Pocos temas golpean con tanta fuerza y frecuencia la agenda política nacional como la inseguridad. Es un tema recurrente en la prensa diaria y en las investigaciones que desarrollan diferentes instituciones públicas y privadas, aunque todo ello no logra modificar la denominada “sensación térmica” de la población. Es precisamente ese un elemento tan subjetivo como la “sensación térmica” la que se alimenta de experiencias personales, acciones delictivas que nos comentan personas allegadas o la cobertura que los medios de prensa hacen de ellas. Como consecuencia de este conjunto de vertientes, los ciudadanos tenemos una percepción de que la inseguridad pública no solamente no disminuye, sino que aumenta.
En este sentido se puede mencionar el informe estadístico del Ministerio del Interior sobre hurtos y rapiñas durante el primer trimestre del año 2024. Este documento deja en claro que “se clasifican como rapiñas todos los incidentes en que se sustrajo o intentó sustraer, por medio de la fuerza o amenaza de uso de la fuerza, cualquier objeto o propiedad al cuidado o bajo la custodia de otra o varias personas. Asimismo, deja en claro que se entiende por hurto cualquier acto que implique sustraer, tomar o apartar ilegalmente cualquier propiedad o bien mueble de la posesión, control o custodia legítimos de cualquier persona. A modo de ejemplo, incluye delitos como el hurto de vehículos de motor, el hurto de piezas de vehículos, el hurto de efectos depositados en el interior de viviendas y vehículos, el hurto de artículos comerciales del interior de tiendas, el “arrebato” de carteras o teléfonos celulares, el hurto de bicicletas, etcétera; siempre y cuando ninguno de estos hechos impliquen violencia abierta, la amenaza de violencia o el fraude. Se deja en claro que las denuncias de rapiña y de hurtos incluye tanto delitos consumados como en grado de tentativa.
Si tomamos el caso de las denuncias de rapiñas en todo el país del 1º de enero al 31 de marzo de cada año, podemos apreciar que alcanzaron 8.257 en el año 2019 para descender hasta 5.033 en el año 2023 (o sea, un descenso del 41%). Algo similar sucede con los hurtos en el mismo período interanual, que alcanzaron 36.512 en el año 2019 pero bajaron a 28.377 en el año 2024, marcando un descenso del 22,3%. Ahora bien, si le preguntamos a cualquier persona sobre la situación de inseguridad seguramente nos dirá que “está cada día peor”. Si bien se trata de una frase que podría quedar desmentida por las numerosas gráficas que acompañan esos informes, lo cierto es que hay dos casos de inseguridad que no llegan a las estadísticas porque simplemente no se denuncian: las acciones violentas entre delincuentes (especialmente los narcos y sus “ajustes de cuentas” cuyas consecuencias serán peores si se formula una denuncia) y aquellos hurtos y rapiñas que los ciudadanos prefieren no denunciar porque significan una pérdida de tiempo y dinero ya que nada de lo hurtado será recuperado (pensemos en carteras, celulares, lentes, etcétera). Estas dos realidades delictivas terminan volando “por debajo del radar” y no son tomadas en cuenta por las estadísticas de delitos, si bien conforman la “sensación térmica” de inseguridad que mencionamos antes.
En el año 2008, el periodista Emiliano Cotelo realizó una entrevista al politólogo Oscar Bottinelli, en la cual este último mencionaba que “hay una conducta bastante estable con relación a denunciar o no los delitos de los que se es víctima. Los delitos graves contra las personas se denuncian todos, por ejemplo homicidio, violación, lesiones muy graves, secuestros, copamientos, asaltos con armas de fuego. Los delitos con lesiones importantes normalmente se denuncian.
Los delitos sin lesiones generalmente no se denuncian, ni aun cuando haya amenazas con armas de fuego o, lo más común últimamente, con armas blancas –-a veces cuchillos, pero muchas veces pedazos de vidrios, por ejemplo, con un vidrio en la garganta–. En los robos de las casas, la norma es que hay denuncia si hay seguro a cobrar, normalmente está relacionado con el cobro del seguro. (…) El robo del automóvil –de todo el automóvil– se denuncia siempre, aun cuando no esté cubierto por el seguro.
Las rapiñas a las personas y los arrebatos pocas veces se denuncian. Y la punga, la sustracción imperceptible del bolsillo o de la cartera, raramente se denuncia, prácticamente nunca”. Sobre por qué no se denuncia, Bottinelli afirmó que “hay muchas explicaciones, pero las distintas respuestas se relacionan con que no existe confianza en que la Policía logre el objetivo de recuperar las cosas o apresar a los culpables. Hay una sensación de que una vez robado, el robo quedó, eso ya desapareció. Alguna gente dice que la culpa no es de la Policía, que se esfuerza, sino que son los jueces penales los que tienen la culpa, porque la Policía detiene a los delincuentes y los jueces los largan. Básicamente no hay confianza. Porque lo que quiere la gente, sobre todo cuando hay robo de bienes, es que le devuelvan el bien”.
La inseguridad posee, además, otros aspectos negativos como pueden ser los daños a la salud mental y la retracción de la vida social comunitaria, realidad que muchas veces desemboca en situaciones de depresión o trastornos mentales diversos. A este respecto, la psicóloga chilena Claudia Cruzat expresa que “es factible pensar que una mayor sensación de inseguridad puede llevarnos a perder nuestros espacios de barrio, desconfiar de quien está al lado, y replegarnos hacia nuestras propias individualidades. También es posible pensar que el replegarnos hacia adentro nos pueda llevar a desconfiar aún más de las personas que tenemos cerca, aumentando la sensación de inseguridad y armando una bola de nieve o un círculo vicioso, ya que comenzamos a desarmar el mismo tejido social que nos hace sentir protegidos y protegidas. (…) Si volvemos a la idea de que las personas nos sentimos más seguras cuando estamos en territorios conocidos, habitables y familiares, es importante notar que estas características no vienen dadas, sino que son generadas. Generadas por condiciones básicas de seguridad que nos permitan salir para encontrarnos. También generadas por la voluntad de las personas de ayudarse mutuamente, de ser solícitos y tratarnos bien unos a otros, incluso ante momentos de estrés, intentando ganar, aunque sea un poquito, un sentido de existir en un espacio común: de comunidad. En esto podemos participar todas y todos, ya que para problemas complejos de esta envergadura se requiere de respuestas colectivas. Hoy es tiempo de volver a aportar en el diseño de una renovada ‘vida de barrio’”.
Queda claro que la seguridad pública es un tema que toca diversos aspectos de la existencia humana ya sea laboral, afectiva, económica y la propia libertad de movimiento, así como la salud mental. En materia de delitos y estadísticas “no están todos los que son, pero son todos los que están” y muchas rapiñas, hurtos e incluso lesiones o asesinatos que forman parte de los “ajustes de cuentas” no están siendo registrados por el sistema. Por todo ello, el Ministerio del Interior debe reformular, mejorar y profundizar los mecanismos para que los ciudadanos que hayan sido víctimas de un delito vuelvan a creer en que vale la pena realizar la denuncia.
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