
De acuerdo con el diccionario de la Real Academia Española (RAE), una de las acepciones de la palabra “rumbo” es “camino y senda que alguien se propone en lo que intenta o procura”. La política exterior de Uruguay desde el 1° de marzo a la fecha nos ha dado la muestra de cómo se puede gobernar sin rumbo un área tan sensible para cualquier país, pero especialmente para los más pequeños como es nuestro caso.
Esa falta de definiciones es el fruto de las corrientes que existen y se enfrentan al interior del Frente Amplio y que pueden resumirse en distintas visiones de cuáles deberían ser las alianzas que nuestro país debe mantener a nivel continental y global, máxime cuando la guerra comercial entre China y Estados Unidos, así como las medidas arancelarias del presidente Donald Trump han reactivado el acuerdo entre la Unión Europea y el Mercosur, el cual ha dormido “el sueño de los justos” por más de 20 años. La situación planteada en el Medio Oeste luego de la masacre perpetrada por las milicias de Hamas contra ciudadanos israelíes el pasado 7 de octubre y la invasión de Rusia a Ucrania y sus efectos en los países europeos (sanciones comerciales, abastecimiento de gas, reinicio de políticas armamentistas, etcétera) suman nuevos escenarios a un mundo cuya realidad parece haberse vuelto más compleja con el paso de los últimos meses y la llegada al poder del presidente norteamericano.
Desde el 1° de marzo pasado, Uruguay enfrenta ese mundo convulsionado con señales poco claras, contradictorias y –por supuesto– anteponiendo lo ideológico a los intereses del país. Si uno repasa con atención las decisiones del actual gobierno, queda claro que el verdadero ministro de Relaciones Exteriores es el presidente de la Comisión de Asuntos y Relaciones Internacionales del Frente Amplio, Fernando Gamberra (quien además es secretario general de AEBU e integrante del secretariado ejecutivo del Pit Cnt) y no Mario Lubetkin.
La política asumida por el gobierno en relación con la designación de algunos embajadores que no son diplomáticos sino que son figuras políticas designadas por sus afinidades con el gobierno es una clara muestra de esas idas y venidas. Si bien el caso de Carolina Ache (futura embajadora en Portugal) y Beatriz Argimón (futura representante ante la Unesco) han tenido una gran cobertura en los medios de prensa, no debe soslayarse que ambas designaciones son “bombas de humo” que pretenden ocultar otro tipo de designaciones y resoluciones concretas del gobierno. A modo de ejemplo basta un botón: el hecho de que Rosario Portell sea la futura embajadora de nuestro país en Rusia. Se trata de una embajadora política (no es diplomática) que ya estuvo al frente de otros destinos como China y Vietnam y que es una persona de confianza de Lucía Topolansky. De acuerdo con lo informado por el diario El País, “En 2018 Portell, mujer de confianza de la ex vicepresidenta Lucía Topolansky, fue designada embajadora en Vietnam. Anteriormente -durante el gobierno de José Mujica- había liderado la representación diplomática en China”.
Portell “fue cesada dos veces bajo administraciones del expresidente Tabaré Vázquez. Primero, en 2008, dudas sobre presuntas irregularidades en la feria de Zaragoza con el visado de participantes del stand uruguayo llevaron al entonces canciller, Gonzalo Fernández, a cesarla. Luego, en 2015, al asumir su segundo mandato Vázquez, decidió que regresara a Uruguay y dejara de ser embajadora en China”. A pesar de estos antecedentes, el gobierno insiste con esta designación política en la que los antecedentes no ayudan.
Mientras tanto, la oposición y los partidos que la componen continúan alimentando a los medios con polémicas forzadas sobre las designaciones de Ache y Argimón. La estrategia del tero (gritar en un lado y tener en otro el nido) es más vieja que el agujero del mate y el propio expresidente José Mujica la manejó con una habilidad envidiable.
Es bueno recordar que Mujica defendió a Rosario Portell con una polémica frase: “Puede ser que no tenga mucha capacidad, que no sea brillante pero es una hormiga trabajadora, labura y labura”. En su momento Leonardo Traversoni –el segundo de la embajada uruguaya en China – señaló en el diario Observador: “No ha habido jamás una embajadora tan incompetente, arbitraria y corrupta como la señora Portell en China. Era el hazmerreír porque creía que hablaba inglés y decía cualquier cosa y exigía volar en primera, en fin, y cosas peores”.
En el año 2021 la Intendenta de Montevideo, Carolina Cosse, resolvió cancelar una deuda de 1.145.657 pesos uruguayos que Rosario Portell mantenía con esa comuna, a pesar de que el departamento jurídico de la IM estimó que no había motivos legales para hacerlo. La deuda se generó por una obra un padrón adquirido por Portell a UTE, en la calle Tabaré, en Punta Carretas, entre bulevar Artigas y Zorrilla de San Martín. A pesar de todos esos antecedentes, Portell se encamina a ser la próxima embajadora de Uruguay en Rusia.
Como si esto fuera poco, el ministro de Relaciones Exteriores, Mario Lubetkin, anunció recientemente, en diálogo con la radio M24, que Uruguay busca “poder traer algunos jóvenes palestinos de Cisjordania para prepararlos con empresas de nacimiento” en áreas de agricultura, en el marco de un programa de Dinamarca y la FAO. Uruguay enviaría además alimentos como arroz y leche en polvo a esa zona. Con esta decisión, Uruguay asume claro partido por la causa palestina (siguiendo la orientación del Pit Cnt y del Frente Amplio) y expone la relación diplomática que nuestro país mantiene con el Estado de Israel desde el momento mismo de fundación, la cual fue votada favorablemente por Uruguay. Todo indica que nos estamos encaminando hacia una medida como fue la llegada de refugiados sirios que terminó con el traslado de varios de ellos a Europa y que le costó a Uruguay tres millones de dólares.
Uruguay se está “metiendo en un berenjenal” que volverá a traerle problemas y nuevos gastos al país. ¿Alguien se preguntó por qué los países árabes mantienen una relación tan fría con los palestinos? ¿Por qué será? Según la BBC, en cuanto a los gobiernos de los vecinos árabes, “la respuesta hacia los palestinos ha sido tibia o, directamente, inexistente”. Más allá de la crítica retórica a Israel, o del papel mediador que han adoptado gobiernos como el de Qatar o Egipto, “puramente de intermediario, no apoyando a los palestinos. Ninguno de los países árabes ha roto relaciones con Israel o ha tomado algún tipo de medida de presión diplomática o económica para intentar poner fin a la guerra”. En declaraciones recientes, el El rey Abdalá II de Jordania afirmó: “No habrá refugiados en Jordania, no habrá refugiados en Egipto”. Mientras tanto, Uruguay traerá a jóvenes palestinos y les ofrecerá lo que no les ofrece a los jóvenes uruguayos, todo para comprarse un nuevo problema como el de los refugiados sirios.
Mientras tanto, han pasado 100 días de gobierno y el presidente Yamandú Orsi sigue sin marcar el rumbo de las relaciones exteriores de nuestro país, que navega al garete sin saber hacia dónde ir e hipotecando la buena reputación ganada con justicia en el pasado no tan distante.
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