Año nuevo, sueños viejos

De acuerdo con el diccionario de la Real Academia Española el significado de la palabra balance es “la valoración de un momento concreto de un proceso o situación”. El último día del año es, precisamente, una época en la cual más allá de los balances personales que cada uno pueda o quiera realizar, resulta particularmente interesante cuando los mismos son llevados a cabo por las comunidades (ciudades, países, regiones), ayudando con ello a poner en perspectivas los aciertos y errores realizados y su aporte como factores de aprendizaje. Un dicho popular dice que “la experiencia es una buena maestra: te cobra caro, pero te enseña bien”.
Fruto de la propia naturaleza humana y de su complejidad, está claro que no existe un único tipo de balance, sino que cada una de las comunidades involucradas procesará de la manera que entienda más oportuna tales instancias, evaluando las luces y sombras que acompañan la vida de todos los hombres y mujeres del mundo, más allá de sus creencias políticas, religiosas o filosóficas.
De acuerdo con la revista National Geographic, “la llegada de las fiestas de fin de año suele despertar sentimientos encontrados. Hay quienes se emocionan ante la posibilidad de reencontrarse con personas con las que no se compartió mucho; hay quienes se interesan por las fiestas, los brindis y los intercambios de regalos; y hay también quienes se sienten presionados por la idea del cierre de un ciclo y todo lo que eso significa”.
Hay que tener en cuenta que estamos terminando un año que fue especialmente importante, como ha señalado el psicólogo Yuri Busin, especialista en neurociencia del comportamiento y profesor de la Universidad Presbiteriana Mackenzie de São Paulo (Brasil). Para este profesional, “Después de una época de mucho dolor, sufrimiento, restricción y miedo causados por la COVID-19, este fin de año será un momento en el que volveremos, un poco, a nuestras viejas costumbres de fiestas, celebraciones, encuentro con la gente”. Para Busin, incluso para quienes no celebrarán el año nuevo en una fiesta, el 2024 puede significar esperanza de tiempos mejores, un sentimiento clave para la mente humana. “El paso de un año a otro provoca muchas reflexiones que no ocurren a diario, y que pueden ser beneficiosas o no”, añade el experto, quien refuerza cómo este “cambio” en el calendario “tiene efectos psicológicos”.
Para la publicación antes mencionada, “Una de las reflexiones que dispara la fecha es: ¿qué ocurre, entonces, con la mente si este ‘balance’ sobre lo que ha pasado acaba siendo más negativo que positivo? Tenemos problemas y cuando acaba el año, y no se solucionan, entramos en una fase de auto-culpabilización que puede llevar incluso a la melancolía”, afirma Saulo Velasco, psicólogo y profesor de School of Life, y especialista en métodos de enseñanza de habilidades cognitivas complejas (como la resolución de problemas). Velasco relata que estos sentimientos se conocen como síndrome de fin de año, es decir, un estado en el que la tristeza, la insatisfacción y la presión por sentirse feliz aumentan. “Por ello, son frecuentes los episodios de ansiedad y depresión, con muchos miedos y posibles decepciones”, explica el especialista.
Tratándose de una fecha señalada de antemano por el calendario, más tarde o más temprano ese momento de balance llegará una vez al año y debería encontrarnos preparados de la mejor manera para poder evaluar correctamente lo que hemos hecho o dejado de hacer. Sin embargo, la tendencia de los seres humanos en materia de balances es, como en tantos otros temas, “empezar la casa por el techo” y comenzar a tirar en una bolsa imaginaria supuestos logros y fracasos, omitiendo dos preguntas previas de tremenda importancia. En primer lugar, qué criterio hemos utilizado para definir qué constituye un logro o un fracaso. En segundo lugar, de qué material está hecha la bolsa que estamos utilizando, cuál es su capacidad de carga y el peso que puede resistir. Interrogantes que realizamos en forma casi mecánica cuando vamos a la feria o al supermercado pero que se tornan un poco más compleja si nos referimos a nuestra salud mental. Imponerse metas inalcanzables, pensar que no somos aptos para alcanzar nuestros propios logros o vivir pendientes de modelos de vida “perfectos” creados y difundidos por las redes sociales constituyen una mezcla explosiva porque un día sí y otro también estaremos siempre en una rueda sin fin (parecida a la utilizada por algunas mascotas en sus jaulas) sin poder detenernos a pensar que queremos, que nos hace bien o hacia dónde vamos.
Debemos tener en cuenta que el inicio de un año constituye una oportunidad para realizar una evaluación realista y justa con nuestras acciones, que respete y reconozca nuestros puntos fuertes y débiles, al mismo tiempo que proteja nuestra integridad y salud mental, porque no se trata de una época para autocastigarse ni sobre exigirse, sino para buscar dentro de nosotros aquellos que nos define como la personas que somos y que nos conecta con nuestra propia naturaleza. Al fin y al cabo, desde que la raza humana tiene conciencia de su existencia individual, saber quiénes somos en realidad es una de las interrogantes que ha motivado a filósofos, artistas, líderes religiosos durante siglos en una búsqueda que siempre se renueva y que abarca hasta al más humilde nuestros congéneres, más allá de su situación específica.
Entre otras recomendaciones, el referido psicólogo Busin, ha señalado los siguientes comportamientos como forma de cuidar la salud mental durante la llegada del nuevo año: “a) Evitar comparar los resultados con los de otras personas. (‘A menudo nos olvidamos de tener en cuenta los procesos de los demás y nos menospreciamos a nosotros mismos. Busca, en cambio, usar el ejemplo como inspiración’), b) Reflexionar sobre los logros y mostrar gratitud. (‘No te centres en lo que no has conseguido, sino en los retos que has superado’) y c) Sé comprensivo con tus límites y, si no estás contento con el ahora, reflexiona sobre lo que puedes cambiar. (‘Debemos cuidarnos de los pensamientos crueles hacia nosotros mismos. Ten en cuenta que no puedes cambiar el pasado, pero sí el futuro. Un pequeño cambio de comportamiento ya puede suponer mejoras para el año que viene’)”.
Así las cosas, despidamos el año que se va con la tranquilidad de haber hecho lo que estaba a nuestro alcance, recordando que si algo define al ser humano es la finitud de su vida y por ende de lo que cada uno puede entender como un fracaso o como un triunfo, ya que los mismos no serán eternos y más tarde o más temprano podremos revertirlos o mejorarlos según el caso. Acto seguido, recibamos un año nuevo que será una hoja en blanco en la cual escribiremos nuevos capítulos los cuales, llegado el momento, deberemos determinar si forman parte del “debe” o del “haber” de ese período. Mientras tanto, en los 365 días que faltan del año 2024 asumamos y cumplamos el compromiso de realizar el mayor esfuerzo por ser la mejor versión de nosotros mismos.