Ernesto Kreimerman escribe: Tikún olam, reparar el mundo

La expresión tikún olam es usada en la Mishná, la primera gran colección escrita de las tradiciones orales judías conocida como la “Torá oral”, en la frase mip’nei tikún olam (“por el propósito de tikún olam”) para indicar que la práctica debe ser seguida no porque la Ley Bíblica lo indica, sino porque ayuda a evitar consecuencias sociales negativas.
Tikún olam es una afirmación en hebreo que significa “reparar el mundo”. Es un concepto importante en el judaísmo al que se apela para explicar el concepto judío de justicia social, y la aspiración de trascender, de dejar una pequeña contribución al mundo para ir hacia algo mejor.
Quizás por tener esta idea incorporada, los fines de año tienen el desafío de repensarnos en términos de un balance, para medir cuánto avanzamos para mejorar, cuánto retrocedimos para estancarnos.
En la tradición cultural judía, y también la religiosa, la idea de tikún olam ocupa un lugar principal. Hay que dejar el mundo, por lo menos, un poco mejor de lo que lo encontramos al llegar. Se plantea desde el punto de vista individual, pero fundamentalmente desde una perspectiva de justicia social, desde el activismo por una justicia social. Por eso existe un tratado, Pirkei Avot, el único tratado que versa sólo sobre principios éticos y morales, y casi ninguna mención de la ley religiosa. Es que Pirkei Avot es sobre los principios fundamentales, al aprender de las conductas y actitudes de nuestros padres y maestros, y “seguir en su correcto camino”.
Pero aún más definitivo y universal dentro de la cuestión judía, es que somos herederos de un pacto ético fundacional, que puso de pie una búsqueda, la de la libertad y la superación.
Hace más de 3 mil años, en el monte Sinaí, Moisés recibió los diez mandamientos, que ordenaron la vida de una sociedad, y fueron principios inspiradores. Este decálogo sirvió de base a la ética judía, y más tarde judeocristiana. También sustentó leyes en muchas sociedades. Inspiró una de las páginas más significativas de la historia judía y sus fundamentos. Me refiero a la historia de Moisés y la liberación de los judíos de la esclavitud en Egipto. No solo hace a la identidad judía, también fue inspiración para la lucha por la libertad y la justicia social en todo el mundo.

Fin de ejercicio

Al final de un período, o de un ejercicio, que es el período por evaluar, se formula un balance de situación, de resultados… Es un concepto relativamente nuevo. En efecto, la palabra “balance” fue incorporada en la edición de 1726 al Diccionario de la Real Academia Española. Tiene su origen en el francés “balance” (se remonta a los siglos XII y XIII) que corresponde a “balanza”, que viene del latín bilanx (balanza de dos platos, compuesta de bi (dos) y lanx (platillo de una balanza). Una de sus acepciones es la “confrontación del activo y el pasivo para averiguar el estado de los negocios o del caudal”.
El sentido contable, asumido como la “diferencia aritmética entre los dos lados de una cuenta”, data de los años 1580. Luego, ganó en sofisticación. Pero los balances se hacen a cierre de ejercicio, casi como una obligación administrativa, repetitiva, y hasta algunas veces, maquillada. Casi como una deformación extendida, una tendencia hacia una comprensión reducida y burocrática, y haciendo de la herramienta algo inútil.

Antes y después del 7/10

Los balances, por defecto, han incorporado la mecanicidad que nace de la repetición del acto administrativo, sin alma y sin pasión. Porque no se trata de acumular datos, sino información, para ponerla en valor y dar sustento a las nuevas metas y decisiones.
Este 2023, se lo mire por donde se lo mire, tiene un punto de inflexión: el amanecer del 7 de octubre, próximo a la frontera con Gaza. En una operación relámpago y largamente planificada, Hamás y la Yihad Islámica lanzan un ataque feroz. En pocas horas, las muertes se cuentan por decenas de cientos. Esta es la sexta guerra, que en unos pocos días más, llegará a los tres meses. Estos grupos daban inicio a un nuevo conflicto, Gaza-Hamás, justo a 50 años del estallido de la guerra de 1973.
De esa primera operación, aún Hamás conserva algo más de un centenar de secuestrados. En el medio, tuvo lugar un alto fuego, y un intercambio de prisioneros en cárceles israelíes por secuestrados en posesión de Hamás. Antes y después de ese alto el fuego, la guerra en toda su intensidad se ha expresado y hoy lloramos muertes que se podrían haber evitado.

Recordar

Shemá nace de la necesidad de recordar. Shemá Israel es una de las fundamentales plegarias de la cuestión judía, la más sagrada. Es la esencia de la cuestión judía: “Shemá Israel, Adonai Eloheinu, Adonai Ejad” o sea “Escucha Oh Israel, Adonai es nuestro Dios, Adonai es único”.
Así, la expresión Shemá Israel es la más profunda y amplia: no es simplemente que hay un único Dios, sino que, en realidad, hay una sola existencia. Y aquí vuelve a abrirse el significado que no queda reducido a una expresión religiosa, sino de identidad. El judaísmo es más que una expresión religiosa, es una continuidad identitaria, dialéctica, profundamente comprometida y enredada con las contradicciones de todos y de este momento.
Este “Shemá Israel, Adonai Eloheinu, Adonai Ejad” fue dicho en el Monte Sinaí por el pueblo judío al recibir la Torá y por los hijos de Jacobo a su padre antes de morir. Hasta el día de hoy, ha atravesado la historia de esta nación arrojada al mundo a través de cientos y cientos de años, hasta refundar la centralidad de Jerusalén en su territorio.

La continuidad

La jalá es un pan trenzado que se prepara para consumir en shabat, a la caída del sol del viernes. Se consume jalá en esa ocasión y en las festividades, con la excepción de Pésaj. Pero la jalá de Rosh Hashaná, siempre trenzada es redonda.
El trenzado simboliza una forma de reorganizar las energías creativas; la trenza representa esa búsqueda, la capacidad de organizar y ordenar las energías en el hogar.
¿Y redonda? La jalá agulá, en su forma redonda, circular, espiral, no nos muestra los extremos del trenzado, inicio y fin de la jalá, sino que al ocultarlas en su circularidad, nos transmite intuitivamente la condición de ciclos, una suerte de dialéctica de la continuidad, que nos exhorta a crecer, a superarnos. Heráclito de Efeso veía a las cosas permanecer cambiando y cambiar permaneciendo.

Fin de la guerra

Una semana después del acto terrorista de Hamás del 7 de octubre, que provocó una ola de indignación, escribía desde estas páginas que “desde la indignación (hay que) construir una nueva oportunidad. Porque la indignación de los justos es el camino, que está por hacerse”. Aquellos asesinatos abrieron las puertas del infierno, al dolor y a la tristeza.
Israel y sus vecinos, la región toda, se merece un futuro en paz, estable y seguro, al que todos deben contribuir con una nueva actitud, superadora. Golda Meir decía “no importa lo que te pase, importa lo que haces con lo que te sucede”.
La paz es una construcción diaria, responsable y generosa, pues debe construir confianza. La comunidad internacional también debe estar a la altura del desafío. Su contribución debe ser un aporte positivo en soluciones, no en reproches.
Es absurdo que un suelo y unas arenas tan cargadas de historias profundas y significativas, no encuentre en sus hijos de hoy, con tanto legado encima, una conducta responsable en el sentido de la paz.
Quizás necesitemos otra vez la voz resignificada que ordene a Lázaro “levántate y anda”. “Desatadle y dejadle entrar”. Se trata de la paz, del complejo parto de una paz duradera y del fin definitivo de la guerra.