Seguramente muchos de nosotros estamos entre los uruguayos a quienes nos sigue rechinando, nos rebela y nos hace autoformularnos muchas preguntas, las connotaciones de un hecho divulgado hace pocos días, –del que nos hemos ocupado incluso en esta página editorial– en el sentido de que productores de tomate del sur del país optaron por tirar la cosecha de sus establecimientos antes que llevarlos a comercializar, porque el precio que se les pagaba no era suficiente para cubrir los costos que les insumiría el transporte y distribución.
Es decir, les resulta más barato desprenderse del producto que han cultivado y cuidado durante meses, y del que esperaban por lo menos obtener una compensación a tanto esfuerzo, que entregarlo a precio vil para igualmente perder más.
Al respecto Erick Rolando, directivo de la Confederación Granjera, indicó que ante una buena producción y consecuente sobreoferta, lo más barato para el productor resulta desechar su producción.
Agregó que el cosecharlo también conlleva un costo “elevadísimo”, por lo que además de desechar varias toneladas, algunos productores decidieron también dejar de cosechar “una buena parte” de lo que tenían debido a que el precio al que se está comercializando el producto no da para cubrir los costos básicos. Incluso, se perdería dinero al venderlos, agregado al esfuerzo y pérdidas de horas y días para recoger el producto y comercializarlo.
Al analizar esta problemática, el directivo de la Confederación Granjera tocó un tema que por supuesto es mucho más amplio y complejo que la producción de tomates y la propia actividad de la granja en sí, porque tiene que ver con un enfoque ideal de la problemática de la producción en el agro, en el balance necesario sobre las perspectivas del mercado respecto a la oferta, la calidad de lo que se ofrece y la consecuente receptividad, los costos de producción, los de logística y la cadena de distribución hasta llegar al consumidor.
La realidad indica que generalmente lo que se le paga al productor por la fruta, como en este caso, es hasta diez veces menos que lo que le cuesta al consumidor en las góndolas, porque en todo este proceso hay una cadena cuyos integrantes se quedan con la parte del león en un pasamanos que debería ser mucho más corto, y eventualmente con el productor participando en más de un eslabón y no solo en la parte inicial –que es la fundamental– cuando llega el momento de la cosecha y tiene que desprenderse del fruto de su trabajo por lo que le ofrezcan.
Tampoco es sencilla la instrumentación de una idea que es tan vieja como la humanidad, y en la que no hay respuesta ideales, por uno u otro motivo, porque hay factores de riesgo, como el productor metido también a empresario y como ocurre generalmente, tampoco con el tiempo suficiente y los medios para ir a ofrecer su producto a las ferias, como solía hacerse frecuentemente, sobre todo en tiempos no muy lejanos.
Claro, también rechina al consumidor que lo que se le cobra 100 pesos en las estanterías podría conseguirlo a diez en los establecimientos en los que se cosecha, pero tampoco nos imaginamos a muchos de nosotros dejando de hacer lo de todos los días para tratar de encontrar en un establecimiento el producto que buscamos, para llevarnos unos pocos kilos para consumir en dos o tres semanas, con todo lo que ello implica en el tiempo, en el traslado y contar con un almacenamiento de cámara en frío para conservar aquello que conseguimos a unos cuantos pesos menos, y evaluar si realmente todo este despliegue al fin de cuentas ha valido la pena.
Esta es una disyuntiva que se da en Uruguay en varios rubros y en todos los países, de una forma o de otra, porque cuando el producto escasea, se disparan los precios, pero solo una pequeña parte va al productor, y quien se lleva la mejor parte es el que especula y/o tiene medios para contar con la oferta del producto cuando la demanda se va a las nubes, que es por naturaleza en la contraestación de lo que se ofrece. Nos decía ya hace mucho tiempo un productor, unas semanas antes de la cosecha de papa: “hoy está muy bueno el precio, pero no tengo papa para vender, tengo que esperar la cosecha, y cuando yo la tenga, todo el mundo la va a tener, y ya el precio no va a servir mucho”. Ello habla de la importancia de la incorporación de variedades de primor, que permitan desestacionalizar los picos de cosecha y dar más estabilidad para el consumidor y más rentabilidad a quien produce.
La realización de diferentes actividades es un signo de la estrategia productiva para obtener un ingreso continuo y de diferentes rubros, tratando de acotar la incidencia de precios coyunturales y reducir riesgos, pero a la vez la alta diversificación requiere una buena planificación de los recursos disponibles, por lo que en base a características del productor y del sistema, se debe ir ajustando para llegar a un balance adecuado, de forma de minimizar los eventuales efectos negativos.
Como reflexión al paso, y siguiendo la línea del directivo de la Confederación Granjera, el tema de la información y la coordinación para determinar las superficies a plantar, la situación del mercado y las consecuentes recomendaciones para los productores, está llamado a ser un factor de gran importancia para evitar que se den más a menudo esta situaciones, pero tampoco es un reaseguro de lo que va a suceder.
Es que basta un contratiempo climático, que afecte las cosechas, para que se dé una producción que no alcance para abastecer el mercado, y que consecuentemente por esa decisión muchos productores que desistan de plantar se lamenten luego por no haberlo hecho, porque en teoría no había mercado, y ello entre un sin fin de situaciones posibles.
Ello da una pauta de la complejidad e imprevisibilidad que tiene la producción granjera, como tantas producciones en otras áreas que comprenden las explotaciones con base en el agro, lo que va de la mano con los elevados costos de los insumos que forman parte del costo país. Este escenario reafirma la necesidad de estrechar la coordinación entre productores y organismos técnicos asesores que tiene el Estado, para de la mano de la investigación, del uso a pleno de los campos experimentales, la interacción, el estímulo en políticas para mayor participación de los productores en la cadena de salida hacia los centros urbanos, entre otros aspectos, logremos que estos episodios como el que nos motiva a estas reflexiones por lo menos sean menos frecuentes, porque no hay “vacuna” para evitarlos en ninguna parte del mundo. → Leer más