
El 24 de agosto de 2005 la gran mayoría de la población uruguaya conoció por primera vez la expresión “ciclón extratropical”. Los fuertes vientos ocurridos durante la noche y madrugadas anteriores ocasionaron muertes y daños como no se recordaba en nuestro país y despertó un temor por los fenómenos climáticos que se han reforzado con episodios como el de Dolores del 15 de abril de 2016, o el que azotó nuestra ciudad el 11 de julio de 2022. Los departamentos más afectados por los vientos que se levantaron la noche del 23 de agosto de 2005 fueron Montevideo, Maldonado, Colonia, Canelones y Rocha. El saldo fue de siete personas fallecidas: tres en Montevideo, dos en Maldonado: una en Laguna del Sauce y otro en Pan de Azúcar; y los otros dos en Canelones: un hombre en Progreso y una mujer en la Ciudad de la Costa. Otras fuentes hablan de 8 y hasta de diez decesos esa noche.
También se registraron cientos de evacuaciones, varias zonas permanecieron sin energía eléctrica durante horas y cientos de personas quedaron sin posibilidad de movilizarse por la caída de cientos de árboles que alcanzaron vehículos y viviendas. El viento también provocó voladuras de techos y estructuras livianas, como kioscos, letreros publicitarios y contenedores.
El servicio 911 de la Policía de Montevideo recibió 13.239 llamadas de pedido de auxilio entre las 7 de la tarde y las 8 de la mañana, muchas de las cuales no pudieron tener respuesta inmediata.
Se registraron rachas de viento de hasta 187 km/h, ocasionándose caídas de muros e incluso de antenas que fueron a dar a la vía pública. Los cables eléctricos, arrancados por los árboles y ramas caídas, suponían un peligro adicional. Montevideo y la Ciudad de la Costa parecían una zona de guerra.
El temporal afectó la operativa en los puertos y aeropuertos, y provocó daños e incluso hundimientos en embarcaciones en varios puertos deportivos, como Piriápolis, Punta del Este y Buceo.
Ese día los fuertes cuestionamientos por la falta de capacidad de predecir este tipo de fenómenos dieron lugar a una serie de cambios tendientes a la modernización de la vieja Dirección Nacional de Meteorología, que pasó a ser el Instituto Uruguayo de Meteorología, Inumet. También nació a partir de ese episodio el protocolo de alertas meteorológicas (amarilla, naranja y roja) que hoy conocemos, e incluso el Sistema Nacional de Emergencias (Sinae), que se había empezado a proyectar en la década de los años ‘90, tuvo en ese desastre el empujón que hacía falta para su desarrollo.
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