Entre platitos chinos y paliativos

La escalada de precios registrada sobre todo en las últimas semanas –fundamentalmente a partir de la invasión rusa a Ucrania– que incluyen el petróleo a no menos de 120 dólares el barril, no es un indeseable evento económico que afecta solo al Uruguay, sino que tiene carácter mundial, en un efecto dominó que responde a realidades pero con un altísimo componente de especulación de los mercados, intento de los actores económicos de cubrirse sobre posibles pérdidas o acontecimientos imprevistos, que todo indica podría reacomodarse una vez que se supere el conflicto bélico, como es de esperar.

La diferencia con países como Uruguay y la región, en particular, es que las naciones desarrolladas cuentan con mecanismos de protección y sobre todo espalda financiera para vadear el temporal, como el fondo específico en la Unión Europea y –sobre todo– sus economías permiten que tengan empresas saludables e ingresos de su población que no los pone mes a mes en disyuntivas ante el consumo de productos de primera necesidad, como lamentablemente ocurre en estas latitudes.
Sobre todo, Uruguay es altamente vulnerable a los vaivenes del escenario internacional, incluyendo al petróleo, insumo que no produce y no tiene en absoluto “soberanía” en este energético, al contrario de lo que proclaman –como parte interesada– los gremios como Fancap al defender a capa y espada el contar con Ancap y su refinería.
La “soberanía” de Ancap no es otra cosa que contar con los bolsillos de los uruguayos, que incluso debieron poner dinero para juntar 800 millones de dólares durante uno de los gobiernos del Frente Amplio, cuando se había desfinanciado por mala gestión en períodos en que el petróleo estaba por el suelo y sus derivados sin embargo se vendían caros en los surtidores de nuestro país, como si viviéramos todavía con el crudo en altos valores.

Tampoco tenemos hoy esa “soberanía” y ello explica que los combustibles sigan subiendo al vaivén de los precios internacionales del crudo, con un nuevo incremento desde el 1º de abril, cuando el valor internacional del barril ha trepado a los 120 dólares. Es cierto, ha estado subiendo en forma continua, pero corresponde señalar que el 1º de marzo de 2020, cuando asumió la administración de Luis Lacalle Pou, el precio del barril era de menos de 40 dólares, por lo que los incrementos no han sido otra cosa, que más o menos seguir los precios internacionales, y por lo tanto contribuyendo a incrementar los costos de producción en el Uruguay, donde ya eran muy elevados precisamente, pese a las condiciones favorables que para corregirlo se registraron durante la primera década de los tres gobiernos del Frente Amplio, cuando no se abordaron reformas estructurales ni mucho menos la mentada “madre de todas las reformas” del Estado, que se anunció por el expresidente Tabaré Vázquez, pero que fue trancada por los sindicatos y los grupos radicales de la propia coalición de izquierdas.

Hoy el escenario que vivimos se da tras una pandemia que también hizo lo suyo para socavar la economía y no solo repercutir muy negativamente desde el punto de vista sanitario, y más que nunca tiene vigencia el ejemplo de los “platitos chinos” mencionados en su momento por el exministro de Economía y Finanzas durante el último gobierno del Frente Amplio, Mario Bergara, en cuanto a mantener girando estos platitos de inflación, competitividad, estabilidad financiera, salarios reales, entre otros parámetros que suelen ser contrapuestos y no puede modificarse uno sin afectar a los otros ante la interrelación entre ellos.

Tenemos por lo tanto aspectos coyunturales y estructurales, y hoy el gran problema es lo coyuntural, porque adolecemos de fuerte déficit estructural que viene desde hace varios años.
Durante la gestión de Bergara y sus antecesores incidían el elevado gasto público y el enorme déficit fiscal. Con menos problemas fiscales, su equipo económico hubiera tenido mayor margen para mantener girando varios platitos chinos. Pero cuando la cosa se complica, como ahora, tantos platitos no se pueden mantener girando, porque si se atiende a unos, los otros se hacen añicos en el piso.
Las recientes medidas anunciadas por el presidente Luis Lacalle Pou en Mercedes para contener en alguna medida los precios de artículos de primera necesidad son en realidad paliativos ante la emergencia, en tanto se espera que las aguas se calmen en el concierto internacional y por algún lado aparezcan noticias más favorables para nuestra economía como factor reflejo de la realidad mundial.

En Mercedes, el mandatario comunicó el aumento de los combustibles, que es de cinco pesos para el gasoil y de tres para las naftas, además de incluirse tres pesos más en el kilogramo de supergas. Además, el jefe de Estado comunicó la definición a la que llegó el gobierno tras reunirse para definir las medidas para contener los precios de los productos que están aumentando a nivel mundial.
En tal sentido, Lacalle aseguró que se decidió la exoneración del Impuesto sobre el Valor Agregado (IVA) a los productos panificados, en lo que hace a los fideos y los productos similares, tanto a los nacionales como importados.

“Se ha decidido en lo que hace a los panificados, en lo que hace a los fideos y productos similares la exoneración del IVA en lo que hace a los nacionales, actitud similar a los que importan esos productos y los derivados”, comentó el presidente.
Asimismo, el mandatario afirmó que se está analizando el régimen de importación de algunos productos que no son de Uruguay y que avanzarán en los asuntos que tienen que ver con los aranceles.
La exoneración parcial de impuestos significa en los hechos un renunciamiento fiscal para atemperar el impacto de los precios de la canasta familiar en los hogares más vulnerables, en tanto se analiza la perspectiva de incorporar un listado de productos que los supermercados puedan vender a precio de costo, planteada por el líder de Cabildo Abierto, Guido Manini Ríos.

En todos los casos, de lo que se trata es de atender una realidad distorsionante y preocupante para el ciudadano, al margen de la realidad que consignan los datos macroeconómicos. Es que luego que en 2020 registrara su peor caída desde el año 2002, la economía uruguaya logró recuperar su crecimiento y recomponerse del impacto que significó la pandemia de COVID-19. según los datos del Banco Central del Uruguay, el Producto Bruto Interno (PBI) creció 4,4% frente al año anterior, resultado que “reflejó una recuperación de la situación económico asociado a la emergencia sanitaria”.

Pero la realidad del día a día es muy distinta para el ciudadano, porque los ingresos se les acotan y los precios suben sostenidamente, lo que deteriora la calidad de vida de los sectores más vulnerables y también de las empresas que colocan sus productos en el mercado interno, con afectación de fuentes de empleo pese a la recuperación pos pandemia.
Estamos evidentemente ante una escala de prioridades, y en ello debe manejarse cuidadosamente el Poder Ejecutivo y la coalición de gobierno para adoptar medidas que contemplen tanto las urgencias como el mediano y largo plazo, con los “platitos chinos” girando en medio de los avatares de la economía mundial, que lamentablemente desde hace dos años no nos ha dado tregua, con una calamidad encima de otra.
Y es que por sus debilidades estructurales históricas, como reza el dicho, a Uruguay no hay garúa que no lo moje, por más tenue que sea.