En estos días, más precisamente el próximo 31 de julio, se cumplirán 105 años del nacimiento de Primo Levi. Italiano, judío, poeta y académicamente químico. Nacido en Turín el 31 de julio de 1919, se quitó la vida el 11 de abril de 1987, a los 67 años, tras caer por el hueco de la escalera. Todavía hay quienes creen que se trató de un accidente o un movimiento torpe, el que provocó su trágica caída. Pero otros, muy cercanos, aceptaron dolidamente la hipótesis de un suicidio, cuyo legado ha trascendido la dimensión temporal de su existencia.
A partir del ascenso de la ultraderecha, del fascismo en Italia y del nazismo germánico, Primo Levi se alinea decididamente del lado de la democracia. Buscó vincularse a los partisanos, pero fue detenido y trasladado al campo de concentración de Fossoli. El sitio histórico de Campo di Fossoli es un testigo imperturbable, de piedra excepcional, que guarda silencioso las huellas de los presos, torturados y asesinados, que caracterizaron los años centrales del siglo XX. A casi seis kilómetros de Carpi, en una localidad denominada Fossoli, donde aún se puede ver los barracones de ladrillos construido en 1942 por el Ejército Real para encarcelar a los soldados enemigos. Pocos meses después, en diciembre de 1943, el sitio fue transformado por decisión de la República Social Italiana en un campo de concentración para judíos.
La República Social Italiana
Como se señaló en el párrafo anterior, la República Social Italiana abre en Fossoli, siguiendo los dictados de la Carta de Verona y la Orden de Policía Número 5, el “campo de recogida especial para los judíos procedentes de los campos provinciales del territorio de la RSI”.
En enero de 1944, además de los judíos, los opositores políticos también comenzaron a ser confinados en este campo. Y desde el 15 de febrero el campo quedaría bajo supervisión y control directo de las SS alemanas. Es precisamente durante ese lapso que también se efectuaron tres convoyes deportando judíos al infierno y exterminio, los días 19 al 22 de febrero de 1944.
Los judíos anglo-libios fueron trasladados en dos convoyes pequeños, con destino al campo de Bergen-Belsen. Y el día 22, salió otro convoy, con destino a Auschwitz-Birkenau, transportando otros 650 deportados. En ese convoy fue llevado Primo Levi. Dejó testimonio escrito de esos días en Fossoli en las primeras páginas de su libro Si esto es un hombre y en el poema Atardecer en Fossoli.
Interrogatorios y torturas
A poco de trasladados, fueron ubicados y comenzaron los interrogatorios. Levi era muy consciente de lo que sobrevendría de allí en más. Ante sus ojos, no había porvenir ni futuro. Preveía lo peor. Llegado el momento del interrogatorio de reconocimiento, expresó su nombre, se declaró ciudadano italiano y judío.
Sus breves y directas respuestas dieron por concluida la labor de sus interrogadores, por lo que a partir de ese momento no preguntaron nada más. Diría en algún relato, con cierta sorna, “les solucioné un problema”. Correspondía ahora que otros se encargarían de él.
Lo cierto es que el aspecto físico de Levi no provocaba temores. Lucía una delgadez extrema, que más que un químico o un subversivo, era sencillamente un preso debilitado físicamente. Lo enviaron a Fossoli, a ese campo de concentración que ya estaba especializado en judíos. Al momento de su llegada al campo, ya había en Fossoli alrededor de ciento cincuenta judíos italianos. Pero en las siguientes semanas seguirían siendo trasladados otros seiscientos.
De todos ellos se ocupaban los soldados alemanes. Luego, serían ubicados en otro tren, rumbo a la muerte. De aquellos sesenta italianos que se hacinaron en el mismo vagón que él, apenas cuatro sobrevivieron a la dramática experiencia. Ese vagón, comparado con otros, significaba una alta tasa de sobrevida. Las condiciones de los presos, la escasa y mala calidad de la alimentación, y también las malas condiciones, como el permanente maltrato, aceleraron el deterioro físico de los presos de los campos de concentración. Entre ellos estaba Primo Levi.
Después, entre los meses de agosto a noviembre de 1944, el “Nuevo Campo” es transferido a la Dirección General de Compromiso Laboral de Alemania. El destino el mismo, pero ahora con un nombre institucional que pretendía ocultar la realidad. El campo daba lugar a ciudadanos acorralados, opositores políticos, todos para ser enviados a trabajos forzados en los territorios del Tercer Reich. En noviembre de 1944 ese campamento fue trasladado a Gonzaga, en la zona de Mantua.
Después del infierno…
Después de este infierno, comienzan a preguntarse los sobrevivientes de este régimen de odio y de asesinatos “industriales”, ¿cómo se llama una brutalidad así? Levi diría “por primera vez nos damos cuenta de que nuestra lengua no tiene palabras para expresar esta ofensa, la destrucción de un hombre”.
José Piquer Martínez, en sus apuntes para una lectura de Hannah Arendt y Primo Levi, titulado “Sobre la libertad, el pensamiento la opresión”, dijo que si la “última expresión de la libertad del hombre es la capacidad de reflexionar, de pensar, aún en la más absoluta intimidad y soledad, ¿qué queda de ella en un campo de concentración?, ¿Es posible el pensamiento como manifestación de esa libertad en la antesala del exterminio o la aniquilación, por situarnos en el contexto del primer libro de Trilogía de Auschwitz?”.
Antonio Muñoz Molina, destaca Martínez, “escribe, en el prólogo de Trilogía de Auschwitz, una de las obras más importante de este autor judío italiano conformada por “Si esto es un hombre”, La tregua” y “Los hundidos y los salvados”¸ que “casi nadie ha contado el infierno con tanta claridad y hondura como Primo Levi: casi nadie, al menos en el sombrío siglo en el que vivió, ha resaltado como él la sagrada dignidad de la vida, el impulso de inteligencia y piedad que incluso en medio del horror nos da la oportunidad de seguir siendo plenamente humanos”.
Estas son las primeras líneas de la obra “Si esto es un hombre”: “tuve la suerte de no ser deportado a Auschwitz hasta 1944, después de que el gobierno alemán hubiera decidido, a causa de la escasez creciente de mano de obra, prolongar la vida media de los prisioneros que iba a eliminar”. Las palabras de Levi suenan intensas y controladas, una redacción medida y no neutra de sentimientos, sino mesurada y sobria, como la vida en el campo, sin esperar nada, privado de cotidianeidad, y el olvido, que no renuncia, de la condición humana de los prisioneros de los campos de exterminio nazis.
…el infierno…
“Contar el infierno” requiere primero ordenar y ordenarse, ideas, dolores, para poder contribuir a que esta barbarie no se olvide. Segundo, razón moral, es no dejarse ganar por la amenaza de los soldados de las SS: “Aunque alguna prueba llegase a subsistir, y aunque alguno de vosotros llegara a sobrevivir, la gente dirá que los hechos que contáis son demasiado monstruosos para ser creídos” (Levi, 2010: 475).
Por eso, en 2019 cuando se celebró el centenario de Primo Levi, 1919-2019, en el Centro Primo Levi de Nueva York, se dedicó una jornada de lectura de “Si esto es un hombre” en treinta idiomas.
Aún retumba en este adulto que soy hoy, la lectura adolescente de Primo Levi. Si en los años 70 tenía sentido “si comprender es imposible, conocer es necesario”, hoy lo es más. Y recordemos, siempre: “Los monstruos existen, pero son demasiado pocos para ser realmente peligrosos; más peligrosos son los hombres comunes, los funcionarios dispuestos a creer y obedecer sin discutir…”.
“En el odio nazi no hay racionalidad: es un odio que no está en nosotros, está afuera del hombre, es un fruto venenoso nacido del tronco funesto del fascismo, pero está afuera y más allá del mismo fascismo”. → Leer más