Escribir, comentar y sin duda recomendar hoy un libro publicado en 1759 puede parecer o una locura o un simple capricho. Ni lo uno ni lo otro. Cuando Voltaire publicó “Cándido” ya era un personaje social importante. Y polémico.
Por supuesto, esta novela corta fue como tirar nafta al fuego y su fama de revolucionario radical –antes que esas palabras se utilizaran–, se potenció. ¿Pero es lo que narra “Cándido” tan removedor, tan a contrapelo de su momento histórico? El protagonista hace honor a su nombre al ser un joven sencillo e inocente que, con un optimismo a toda prueba acepta lo que le ocurre con una templanza que nace por un lado de su carácter y por otro de las enseñanzas de su preceptor. Un preceptor era una figura obligada de las clases sociales altas del régimen anterior a la revolución (francesa) que cumplía las funciones de educador particular. Y, en el caso de Cándido, su preceptor es un tal Pangloss, que tiene la convicción de que vivimos en “el mejor de los mundos posibles”. Guiado por un razonamiento casi matemático, Pangloss no hace otra cosa que justificar mediante pensamientos y análisis que todo lo que ocurre tiene un propósito y un fin que serán positivos para el hombre.
Y eso puede funcionar mientras Cándido vive placenteramente en el castillo de Westfalia, pero, cuando es echado de él debido a un escándalo amoroso por sus amores con Cunegunda, los acontecimientos que se le avecinan tendrían que ser razón suficiente para probar que aquello de “el mejor de los mundos” es más bien un cuento de hadas que otra cosa.
Como habilidoso escritor, Voltaire, luego de narrar de manera picaresca los amores de Cándido y Cunegunda en el castillo, pisa el acelerador y hace que tanto el protagonista como su preceptor deban padecer los más variados apuros. Perseguidos por la inquisición, recorriendo América a pie, teniendo duelos a muerte o encontrando el país de El Dorado como si fuese la tierra prometida para después perder todo lo que poseen, la novela termina por ser una aventura tan vertiginosa que es difícil concebir que fuese escrita en el siglo XVIII.
Pero así es la literatura. Pueden pasar los siglos que, si en lo escrito hay algo de real valor, seguirá vigente. Y “Cándido” es una prueba cabal de esto. Obviamente, tratándose de un pensador contestatario como Voltaire, no hay que engañarse pensando que estamos ante una novela de aventuras de manual. Hay mucho de eso, pero también de crítica social y, más que nada, filosófica.
Es que si bien Cándido puede acusar los cambios que todos los avatares vividos le producen, su inseparable Pangloss seguirá insistiendo a pesar de todo que seguimos viviendo en el mejor de los mundos posibles. No importa que ese mundo al que se han enfrentado luego de ser echados del castillo le pruebe a golpes de la realidad más dura que no es así. Aquí es cuando Voltaire se revela en todo su esplendor como el más crítico de los escritores de su época.
A los filósofos, religiosos y políticos no les gustó para nada ese personaje que no cambia su manera de pensar mientras el mundo a su alrededor se pone de cabeza. Solo treinta años antes de la Revolución Francesa, el clima en Europa ya era lo suficientemente ajetreado para que no se pasara por alto la pintura de un personaje tan conservador y con tan poca inclinación a ver la realidad. Como siempre sucede con los artistas, la Historia daría la razón a Voltaire y borraría para siempre los nombres de sus adversarios. “Cándido” triunfó sobre todas las críticas y censuras, no por candidez, sino por simple calidad y desparapajo intelectual y literario.
Fabio Penas Díaz
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