Se puede decir, sin equivocarnos demasiado, que el lenguaje hablado es la forma principal de comunicación entre los humanos. Pero aquí no tratamos de humanos, sino principalmente de perros (y su relación con los humanos). Y si bien somos extremadamente parecidos, nuestras maneras de comunicación son diferentes. Una de las diferencias más notorias es que el humano habla y el perro ladra. Parece una tontería tener que aclarar esto, pero aún en estos tiempos hay personas que no quieren que los perros ladren. E insisto en esto porque siguen llegando consultas de familias que están “cansadas” de los ladridos de sus mascotas.
Ladrar es un comportamiento inherente a la especie, es una conducta completamente normal del perro. Es una de las formas que tiene de comunicarse con el entorno, en la forma particular en que lo percibe. La mayoría de los perros ladran en ocasiones y por determinados períodos por razones fundadas, no porque sí. Entender por qué lo hacen es clave para redirigir esos ladridos y lograr que ocurran cuando es necesario o normal, atendiendo al motivo que los causa, pues un ladrido no surge porque sí, sino que puede ser un síntoma de algo más profundo.
Quienes tenemos esta “discapacidad”, es decir la incapacidad de vivir sin perros, tenemos incorporado esa particular vocalización en nuestro contexto diario y hasta extrañamos esos ladridos mañaneros o nocturnos, que por supuesto debemos intentar calmar por respeto a los vecinos –tengan o no perros, que también ladran– cuando se vuelven inoportunos o molestos por su tono o intensidad.
El diván de Eragon
¡Hola, humanoamigos! Por suerte hoy mi Huma les ha explicado lo de nuestros ladridos. En realidad yo se lo pedí, porque es un tema recurrente de conversación con mis invitados cada viernes. ¡Los humanos se molestan porque ladramos! Es como si a nosotros nos incomodara que ustedes hablen (bueno, hay cada voz que…)
De eso precisamente estoy ladrablando con mi invitada de hoy, Preta, un dechado de virtudes por donde la miren. Desde su nombre hasta sus modales, es una verdadera princesa, y sus ladridos son los justos y necesarios para comunicarse con quienes desee. Claro, sus humanopadres y su pequeño humanohermano están atentos a sus expresiones y han llegado a entenderse perfectamente, como debería ser en toda familia multiespecie.
Perrita viajera si las hay, Preta ha acompañado a sus humanos en múltiples ocasiones, hasta tiene documento de identidad para desplazarse por todo el Mercosur. Por eso su sociabilidad y buena conducta son admirables, pero a la hora de jugar… ¡quién le quita la pelota!
Preta ama jugar en la arena –vivió varios años en Rocha– pero ahora en Paysandú se divierte donde sea que la naturaleza abunde. Sobre todo desde la llegada de Benicio, que –según me confesó y no puedo contarles, ¡ssshhh!– la puso un poco celosa, pero sabe que en cuanto el pequeño crezca y pueda arrojarle la pelota con mayor precisión, ¡todo estará de maravillas!
Y mientras degustamos unas perrigolosinas que nos dio mi Huma, ya los estoy invitando a participar en mi Diván, para lo cual pueden comunicarse al WhatsApp del diario (099334433) o mediante nuestro Facebook o Instagram, que mis compañeros humanos me pasan el dato (porque a mí no me dejan entrar a las redes). → Leer más