Fue Jenofonte, que nació en el 431 a.C. en Atenas y murió en el 354 a.C. en Ática, en usar por primera vez el término plutocracia, para referirse a la situación política que vivía Atenas antes de las reformas de Solón.
Fueron, precisamente, las reformas de Solón las que garantizaron el voto de todos los ciudadanos independientemente de sus ingresos y se establecieron límites inequívocos para la elección de magistrados. En esas exploraciones, se probó una fórmula en la que algunos cargos públicos fueran asignados de manera aleatoria entre los elegibles, de manera de disminuir los efectos de la plutocracia.
Lo cierto es que al igual que Platón, Jenofonte fue un pensador significativo de su tiempo y reflejó sus aprendizajes con su maestro Sócrates en varios libros, a los que tituló “Recuerdos de Sócrates” y la “Apología de Sócrates”.
Si bien nació en Atenas, Jenofonte se vinculó especialmente con Esparta, enemigos de los atenienses. Sus políticas a favor de la oligarquía marcaron el tono de sus textos, incluido su acercamiento a los espartanos, como surge de las posiciones proespartanas de su biografía real Agesilao y la Constitución de los lacedemonios.
Más allá de sus preferencias, que le costaron muchos y graves problemas, Jenofonte ha sido considerado como partidario de la idea del panhelenismo, el anhelo de unir las polis para crear “un gran estado heleno”, que una a todas las naciones que, en su totalidad o en su mayoría, estén habitadas por pueblos de lengua y etnia griegas.
La plutocracia, muchas veces, suele ser vista como un tipo de oligarquía. Las élites económicas ejercieron un control casi absoluto del poder político y social. En otras ocasiones, esas élites limitaban el acceso a la representación política de los habitantes de dichos Estados, vinculándola a unos requisitos mínimos de riqueza.
No sólo Jenofonte, también Tucídides, pensaban que los plutócratas preferían ignorar factores como los intereses del Estado, la responsabilidad social y los problemas políticos, pues priorizaban el poder conquistado para su propio beneficio, lo que derivaba en conflictos sociales, hedonismo y decadencia. Tucídides y Séneca argumentaban que inevitablemente la plutocracia sería abolida en una revolución, llevando a la monarquía.
Pero más acá en el tiempo, actores políticos y de reflexión, como Winston Churchill, Alexis de Tocqueville, Juan Donoso Cortés e incluso el académico Noam Chomsky, han condenado la plutocracia argumentando, básicamente, que se trata de una expresión política que únicamente prioriza los intereses del poder económico, ignorando los de la sociedad y del Estado.
Pero la idea de plutocracia, que apuntaba, como fue dicho, al gobierno de los poderosos, los excluyentes, parece reformularse en las nuevas expresiones autoritarias que van apareciendo en los últimos años en países como Estados Unidos, con el trumpismo y sus múltiples variantes de seguidores, sectores de la derecha española devenidos en Vox como desprendimientos del Partido Popular, y la agresiva irrupción del Mileísmo o LLA, La Libertad Avanza, en Argentina. Todas expresiones autoritarias, de lenguaje descalificador y agraviante, con un indisimulado agotamiento institucional de los partidos políticos.
¿Existe hoy países en régimen de plutocracia? Para Manuel Bartlett, que fuera destacada figura del PRI y más recientemente, alineado con el presidente Andrés Manuel López Obrador, también un reconocido académico, la respuesta es sí. También José Saramago, coincide en que México es una plutocracia.
En Estados Unidos, críticos como Paul Krugman, premio Nobel de Economía, ha advertido que el régimen de recaudación de fondos para campañas electorales tenía todas las características de servir a una plutocracia.
En el 2005, en un artículo publicado en el Washington Times por Marty Jezer, titulado “Money in elections”, instalaba un eje de debate que, como vemos, viene del fondo de la historia: “El dinero es el mayor determinante de la influencia y del éxito político. El dinero determina qué candidatos estarán en condiciones de impulsar campañas efectivas e influencia cuáles candidatos ganarán los puestos electivos. El dinero también determina los parámetros del debate público: qué cuestiones se pondrán sobre el tapete, en qué marco aparecerán, y cómo se diseñará la legislación. El dinero permite que ricos y poderosos grupos de interés influencien las elecciones y dominen el proceso legislativo”.
Jezer, hasta su muerte en ese 2005, trabajó activamente en las campañas de Bernie Sanders, y promovió diversos cambios legislativos profundos. Entre otras, la reforma del financiamiento de campañas, adoptados por los Estados de Maine y Arizona, “congelación nuclear”, agricultura orgánica.
DEFENSA DE INTERESES Y DEBATES
La búsqueda de privilegios, sea para preservar los ya conquistados como para alcanzar nuevos, es una constante histórica: También la reivindicación de espacios confiables de libertad para cuestionar y disentir, para preservar los derechos de los comunes.
Por ello, los intereses de los poderosos, así como la libertad de quienes los cuestionan, están a lo largo de la historia en el centro de todos los conflictos sociales: si, en unos casos como derecho a conquistar, a ejercer o despojar; pero en otros será un instrumento o mecanismo al que apelan los poderosos para conseguir el control social.
Y es que las ansias de libertad son tan viejas como la propia humanidad. También, los cuestionamientos de los privilegios y la conquista de derechos universales que igualen la condición de los ciudadanos. Dicho de otra manera: “la anatomía de la sociedad civil debe ser buscada en la economía política”.
En España, en la mirada de Ramón González Férriz, autor de “Los años peligrosos”, la lucha política se ha corrido hacia las peores prácticas, la profundización de las grietas y alejamiento de los espacios de consenso en el centro político, en la construcción de ciertas cuestiones asociadas a consensos de base, para acometer las reformas más importantes. Lo que se cuestiona es que está fallando el sistema. ¿La democracia? Sí, aunque se ande con eufemismos: derecha e izquierda “son difícilmente distinguibles dado que sus políticas se parecen mucho”.
González Férriz profundiza en esta descripción: “los partidos de centro izquierda y centro derecha se dan cuenta de que tienen que competir con partidos en los extremos. Eso los radicaliza. Y después en esta década pasada hay un proceso de digitalización de los medios, de aparición y crecimiento de las redes sociales, que ayuda a esa radicalización”.
ELEVAR LA POLÍTICA
Este año electoral es, será, esencialmente político y electoral. Es el año de expectativas y construcción de alternativas y proyectos. Es más o menos cierto que, a ojos del ciudadano común, la mayor parte del tiempo en política pasan pocas cosas o no pasa nada. Y por ese mix de medios digitales que más o menos todos conocemos, los agentes políticos “necesitan drama”, “necesitan magnificar las declaraciones del último político” para atraer lectores, para llamar la atención fugaz del click visitante.
Pero mientras el actor político “se da cuenta” de que necesita hacer declaraciones escandalosas para aparecer en televisión, pierde de vista que empobrece su actuación y pauperiza su valoración.
Si no elevamos el nivel de la práctica política, incorporando mayor análisis, mejor síntesis, respeto, audacia propositiva y fundamentalmente acción, el futuro de todos no será auspicioso, salvo para los plutócratas. → Leer más