Editorial de El Telégrafo sobre los temas que más importan en el mundo, Uruguay y Paysandú en particular.
“Bajar la pelota al piso” en año electoral
Los años electorales son oportunidades para encontrar a los precandidatos en un debate sobre los temas que preocupa a los uruguayos, como es el aumento del desempleo –de acuerdo a la última medición del Instituto Nacional de Estadística–, la seguridad, la economía o la educación. Son, al menos, los asuntos que encabezan las consultas de las encuestadoras.
Sin embargo, en los últimos tiempos los principales precandidatos se entrecruzaron sobre el régimen que gobierna en Venezuela y las dificultades por ponerle un nombre a un asunto que no se encuentra entre las prioridades de la población, aunque debería considerarse la oposición entre democracia y dictadura.
Los hechos ocurridos en Oriente Medio se muestran sensibles en un debate que mide fuerzas y entremezcla conceptos de la geopolítica, sin tener claro que las posiciones antagónicas vienen desde los confines de la historia y una discusión entre líderes uruguayos, no saldará un problema mayor que atraviesa a las poblaciones que padecen.
En cualquier caso, más que dividir opiniones, demuestra la existencia de una cultura de la cancelación que va más allá de los períodos de gobiernos. Porque nace en los espacios universitarios donde ya no es posible debatir, ni siquiera académicamente y con templanza, sobre aspectos que alcanza con mostrar a buenos y malos e incluso cuestionar a quienes desean abrirse al debate de ideas.
Es difícil congeniar con estas visiones en un país que otrora ostentó su posición de librepensador y laico, con una mirada pionera en una región que recién despertaba a las nuevas ideologías.
Sin embargo, la seguridad ciudadana que sigue a la cabeza de las prioridades de los uruguayos, se encuentra en un tironeo sobre si estamos mejor o peor, al compararlo con las administraciones anteriores. En cualquier caso, las generalizaciones ganan el espacio en los debates y le quitan importancia a los aspectos específicos. Porque, claramente, la inseguridad ciudadana va bastante más allá de los números mejorados de las rapiñas, hurtos y homicidios que forman parte de las estadísticas.
La confrontación en base a los números hace perder de vista el fondo de la preocupación de los uruguayos que se sienten inseguros y, ese punto en particular, se encuentra lejos de un número sistematizado en un ministerio. No obstante, es entendible que –en tiempos de campañas electorales– cada referente político use las estadísticas en su beneficio.
Lo mismo ocurre con los guarismos de pobreza y sus lecturas parciales, sin contemplar otros contextos ocurridos en los últimos cuatro años. Los precandidatos reconocen en las entrevistas que las personas que se acercan quieren saber las medidas que plantean en sus programas de gobierno.
Pero los discursos de campaña insisten en los hechos ocurridos durante la actual gestión de gobierno y por el cual debieron renunciar varios integrantes del Poder Ejecutivo. Una cuestión que se deberá reconocer porque no era costumbre que se cambiara casi por completo a la plantilla de gobierno que asumió en marzo de 2020.
En realidad, importaría bastante más al elector, conocer lo que hará un futuro gobierno para evitar que ocurran hechos de tales características. De lo contrario, se cumple la máxima que repite “son todos iguales” y que tanto molesta.
Es relevante conocer lo que hará un futuro gobierno para evitar nuevas entregas de pasaportes a uruguayos de reputación dudosa en el extranjero, o los hechos de espionaje a políticos o a periodistas –esto último ocurrió en anteriores gobiernos– o cómo se resolverán las incomodidades políticas que generan las licitaciones a largo plazo, como el puerto de Montevideo, o los contratos que atraviesan las distintas administraciones.
Para eso resultan ideales los tiempos de campaña electoral. Es el momento preciso en el que se definen las estrategias de aquellos que tienen la chance de gobernar en este país. Y deben comunicar y comprometerse con lo que van a hacer.
La situación económica de los hogares de menores recursos es otro tema de campaña. Desde el comienzo de la democracia hasta ahora, la pobreza sigue enquistada en las mismas poblaciones. Con el paso de las décadas –incluso de la supuesta “década ganada”– se incrementaron los asentamientos y con la compleja habitabilidad de las viviendas, también se crearon las condiciones para la inseguridad alimentaria que se profundizó durante la contingencia sanitaria.
Por lo tanto, es imprescindible conocer los programas o –en su defecto– el compromiso de la clase política para instalar una política de Estado que permita avanzar con medidas para atacar causas y consecuencias.
Porque todo lo demás es una descripción de lo ya conocido y, lamentablemente, cada día más los precandidatos se transforman en relatores de una realidad que no aporta nada.
Y esta zona reclama una política de frontera con agenda propia, dada la influencia argentina, para paliar de mejor manera las variaciones económicas del vecino país que golpean tanto a las economías internas. El desempleo de dos dígitos que aún persiste en los departamentos litoraleños y, en general, al norte del río Negro, demuestra que ninguna solución se desarrolla en un período de gobierno.
Los últimos presidentes de la República han realizado el mismo pedido en año electoral. “Bajar la pelota al piso” y evitar “alguna patadita en la canilla”, como agregó Lacalle Pou.
No obstante, el Poder Ejecutivo en general debe contribuir a bajar el tono del debate. Porque en las últimas semanas, variadas controversias políticas han puesto sobre la mesa lo difícil que es llegar a un consenso a partir de la diversidad de opiniones.