Una de las relaciones más demandantes que debe llevar adelante una persona e incluso una comunidad, es aquella que se plantea entre el pasado, el presente y el futuro. Qué valor se le asigna a cada uno de esos momentos y desde dónde construimos lo que queremos o podemos ha sido siempre un debate que posee ribetes existencialistas, fundado en lo que hemos sido, somos o seremos. Durante toda su historia los pueblos han demostrado un fundado apego por la idea del futuro, y de esa forma fue construyendo a lo largo de los años las respuestas para cada una de las situaciones que se le fueron planteando. Sin perjuicio de la diversidad de situaciones y urgencias puntuales, un denominador común atravesó todos esos momentos: un sector público presente y una sociedad civil proactiva y movilizada por aquellos intereses superiores para la comunidad.
De una u otra forma todos construimos, a partir de nuestros actos individuales, la ciudad y el departamento que queremos y ello se manifiesta muchas veces en pequeños gestos que pueden ser considerados menores o carentes de importancia, pero cuya suma y repetición termina por definir cómo vivimos y qué características tiene el lugar donde lo hacemos. Si por ejemplo tiramos basura a la calle más temprano que tarde convertiremos nuestra cuadra en un basurero, afectando de esa forma a nuestros vecinos y a nosotros mismos.
Así las cosas, el futuro constituye una tarea en la cual podemos y debemos involucrarnos todos los que vivimos en esta hermosa tierra, porque de nuestros esfuerzos dependen las oportunidades que puedan llegar a tener nuestros familiares más cercanos, pero también la sociedad toda, porque vamos a estar mejor si cada uno de nosotros, trabaja para lograr un departamento que ofrezca oportunidades y en el cual, valga la pena vivir, trabajar, progresar y disfrutar. Ese coro de voces y brazos del cual necesita nuestro departamento debe dejar de lado las legítimas pertenencias político-partidarias para construir un edificio de buenos cimientos. No se trata de que nadie renuncie a sus ideas o adhesiones, pero sí de que pueda trascender las mismas con el objetivo de un bien común y superior, caminando con paso firme y seguro hacia logros que sean un beneficio para toda la comunidad y no solo para el referente político del momento. Los hombres y mujeres para quienes los sanduceros reservamos nuestro mejor recuerdo y agradecimiento merecen tal valoración no por votar a cuál partido, sino por haber superado esa condición (de la cual nunca han renegado y hasta bien que así haya sido) para ocupar el honroso sitial de quienes trabajan sin importar el “pelo” político de quienes se benefician con sus gestiones.
Se trata nada más y nada menos que de las cuestiones que hacen a la “polis” (“ciudad” en griego) y a quienes formamos parte de esta. Por esa misma razón todos tenemos un papel para cumplir, una responsabilidad que honrar y una voz que debemos hacer sentir clara y firme para alcanzar objetivos comunes. No hay tarea chica y tampoco aporte en vano; esos aportes, a diferencia de la leña, no se cuentan al peso y por eso mismo todas son valiosas y pasibles de ser valoradas. Cada uno según sus posibilidades, pero siempre “cinchando” para el mismo lado y por sobre todas las cosas dejando de lado la queja permanente que paraliza cualquier iniciativa y nos transforma en meros espectadores de la realidad sin poder tomar ninguna acción dependiendo de lo que decidan otros que muchas veces tendrán intereses diferentes o contrarios a los nuestros. Solo involucrándose se pueden cambiar las cosas.
La sociedad civil, según la especialista Daniela Jiménez Rivera, “está constituida por diversos componentes, tales como instituciones cívicas y sociales, y organizaciones que dan forma a la fundación de una sociedad funcional”. La importancia de la sociedad civil reside en asegurar la democracia por medio de la representación de la pluralidad de realidades para la toma de decisiones de los servidores públicos y el respeto de los derechos humanos de la población que garantiza la paz, seguridad pública y humana y el desarrollo nacional, como la transformación de un espacio público más abierto y plural en donde se ponga en escrutinio el poder del Estado. (…) La democracia es una casa en construcción donde la sociedad civil se vuelve en vigilante eterno, ya que de no ser así se vulnera la democracia y el ejercicio de la sociedad frente a esta. Se debe de ciudadanizar el poder público, en donde el ciudadano sea el centro de la toma de decisiones para el bienestar común. La sociedad civil debe de colocarse en una posición de conocer, ejercer y exigir sobre los derechos que poseen con respecto al Estado y cualquier otro tema que sea del interés de la sociedad para la construcción de la democracia y un bienestar en conjunto. Porque resulta fácil conciliar una posición de inconformismo y víctima con las realidades del país, pero se antepone la preparación y movilización para la eficacia del poder público”. En similar sentido, la biblioteca del Congreso Nacional de la República de Chile ha señalado que “la Sociedad Civil tiene un papel fundamental para poder conseguir transformaciones reales, empoderando a los ciudadanos para ejercer sus derechos y hacer valer tanto su derecho de participación, como sus responsabilidades en el proceso”.
Así las cosas, y con un desempleo que ronda el 14% de acuerdo con las cifras divulgadas por el Instituto Nacional de Estadística (INE), los sanduceros deberíamos pensar en clave departamental sin perjuicio de las instancias electorales que se aproximan y de las legítimas aspiraciones de las colectividades y sus dirigentes en las mismas. Las elecciones tienen una importancia fundamental en tanto de ellas proviene la representación que sólo el pueblo soberano puede otorgarles, pero los períodos de gobierno se extienden por períodos de tiempo que necesitan una acción e interacción también de los referentes de la sociedad civil. Si bien los representantes departamentales (tanto en la Intendencia Departamental como en el Poder Legislativo o en los municipios sanduceros) tienen una lógica y válida iniciativa en sus áreas de competencia, la sociedad civil debe colaborar con los mismos en aquellos proyectos en los cuales se sienta involucrada porque sus organizaciones pueden enriquecer la actividad de esos representantes, dotándolos de más y mejor información sobre determinadas realidades y sus necesidades. No podemos ni debemos esperar todo de las autoridades mencionadas, las cuales muchas veces enfrentan muchos y variados desafíos con recursos acotados y con multiplicidad de demandas en un territorio extenso como el de nuestro departamento. No “le carguemos las tintas” únicamente a nuestros representantes; hagámonos cargo de nuestras propias obligaciones y responsabilidades para transformarnos en generadores de instancias e ideas que sirvan como ámbitos de encuentro, discusión y acuerdo para encaminar nuestro departamento a un futuro más claro para todos. Hay que poner manos a la obra aquí y ahora, recordando en todo momento la famosa frase del expresidente norteamericano John F. Kennedy la cual podríamos adaptar de la siguiente forma: “no te preguntes qué puede hacer Paysandú por ti, pregúntate qué puedes hacer tú por Paysandú”. → Leer más