Dupla inseparable: deporte y turismo

Desde hace demasiadas décadas Paysandú intenta encontrar el camino. Muy atrás ha quedado el rótulo de capital industrial del país, y desde aquel momento a esta parte la sensación –o no tanto– es que Paysandú se encontró en una encrucijada. Y, sin mapa, le fue imposible encontrar el rumbo correcto.
Amagó, pero no terminó nunca por decidirse. Y terminó viviendo demasiados años en un sitio intermedio, sin poder disfrutar de resultados certeros.
Ahora, la Intendencia apunta a dar un salto definitivo en el intento de transformar a Paysandú en una ciudad turística y, de una vez por todas, iniciar un camino seguro, pero también complicado, que deberá abrazarse a modo de política departamental a largo plazo.
Varios son los aspectos que dejan constancia de esa decisión, aunque seguramente la más visible sea el masterplan que se pretende llevar adelante en la costa sanducera, contratando incluso al estudio internacional Office for Metropolitan Architecture (OMA), así como otras ideas de remodelación en la ciudad, como la plaza Constitución o la propia avenida España.

Dentro de esa decisión de transformar a Paysandú, hay un punto importante que habitualmente es dejado de lado de manera poco entendible: el deporte.
El viernes, Rentistas se animó a hacer lo que pocos han intentado: sacar a un grande del fútbol uruguayo al Interior. Y trajo a Peñarol al Estadio Artigas para que el carbonero jugara, después de 15 años, un partido oficial del Campeonato Uruguayo, en este caso por el Apertura, en Paysandú.
El resultado fue el esperado: 12.000 personas llenaron las tres tribunas habilitadas y seguramente el número hubiera sido mayor si la Tribuna Oeste estuviera en condiciones. El viernes a la noche no fueron 12.000 sanduceros los que hicieron largas colas para ingresar al escenario, sino que hinchas carboneros de todo el país recorrieron algunos o cientos de kilómetros para llegar a nuestra ciudad, con todo lo que eso significa.

Pero se trató de una situación inédita ya que, como está dicho, tuvieron que pasar 15 años para que el Estadio Artigas pudiera recibir un partido profesional oficial.
El motivo, más allá de lo que cuesta que un equipo capitalino deje su chacrita y pueda mostrarse ante sus hinchas del Interior, no es solamente la incapacidad de abrir la cabeza y entender que el fútbol profesional es uruguayo. Porque la realidad es que algunos clubes han intentado llegar a Paysandú para oficiar de locales en este tiempo, y las condiciones del Estadio Artigas lo han impedido.
A modo de ejemplo, hace muy pocos meses Plaza Colonia se interesó en jugar como local la Copa Libertadores en Paysandú la serie ante el boliviano The Strongest. Es más, los colonienses manifestaron su interés ante la Intendencia, que dio el visto bueno, pero se tuvo en claro que las condiciones del Estadio Artigas estaban en algunos aspectos bastante lejos de los estándares internacionales. Sin ir más lejos, y dejando de lado lo más visible como lo es la Tribuna Oeste, la iluminación fue el gran motivo por el que Paysandú no tuvo un choque de Libertadores.

La actual administración comunal debe tener (y tiene) en claro que es imprescindible que las grandes infraestructuras deportivas, que pagamos todos los sanduceros y que en algunos casos contaron con nada o poco de mantenimiento a lo largo de los años, deben estar en las mejores condiciones para integrarse a un circuito deportivo nacional y regional, que sumará –y mucho– para potenciar la idea de que Paysandú pueda ser, definitivamente, una ciudad turística. El Estadio Artigas, que fue víctima de disputas políticas sin que se tuviera en cuenta que era totalmente necesario dejarlo en condiciones, debe ser sometido a una serie de reformas que permitan su modernización, no solo pensando en lo estrictamente deportivo sino también en que sea autosustentable, aprovechando los espacios ubicados debajo de las tribunas, entre otros.

El viernes se dio un primer paso: el escenario lució de buena manera, con una lavada de cara mucho más que interesante, que permitió recibir el partido. Pero falta, y falta mucho. Porque se trata de un círculo sin fin, que puede cortarse solo en caso de que la infraestructura esté en óptimas condiciones: para arreglar el estadio se necesita actividad, y para tener actividad se lo necesita en las mejores condiciones.
Paysandú, y sobre todo las autoridades, lo están entendiendo. Y no solo con el Estadio Artigas.
El Estadio Cerrado, que también estuvo durante años esperando alguna actividad importante sin que pudiera recibirla por sus condiciones –más allá del cambio del techado durante la Administración Caraballo– está iniciando un camino de transformación hacia centro de eventos.
Y el velódromo, aunque a paso lento, está también siendo sometido a refacciones con la intención de, poco a poco, ser protagonista dentro del deporte del pedal nacional.

No son los únicos escenarios, pero sí los más relevantes, aunque algunos deportes como el automovilismo o el motociclismo piden a gritos un poco de atención.
La importancia del deporte, y por lógica de las instalaciones deportivas, es altísima dentro de este proyecto de definición de Paysandú como ciudad turística. Porque, si para muestra basta un botón, el turismo deportivo crece en todo el mundo; y sin ir más lejos es considerado clave por los operadores de la capital para las próximas semanas cuando, por ejemplo, haya actividades como la disputa de la Superliga Americana de Rugby.
Paysandú está ubicado geográficamente en un punto muy interesante dentro de la región, y de una vez por todas debe planificar, convencerse de la idea y desarrollar el partido que debe hacer para quedarse con los puntos. El partido ya comenzó.