Mercedes Notaro, insustituible

Si el mundo fuese un escenario, y muchas veces lo es, Mercedes Notaro no pasó por él desapercibida. Su presencia se marcaba a fuego a fuerza de imposiciones que no siempre eran bienvenidas, pero que cambiaban el clima de cualquier lugar donde apareciera.
El trabajo periodístico de sociales no siempre ha sido ni valorado ni reconocido, pero no cualquiera lo puede hacer. Mercedes sí podía. No importaban los años y décadas, su actividad como fotógrafa de eventos marcará un antes y un después en la vida sanducera. Conocida por todos, era también una fuente de anécdotas que quedarán en el imaginario popular de varias generaciones.

Sin filtros, su afilada lengua ordenaba, opinaba, elogiaba y definía –a su entender– a las personalidades más destacadas de la política y el arte y también a ciertos personajes del pueblo de Paysandú que podrían no tener nada que ver con su clase social, pero que de todas maneras ella conocía al dedillo. Su avasallante personalidad dejó también a un costado, o en las sombras, su veta artística, donde también se movía con la misma facilidad con que aparecía en cuanto evento social hubiese.

Quienes trabajamos con ella supimos a la vez soportarla y quererla a partes iguales. Como siempre sucede, ahora aparecerán las caras extrañas –o no– que hablarán maravillas, lamentarán su partida y no se cansarán de repetir que la extrañarán mucho. Algunas serán sinceras, otras no tanto. Es que una personalidad así no se puede despedir como a cualquier otra. Tal vez alguien suave y amable, que no molestara y que no quisiese imponer su opinión sobre todas las cosas se soportara mejor, pero también, hay que decirlo, pasaría más desapercibida.

Mercedes no, ella pasó con pena y con gloria, con furia y con amor a la vida. Su espíritu inquieto no la abandonó jamás.

En sus últimos años, seguir trabajando al ritmo que lo hacía la definía como una fuerza de la naturaleza imposible de detener. Con más noche que mucha gente más joven, recorría la ciudad de punta a punta fotografiando bingos, teatros, espectáculos o simplemente salidas o “recorridas”, como las nombraba ella. Personificó toda una época sanducera como pocas personas. Sus publicaciones gráficas, tan peleadas para que salieran por ella –incluso contra esos “avisos tan grandes que ponen”–, fueron una pelea constante que quienes compartimos nuestro trabajo con ella a veces terminaba por agotar.

Pero claro, el vacío que ha quedado ahora es muy grande, y no solo eso, nadie podrá sustituir a Mercedes Notaro. Nadie podrá ser como ella ni en sus virtudes ni en sus defectos. Virtudes y defectos tan humanos como los de cualquiera, pero que quedarán en la memoria de todas las vidas que tocó quizá con más fuerza y nitidez que el que dejarán personas más cercanas a nosotros mismos.

Mercedes fue una parte de esta ciudad y una parte de EL TELEGRAFO que se recordará mientras Paysandú y este diario existan. No todos podrán decir lo mismo, porque nadie podrá ocupar su lugar, por más que haga el mismo trabajo. Ya comenzó a pasar, hace poco, otra compañera fue a cubrir un evento social y muchos le preguntaron por Mercedes Notaro. Chiste va, chiste viene, esa misma gente ahora debe estar pensando que la vida social sanducera ha perdido a su más fiel y militante representante. Y tendrán razón.

Así que ya sabemos, si algo ocurre en nuestro destino que parezca un cambio en el que la providencia ha metido la mano, que nadie dude que es la propia Mercedes Notaro indicándole a Dios cómo hacer mejor su trabajo.