Europa en su peor hora

El pasado mes de febrero, el escritor español Arturo Pérez Reverte escribía lo siguiente: “la Europa de finales del siglo XIX dominó el mundo, por todo el morro. Su poder financiero, sus técnicas industriales, sus ideas modernas habían llegado a colonizar la tierra entera. Todo Cristo en América, Asia, África y Oceanía (…) anhelaba imitar las tendencias impuestas por el Viejo Continente en economía, política y cultura”. Un siglo y poco más tarde, la situación de Europa es muy distinta: hoy es un continente sin rumbo, incapaz de asumir en forma conjunta los desafíos que se le presentan. Año tras año, Europa ha perdido su poderío militar, económico, tecnológico y político, y se parece cada vez más a un destino turístico de renombre, una suerte de museo a cielo abierto. Lentamente se vuelve realidad una frase que la excanciller Angela Merkel pronunció hace algunos años, cuando reconoció que “Europa no es ahora mismo una tierra de futuro para los jóvenes”.
Hoy Europa enfrenta varios problemas que cuestionan la propia viabilidad de la Unión Europea como un espacio de coordinación y crecimiento político, económico y social que asegure el bienestar de sus ciudadanos en el corto y mediano plazo. El primero de ellos es la invasión de Rusia a Ucrania, la cual ha puesto a prueba la tan pregonada solidaridad de Europa e incluso la existencia y financiamiento de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) a la cual Estados Unidos (su principal fuente de ingreso) ha amenazado con un dramático recorte de fondos. Las perspectivas no son buenas, en parte porque Estados Unidos ha informado a sus aliados que, entre otras medidas, detendrá su participación en la planificación de los próximos ejercicios militares en Europa. Esto tendrá como objetivo reducir el gasto militar en Europa, priorizando en cambio la región del Indo-Pacífico.
Temerosos de que OTAN termine siendo una organización desfinanciada, los países europeos han comenzado a reformular sus presupuestos nacionales para aumentar los gastos militares ante la incertidumbre de quién será el próximo país invadido una vez que Rusia aniquile a Ucrania. El segundo problema es la sustentación del sistema de seguridad social de los diferentes países, lo que aumenta sus déficits fiscales y crea tensiones por temas tales como el retraso de la edad para jubilarse o la reducción de los montos jubilatorios percibidos por los beneficiarios. El tercer problema es el de la migración, que ha transformado completamente la demografía de países como Reino Unido, Francia, Bélgica, Italia o España, sobrecargando los servicios públicos prestados por el Estado (educación, salud, seguridad) y generado una tensión cultural como la prohibición del uso de velos y prendas que ocultan el rostro en espacios públicos y en las escuelas de Francia, así como el uso de prendas que manifiesten una pertenencia religiosa en las escuelas públicas. Un cuarto problema es el terrorismo islámico que opera a través de “lobos solitarios” mediante ataques con armas blancas o de fuego e incluso con vehículos que atropellan inocentes en los lugares donde se congregan multitudes, situación que se complejiza aún más precisamente por la alta inmigración, por cuanto los musulmanes hoy son millones y han alcanzado altos niveles en los gobiernos. Finalmente, el avance de la ultraderecha en diversos países de la Unión (con sus discursos ultranacionalistas y euroescépticos) marca un escenario de enfrentamiento que no permite lograr grandes acuerdos políticos tan necesarios en situaciones adversas. Sin lugar a duda es el peor escenario europeo desde el final de la Segunda Guerra Mundial.
Uno tras otro, los países europeos se preparan para una eventual guerra, temerosos de que el sueño de Putin de reconstruir una “gran Rusia” (cuyo territorio, curiosamente, se asemeja al que ocupaba la Unión Soviética) se haga realidad. Las recientes declaraciones del primer ministro de Polonia, Donald Tusk, anunciando el entrenamiento militar obligatorio para todos los hombres adultos “ante la crisis de seguridad en Europa”, así como la expansión del ejercito de 200.000 a 500.000 soldados y dejar abierta la posibilidad de desarrollar armas nucleares deja en claro el temor que general el presidente ruso y como en mayor o medida los países europeos se preguntan si ellos no serán las próximas víctimas de este nuevo empuje del tradicional expansionismo ruso.
Así las cosas, Europa se prepara para impulsar el mayor gasto en material bélico desde la Segunda Guerra Mundial. De acuerdo con medios españoles, Donald Tusk ha expresado que “Los líderes avalan el plan de rearme impulsado recientemente por la presidenta de la Unión Europea, Ursula von der Leyen y que pretende movilizar la friolera de 800.000 millones de euros para aupar a la industria bélica en la próxima década. La ocasión que más cerca se estuvo de esta cuantía fue con el plan de recuperación post-pandemia. ‘No cabe duda de que la guerra en Ucrania, el nuevo enfoque de la administración estadounidense hacia Europa y, sobre todo, la carrera armamentista iniciada por Rusia plantea desafíos completamente nuevos para nosotros. Y Europa debe aceptar este desafío, esta carrera armamentista. Y debe ganarla (…) Esa es también la única manera de evitar un conflicto de mayor escala’”. El problema es que Europa se distrajo durante mucho tiempo tratando de seguir los lineamientos de la Agenda 2030, altamente contaminadas con políticas woke, viviendo un mundo de fantasía donde todo sería color de rosa y arcoíris para siempre. Hoy la realidad le explotó en la cara cuando un imprevisible Donald Trump les soltó la mano, y se dieron cuenta que sin la espalda de EE. UU. Europa es incapaz siquiera de defenderse.
El pasado 5 de marzo el presidente de Francia Emmanuel Macron sostuvo que “Nuestra prosperidad se ha vuelto más incierta”, “estamos entrando en una nueva era” y “tendremos que hacer nuevas elecciones presupuestarias e inversiones adicionales” para lo cual “serán necesarias reformas, elecciones y coraje”. (…) A esto se le suman las declaraciones del primer ministro François Bayrou quien sostuvo que “construir una defensa europea nos obligará a reflexionar sobre nuestro modelo y nuestras prioridades” y el exministro de Finanzas Bruno Le Maire quién advirtió que “habrá que redefinir un mejor equilibrio entre un Estado de bienestar y un Estado de poder”. Para Macron, a modo de ejemplo, habrá que inspirarse en el “modelo danés” y su jubilación a los 70 años. Macron sintetizó en una frase los duros tiempos que deberá afrontar Francia, pero también el resto de los países europeos: “La patria necesita de ustedes, de su compromiso”.
En este contexto, la decisión de Donald Trump de cortar el acceso de Ucrania al apoyo satelital y de inteligencia estadounidense (dejando a las fuerzas ucranianas en una posición de desventaja) tuvo su inmediata consecuencia: en las últimas horas las fuerzas rusas y norcoreanas tomaron por asalto Sudzha mientras que Rusia atacó anoche la ciudad de Dobropillya con un ataque denominado “double-tap” que consiste en bombardear, esperar unos minutos a que lleguen los servicios de emergencia y volver a bombardear. Esa es la idea de Putin para construir un proceso de paz. La masacre fue propiciada por el propio Trump, ahora jugando para Rusia, que de de un día para otro dejó ciego a Ukrania, cortándole el acceso a los satélites que permitían conocer los movimientos de los rusos y evitar este tipo de emboscadas. La catástrofe de ayer dejó en evidencia además que militarmente Europa sin la tecnología e inteligencia norteamericana es poco más que una Sudamérica bien equipada. Como ha señalado la cadena alemana de noticias Deustche Welle: “El orden internacional basado en normas, establecido después de la Segunda Guerra Mundial para promover estabilidad, libre comercio y democracia, está en riesgo. Bajo la administración Trump, Estados Unidos se ha retirado de varios acuerdos clave y esta nueva política genera preocupación. La pregunta ahora es si el orden internacional podrá sobrevivir a Trump 2.0”.