Más allá de que la crisis del agua que estamos cursando es en realidad una crisis focalizada en el área metropolitana –por más que ha tenido algunos episodios puntuales en otros lugares específicos del país, como la ciudad de Minas– deberíamos considerarla como una muestra de cómo las cosas están cambiando y debemos prepararnos para prevenir lo inesperado. Porque hasta hace muy poco éramos un país en el que si de algo estábamos seguros era de nuestras fuentes de agua, aparentemente inagotables. Pero bueno, como se sabe eso depende también de otros factores, como la infraestructura, y ella a su vez depende de una planificación estratégica, porque los recursos nunca son suficientes para atender todo lo necesario, y vaya aquí el ejemplo de la tantas veces postergada planta de tratamiento de efluentes de nuestra ciudad.
Organizado por la Universidad de la República (UdelaR) se llevó a cabo el seminario “Mientras llega la lluvia: ¿Qué pasa con el agua en Uruguay?”, en el que se abordaron diferentes aspectos de la crisis hídrica. Y uno de los participantes de la primera de las mesas, Marcelo Barreiro, profesor titular del Departamento de Ciencias de la Atmósfera y Física de los Océanos, de la Facultad de Ciencias de la UdelaR, analizó si esta sequía prolongada que ha originado los problemas de suministro se debe al fenómeno global que conocemos como cambio climático. Explicó que la actual sequía ha afectado a todo el sureste de Sudamérica, es decir el sur de Brasil, el Este de Argentina y parte de Paraguay. En este último año una porción del país que abarca la cuenca del río Santa Lucía sufrió “una sequía excepcional”, el grado máximo de sequía, y si bien en los últimos tres meses se ha reducido, “sigue incluyendo a la cuenca de Santa Lucía, que nos da el agua potable a Montevideo”.
Puesto en números marcó que “en promedio cada año llueven 1.150 mm, algunos registros fuera de lo normal se dieron en 2001, con más de 1.600 mm, y en 2000 por debajo de lo habitual, con cerca de 800 mm, estos son años secos pero dentro de lo esperable”, indicó. En el período 2022-2023 cayeron cerca de 500 mm. Esto es un 43% menos, un registro sin precedentes en los últimos 50 años. Para Barreiro, las causas de esta sequía pueden atribuirse al cambio climático, pero para asegurarlo “es necesario realizar estudios de atribución que no se hacen en el país sino que los realiza un grupo de expertos europeos y estadounidenses”. Este grupo encontró que el cambio climático no causó el déficit hídrico durante los meses de octubre, noviembre y diciembre de 2022 sino que fue fruto de una variabilidad climática natural. Sin embargo, sí indicaron que las olas de calor de diciembre, que sí estuvieron asociadas al cambio climático, intensificaron la sequía, por la acumulación de factores: déficit de lluvias, la atmósfera seca y “suelos que van a tender a evaporar más”.
Hay más. Durante los últimos tres años se presentó el fenómeno climático de La Niña, que provoca en nuestro país la disminución de lluvias en primavera y otoño de Uruguay. Todos los años que el país tuvo el fenómeno de La Niña, el promedio de lluvias fue de 800 mm. Pero hay más aún. El investigador señaló que el impacto de las lluvias de los meses de noviembre y diciembre también estuvo relacionado con el llamado Modo anular del Sur, “que se encontraba en una fase que provocó que los vientos se movieran hacia el Sur y potenciaran el impacto de La Niña” y agregó que en el período enero-mayo de 2023 también la oscilación Madden-Julian jugó un rol muy importante en las fases que hacen llover sobre Uruguay. Y si bien además de todo esto se encuentra el cambio climático, afirmó que “no existe ningún estudio de atribución que demuestre si en enero-mayo jugó algún rol para cambiar la lluvia en nuestro país”. De todos modos, Barreiro adelantó que las proyecciones para las próximas décadas en nuestra región es que las sequías van a ser más frecuentes y severas, aunque más cortas. “Esta sequía fue más larga y fue una combinación de muchos fenómenos incluido el cambio climático”, concluyó.
Barreiro explicó que no ha existido un evento de esta magnitud en los últimos 53 años, y lo definió como “un evento inesperado de gran impacto socio-económico, porque es impredecible ya que históricamente nunca ocurrió y es muy difícil determinar qué va a ocurrir”.
La meteorología ha avanzado muchísimo en los últimos años, pero hay tantas variables (ya se preguntaba Edward Lorenz si el aleteo de una mariposa en Brasil puede causar un tornado en Estados Unidos) que es imposible predecir a largo plazo más que tendencias.
Entonces, ¿qué podemos hacer? “Lo mejor es tener un plan de contingencia importante para prepararse ante eventos de diferente tipo”, dijo.
Con la crisis en curso, la única salida es tratar de mitigar todo lo que se pueda y hay medidas que tienden a ello. Fabricar lluvia por el momento es imposible, se sabe. Pero en este momento tan particular es al menos llamativo el comportamiento, más que de las autoridades, de todo el sistema político. Es entendible que en la militancia, en el boliche de la esquina, en la feria y a través de las redes sociales se pasen cuentas de quién actuó así o asá y que se debió hacer esto o lo otro, pero en este momento todo el esfuerzo debiera orientarse a encontrar soluciones y no malgastar tiempo y energía en rencillas que, tal vez en la mente de algunos puede redituar de alguna manera en términos electorales, pero que no van a remediar los problemas que parte del país afronta hoy.
Y lo que es tan importante como ello, ponerse a pensar en soluciones para problemas que hoy no tenemos todavía, pero que podemos llegar a tener, como ya tuvimos sin previo aviso un fenómeno climático que barrió buena parte de Paysandú o un gran incendio que puso en riesgo a mucha gente e infraestructuras en esta zona del país. Y ya que estamos, también pensar que estos problemas de acceso al agua (salada o sin salar) lo viven de forma permanente muchísimos uruguayos que habitan en zonas rurales, aún sin una sequía tan grave.
Pero eso Montevideo no lo sabe, porque hasta ahora nunca supo lo que es una sequía; es más, la lluvia siempre ha sido una molestia para los montevideanos, y más cuando “estropea las vacaciones” en verano; por eso tildaba de “lloriqueos” de la gente del campo cuando reclamaba que las cosechas se secaban y los animales morían de sed.
Ahora la cosa es distinta y la sal en el agua caldea los ánimos de la población. Una buena señal de los políticos sería que ante esta catástrofe natural sin antecedentes históricos se pongan a pensar en positivo, con menos prensa, menos micrófonos y menos redes sociales, en lugar de estar buscando cómo alimentar la bronca en busca del rédito político. Porque eso que en otros países de la región es deporte nacional –y así les va–, en Uruguay siempre se lo han cobrado a quienes hurgan en ese lodo.
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