias, Biden fue claro y severo. Al tiempo que no cuestionó el derecho a la libre expresión de los estudiantes, si ha considerado que las actuales movilizaciones son violentas y antisemitas. En rigor, más que violentas, han sido tensas. Agregó que es comprensible “que la gente tenga creencias fuertes y convicciones profundas sobre el mundo. En Estados Unidos respetamos y protegemos los derechos fundamentales de libertad de expresión (…) pero no hay lugar en ningún campus de Estados Unidos para el antisemitismo”.

“En los campus universitarios los estudiantes judíos son parados (por los manifestantes), acosados y atacados”, ha indicado. Todo esto ha sido acción de Hamás que “desató el terror”. Biden lamentó que “demasiada gente niega, resta importancia, racionaliza e ignora los horrores del Holocausto y del 7 de octubre, incluido el espantoso uso de la violencia sexual por Hamás para torturar y aterrorizar a los judíos. Es absolutamente despreciable y esto debe parar”, dijo levantando la voz.

El futuro de corto plazo

Aún considerando de que Biden es el presidente de mayor edad de la historia de ese país, existe la idea extendida de que es el mejor candidato para volver a ganarle a Trump.

Donald T repite postulación y ya ha hecho saber que si pierde no habrá de aceptar fácilmente la derrota. Una crisis institucional parece muy probable. No sólo por el antecedente concreto, sino porque “los otros”, también saben que la amenaza es real. No pocos demócratas vuelven a sentir que son la reserva moral institucional. Adicionalmente, las encuestas tienen como favorito a Biden, pero no lo descartan todavía a Trump. Está en carrera. Las últimas encuestas sugieren que los republicanos están más entusiasmados que los demócratas por votar en noviembre por su “veterano”, lo cual es una ventaja para Trump.

En esta coyuntura, el panorama político estadounidense ingresa en un ciclo de mucha volatilidad e incertidumbre. Las consecuencias del ciclo electoral y las restricciones internas derivadas de la evolución de la economía se combinan con otro elemento, el de las decisiones postergadas en el plano internacional.
Por lo pronto, Biden mandó a parar, pero Trump prefiere el río revuelto. Y los demás, no son de palo. Es más, temen que algunas tormentas postergadas se precipiten.