Estabilidad, pero cercana al estancamiento

Durante la reciente celebración de los 40 años de existencia del Centro de Estudios de la Realidad Económica y Social (Ceres) en el Uruguay, el repaso de los temas que tiene para resolver nuestro país indican que más allá que desafíos nuevos, hay áreas que se mantienen estancadas o sin revolver desde hace décadas, pese a que han ejercido el gobierno todos los partidos desde la salida de la dictadura, que fue cuando se creó este instituto.
Al dar cuenta de los desafíos que tiene nuestro país desde la óptica de este instituto, su actual titular, economista Ignacio Munyo, repasó una serie de prioridades que al enumerarse da cuenta de que pese al paso de los años, hay áreas que no se han tocado y lo que es peor, se manifiestan en toda su gravedad los círculos viciosos que han sido determinantes para que el país siga estancado, más allá de algunos avances en áreas puntuales.

Al respecto, señaló la necesidad de que por encima de factores ideológicos, los uruguayos nos convenzamos de que la inversión es piedra angular para poder superar muchos de estos desafíos, desde que en economía no hay milagros, sino que se crea riqueza para después poder repartirla, sin trastrocar el orden lógico de las cosas.
Entre otros aspectos, Munyo mencionó que “el desafío para Uruguay es permanente”, y recordó que el año pasado el país pudo salvar “un examen muy complicado, el plebiscito de la seguridad social. La gente en las urnas rechazó con contundencia una propuesta tan seductora como demagógica, que ponía en riesgo el futuro de nuestro país”.
El punto es que pese a este rechazo, hubo un alto porcentaje de uruguayos que creyeron que con esta reforma podían resolverse sus problemas, y este sí es un aspecto grave, porque da cuenta de que hay amplios sectores de la ciudadanía que entienden que es posible cortar camino y hacerle un bypass a las reglas de la economía, y que al fin de cuentas el dinero va a salir de algún lado.
Pero peor aún es que tengamos dirigentes políticos que defienden a ultranza estos planteos voluntaristas, con mentalidad sesentista y ajena a la realidad del mundo, que no vacilan en comprometer el futuro del país a pura demagogia.

Ese es el caso de la dirigencia del Pit Cnt, partiendo de los funcionarios agremiados del BPS, que arrastraron a otros grupos de la central y luego a sectores radicalizados de la coalición de izquierdas hacia el plebiscito, poniendo además en apuros en su momento al entonces designado ministro de Economía y Finanzas Gabriel Oddone, en su intento de que si salía el plebiscito no era “el fin del mundo”, aunque sí inconveniente.
Y aunque Munyo no lo menciona específicamente, es un hecho que más allá de quien asuma las responsabilidades de gobierno, siguen existiendo grupos que se empecinan en ir a contramano de la realidad, y que este es uno de los obstáculos con el que se tiene que luchar en lo interno por quienes tratan de proponer respuestas valederas a los viejos problemas para poder avanzar.
Sostiene desde el punto de vista de la macroeconomía que los números muestran “una preocupante estabilidad, más cercana al estancamiento que el progreso en la calidad de su gente”, subrayando que “las políticas educativas han fallado durante décadas, y el precio lo pagan miles de personas que ven como el avance tecnológico cierra puertas en lugar de abrirlas. Sin autonomía para responder a realidades distintas, sin responsabilidades claras ni sentido de urgencia, es difícil imaginar que el sistema educativo pueda estar a la altura de lo que se necesita”.
Otro aspecto tiene que ver con que a su juicio “es tiempo de rediseñar el sistema de transferencias, pensado para un mundo que ya no existe, y adaptarlo a los desafíos del presente. Sin miedo, sin dogmas, con la confianza de que quienes enfrentan la precariedad laboral son capaces de decidir como invertir su tiempo en formación, si reciben un respaldo temporal que les permita reinvertarse”.

Pero por otro lado “los impuestos han llegado al límite, al igual que la deuda, y forzar cualquiera de estos caminos solo nos debilitaría. Sobre esto parece haber cierto consenso. Lo que no parece estar claro es en como hacer que la economía uruguaya crezca más”.
Para ello “más que nunca, debemos fomentar, no entorpecer, la inversión privada. No se trata de una cuestión ideológica ni de una apuesta ciega, sino de una verdad respaldada por la teoría económica, la evidencia internacional y sobre todo por nuestra propia historia”.
Asimismo, evaluó que “un sector público más eficaz ya no es una aspiración, sino una condición indispensable para el desarrollo del país”, lo que es tan cierto como lo anterior, por lo que ambos factores son parte de la ecuación para promover el circuito virtuoso que necesita el Uruguay.
Es decir, la inversión, un Estado que esté involucrado en promover y no entorpecer son los requisitos fundamentales para cambiar la pisada de forma de que haya crecimiento con desarrollo y sustentabilidad, que son condiciones que van atadas indisolublemente.

Cosas tan simples como fáciles de decir y de enumerar, con las que pocas personas o colectivos deberían estar en desacuerdo, son cuestionadas sin embargo por la central sindical alineada con ideologías trasnochadas de la época soviética, la de los capitales que “vienen a explotarnos” y llevarse nuestras riquezas.
Pero el asumir responsabilidades de gobierno implica no caer en simbolismos ideológicos ni voluntarismos como si se estuviera en la oposición, sino en mantener un rumbo claro en aras de políticas ajenas a los grupos de presión, de aquellos interesados en sacar ventajas o tener preeminencia ideológica en las decisiones, por lo que cabe esperar que el equipo del ministro Oddone sabrá discernir entre estos elementos de puro sentido común y aquellos planteos de neto cuño ideológico, por el bien del país.