Desde mediados del siglo XX en nuestro país se produce una importante migración del campo a la ciudad, pero también la hay desde poblaciones pequeñas o medianas hacia las ciudades más grandes, ocasionándose una concentración cada vez mayor en determinados polos. De acuerdo con el último censo, del que por ahora solo conocemos datos preliminares, “los departamentos con mayor incremento son Maldonado, Canelones, San José y Colonia, con un crecimiento poblacional cada vez más concentrado sobre la costa sur del país”. En particular este incremento se produce en las ciudades y no en el territorio rural y productivo.
De acuerdo con el informe Desarrollo urbano del Banco Mundial, de abril de 2023, alrededor del 56% de la población mundial –4.400 millones de habitantes– vive en ciudades y se espera que esta tendencia continúe. Para 2050 serán casi 7 de cada 10 quienes vivan en ciudades, se estima. Uruguay es un caso extremo, según datos del mismo Censo, la población rural es de apenas 4%, y la tendencia es a que siga decreciendo.
Hay que hacer la salvedad de que en estos datos puede haber matices importantes en cuanto a qué se considera vivir en una ciudad, porque concentraciones urbanas que llevan ese título en Uruguay, incluso con menos de 5.000 habitantes, seguramente no lo ostenten en otros países, donde serían consideradas población rural.
Estos fenómenos de desplazamiento interno son complejos y obedecen a una multiplicidad de factores, pero entre ellos el más importante es la transformación del trabajo en el medio rural, cada vez más tecnificado y menos demandante de mano de obra, en pos de una mayor rentabilidad.
Plantea este informe del organismo crediticio internacional que, “dado que más del 80% del Producto Bruto Interno (PBI) mundial se genera en las ciudades, si la urbanización se gestiona adecuadamente, puede contribuir al crecimiento sostenible gracias al aumento de la productividad y la innovación”. Pero se enfrentan desafíos en la búsqueda de “satisfacer la acelerada demanda de viviendas asequibles, de infraestructura viable (incluidos sistemas de transporte), de servicios básicos y de empleo, en particular para los casi 1.000 millones de pobres que viven en asentamientos urbanos informales, para que puedan estar más cerca de las oportunidades que necesitan”. De la mano de estas crecientes concentraciones aparecieron conflictos que han ido en aumento: problemas de seguridad, la basura, en el transporte, en la convivencia. Esto lo vemos a diario, y no solamente en la ciudad más grande de nuestro país, en Montevideo, sino también en capitales departamentales e incluso en otras más pequeñas. Por eso no llama la atención que florezcan nuevas opciones como barrios parque o barrios privados, que ofrecen determinadas ventajas a quienes estén en condiciones de afrontar los costos implícitos.
Pero el mundo ha cambiado. Por supuesto que hay empleos que siguen requiriendo de la presencia del trabajador en el lugar, pero cada vez hay más puestos de trabajo que se pueden ejercer a distancia, y la tendencia es a que eso crezca.
Esto abre dos posibilidades para localidades pequeñas del interior de nuestro país, por un lado la de radicar allí personas que trabajen a distancia en empresas radicadas en otros lugares, y por otra parte, la de radicar empresas en las que no sea necesario que todo su personal trabaje de forma presencial.
Es evidentemente que no va a ocurrir por arte de magia que personas o empresa decidan de un día para otro irse a una localidad apartada en el medio del campo, por lo que deben generarse las condiciones para que ello ocurra. Esto quiere decir que no sería gratuito, incluso no sería barato. Se requerirían políticas de fomento para generar las condiciones como para que resulte atractivo radicarse en estos lugares. Pero tampoco es que estemos descubriendo la pólvora, este tipo de políticas ya se vienen implementando en lugares donde la despoblación rural se acerca a prácticamente una desertificación.
Qué se precisaría es algo que se podría determinar mediante un estudio, pero pensando en una familia, de buenas a primeras hay algunas cosas que saltan a la vista: muy buena conectividad, digital pero también terrestre, vivienda en condiciones, tal vez que sea más de una familia la que se instale, acceso rápido a sistemas de salud, posibilidad de ofrecer buena educación a sus hijos. En fin, a la postre todas condiciones que redundarían además en mejoras para quienes hoy habitan esos mismos lugares. Igual pensando en las empresas, agregando acaso condiciones logísticas y un tratamiento favorable que estimule la decisión. Son todos instrumentos en los que se puede pensar, como alguna vez se pensaron los beneficios que han tenido el impacto que ha demostrado la promoción de la construcción de viviendas en lugares que tal vez no sean los top en la consideración de los montevideanos, pero que por ejemplo están muy cerca de la costa.
No es para todas las personas ni para todas las empresas, ni que hablar, pero en una pequeña comunidad, si se lograse radicar aun a pocas personas, aunque más no fuese temporalmente, pero con una visión diferente, ello puede provocar una transformación en estas localidades, que de lo contrario seguirán tan condenadas como hasta ahora a desangrarse viendo a sus jóvenes irse a la ciudad en busca de mejores oportunidades. Este tipo de cosas sería bueno que se discutiera en la campaña que se avecina. → Leer más