El discurso del odio se extiende por Internet. Es una constatación que cualquiera puede realizar con solo revisar ciertos espacios abiertos a la participación de los usuarios digitales, tales como redes sociales y distinto tipo de foros.
Si bien la red de redes ofrece grandes ventajas y ha democratizado el acceso a la información, también ha facilitado la proliferación de contenido erróneo y perjudicial que perpetúa estereotipos negativos, modelos irreales de vida y fomenta discursos de odio. El fenómeno, aunque siempre ha existido fuera de los espacios digitales, resultó exacerbado durante la pandemia por COVID-19 y se mantiene con creciente impacto en el ámbito de la comunicación digital.
Si bien no existe una definición universal de discurso de odio de acuerdo con el derecho internacional en materia de derechos humanos y el concepto todavía se debate en relación con la libertad de opinión y expresión, en general se lo entiende como cualquier tipo de comunicación ya sea oral o escrita –o también comportamiento– , que ataca o utiliza un lenguaje peyorativo o discriminatorio en referencia a una persona o grupo en función de sus características inherentes (como religión, etnia, nacionalidad, raza, color, ascendencia, género u otras formas de identidad) y que puede poner en peligro la paz social.
La digitalización de la vida pública y privada de las personas y las facilidades existentes actualmente para producir y hacer circular contenido en Internet a bajo costo e incluso de forma anónima llegando a un público masivo en tiempo real, está constituyendo un gran desafío para la sociedad. Bien usado es una potente herramienta para la comunicación y la interacción entre personas y causas, pero por otro lado, también tiene el potencial de aumentar la desinformación y afectar vidas.
Así como las noticias falsas y la desinformación, el discurso del odio también puede masificarse al compartirse a través de herramientas digitales existentes en línea y, además, la permanencia de ese contenido en línea también representa un problema. Según Naciones Unidas, el aumento sostenido del uso de redes sociales como medio para amplificar discursos divisorios y de odio ha sido favorecido también por los algoritmos de las empresas de Internet, que han masificado el estigma al que se enfrentan las comunidades más vulnerables y expuesto la fragilidad de nuestras democracias a nivel mundial.
Actualmente la atención también se está dirigiendo a los operadores de Internet y ha desencadenado preguntas acerca de su función y responsabilidades al infringir daño en el mundo real. Es por esto que algunos países han comenzado a exigir responsabilidades a las empresas al respecto de moderar o eliminar contenido que pueda considerarse en contra de las normas establecidas, lo que a su vez ha suscitando inquietudes sobre las limitaciones de libertad de discurso y censura.
Por otra parte, considerando el abundante tiempo que niños y adolescentes pasan actualmente en Internet, está claro que la exposición a los contenidos antes mencionados constituyen una vulneración a los derechos de niños, niñas y adolescentes a una información veraz y segura. Se trata de un derecho actualmente muy comprometido y que está cada vez más en juego en el entorno digital dado que las redes sociales se han convertido en una de las fuentes principales de información para personas en estas edades.
El informe 2024 de Save the Children, que analiza los derechos de la infancia y adolescencia y su protección en el entorno digital, sostiene que las redes sociales se han convertido en la segunda fuente principal de información para los y las adolescentes, después de la familia y los amigos, superando a medios tradicionales como la televisión y la prensa online.
En este sentido, se expresa la preocupación respecto a que niños, niñas y adolescentes se estén informando a través de perfiles que no dispongan del conocimiento o información adecuados para informar debidamente, o que puedan propagar cuestiones falsas o desinformadas. Esta preocupación aumenta al saber que son muchos los y las adolescentes que reconocen no saber identificar noticias falsas en Internet.
Por otro lado, los adolescentes reconocen estar expuestos a contenidos en redes que promueven el odio y estereotipos raciales y de sexualidad. Los chicos son más vulnerables a discursos que niegan la violencia de género y otros movimientos sociales amenazantes para el status quo machista, racista y homofóbico. Las chicas, en cambio, son mayormente destinatarias de estos discursos, recibiendo mensajes agresivos y ofensivos, lo que convierte el entorno digital en un espacio más hostil para ellas. El informe señala también que ellas se ven más afectadas por la exposición constante a representaciones idealizadas de vida y estándares de belleza en las redes sociales, lo cual puede repercutir negativamente en su salud mental: particularmente la presión por amoldarse a cuerpos deseables y la cosificación genera baja autoestima y problemas de confianza, lo que puede derivar en trastornos de conducta o autolesiones.
Se concluye también que la normalización de discursos perjudiciales que propagan estos estereotipos y mensajes a través de distintas plataformas de streaming puede asimismo ser asimilada por los seguidores de estos canales y, evidentemente, una vez expandidos estos mensajes, puede resultar muy complicado contrarrestarlos y desactivarlos.
Es importante que todas las personas, pero especialmente niñas, niños y adolescentes puedan aprender a discernir entre información veraz y falsa, siendo parte de la responsabilidad del Estado y una tarea impostergable para la educación fomentar y garantizar la formación del uso seguro y responsable de las tecnologías. Esto incluye la posibilidad de desarrollar destrezas para evaluar al fiabilidad y credibilidad de las fuentes de información para identificar la falsedad y entender los mecanismos que se esconden en la propagación del discursos de odio, para que puedan utilizar los espacios digitales con menos riesgo y de una forma más responsable, segura y crítica.
Por otra parte, así como las conductas violentas fuera de Internet son sometidas a las normas de convivencia éticas y legales, lo mismo debería pasar en el espacio digital. En ese sentido es que abordar y combatir el discurso de odio es una necesidad que debería movilizar a la sociedad en su conjunto, ya sea a nivel individual, de organizaciones, gobiernos, sector privado, medios de comunicación, familias y educadores. El discurso de odio se extiende como reguero de pólvora por Internet y es necesario entender cómo funciona y exigir responsabilidades a los autores para terminar con su impunidad. → Leer más