Dominique de Villepin, escritor y político francés, varias veces ministro, ha señalado en más de una ocasión que la desidia puede asociarse a la dejadez, la indolencia, el desgano, el desinterés, la holgazanería, la pasividad y la vagancia… todos elementos vinculados a la desmotivación que un individuo, e incluso un colectivo, manifiesta frente a una determinada situación.
Esta referencia a de Villepin es pertinente, pues es necesaria una reflexión acerca de esta realidad política insostenible, que exige no postergar más las decisiones fundamentales para reencaminar el futuro inmediato y el de mediano plazo. Es ineludible dar prioridad a estas definiciones, que tienen que ver con la construcción de nuevos equilibrios en los organismos multilaterales, dándoles nuevas proyecciones de colaboración tecnológica y de solidaridad integracionista.
Neologismo, ¡bro!
Muchas veces, simplifica y, al mismo tiempo, ratifica la condición de concepto novedoso el denominar al nuevo fenómeno apelando a un neologismo. Con más o menos empuje, comenzaron a hablar de “broligarquía” cada vez que se referían a un grupo reducido de empresarios del sector tecnológico estadounidense, todos ellos vinculados directamente a la administración de Donald Trump.
Otra aproximación algo más rigurosa nos llega desde el lado de la etimología, es decir, del estudio del origen de las palabras y su evolución a lo largo del tiempo. Esta disciplina se concentra en investigar y analizar cómo han cambiado las palabras en su forma y significado, proporcionando un marco para entender el desarrollo del lenguaje. La etimología, no lo olvidemos, está asociada a la filología y la lingüística histórica, y su función es determinar el origen de las palabras y la razón de su existencia.
Volviendo al tema, tengamos presente que “broligarquía” es un neologismo utilizado en referencia al grupo de grandes empresarios del sector tecnológico en Estados Unidos vinculados al Gobierno de Donald Trump. El término deriva de la abreviación de “bro” (de brother, ‘hermano’ en inglés), utilizada en la jerga juvenil para mencionar a alguien que pertenece al mismo grupo social; y la palabra “oligarquía”, que es la forma de gobierno en la que el poder lo ejercen unos pocos. En el caso del fenómeno estadounidense, la idea ha surgido para hablar de los dueños y CEOs de las principales empresas de Silicon Valley por su papel y sus cercanas relaciones con la administración Trump.
Con el auxilio de la etimología, podemos conocer el origen de una palabra, descubrir sus raíces y las transformaciones de los conceptos a los que dio lugar. También es útil para aproximarnos a la historia de la palabra y contrastar los cambios con las transformaciones que ha reflejado la historia del idioma. Una precisión más: estas transformaciones también podrían denominarse “sofisticaciones” de la lengua, y valorarlas como una contribución más intensa, tanto cualitativa como cuantitativamente. Tiene que ver con una armonización para una mejor ortografía y con sumar hacia la consolidación de un vocabulario más amplio.
En síntesis, este neologismo, “broligarquía”, en inglés “broligarchy”, comprime “bro” (de brother) con “oligarquía”, que como ya se advirtió, es el modo de gobierno ejercido por unos pocos. Los primeros en adaptar este nuevo concepto, que inicialmente se adueñaron de la creación, fueron algunos “notables” emergentes del movimiento neoreaccionario, impulsores de un nuevo sistema, liderado por un núcleo central de empresarios, a los que por estas vías se los está invitando a ser protagonistas de las decisiones políticas trascendentales que la crisis exige adoptar. La broligarquía es uno de los bandos en pugna.
Los principales beneficiarios de los beneficios fiscales, al involucrarse con esta intensidad, se transformaron rápidamente en los mayores donantes del Partido Republicano. Para financiar una batalla de estas proporciones, donde cada votante representa una oportunidad para alcanzar la victoria, se requieren muchos recursos tanto para las acciones de marketing como para cooptar la mayoría de los 270 millones de votantes aproximadamente.
Biden no ocultaba su preocupación por el surgimiento de esta broligarquía, preocupación que compartía buena parte de la alta dirección del Partido Demócrata, en particular el senador Bernie Sanders.
Sin pudor, con ostentación…
En el mundo de las ideas y los procesos políticos, la complejización y el acumulado de la base doctrinaria, de las adhesiones y el sentido de pertenencia, llevan su tiempo de maduración, de involucramiento creciente, de ir conquistando espacios, hasta generar la capacidad de sistematizar una plataforma que por iniciativa propia genere dos cuestiones: una, la agenda diaria de medios; y dos, ir dejando una estela en el camino, un trayecto.
Aquellos que fueron aportando recursos millonarios para que la oferta política fuera consolidándose también pujaban por las posiciones que se iban trabajosamente instalando. El rompecabezas electoral se disparó a partir del momento en que Trump logró dar forma a su propuesta electoral que lo llevaría a la primera presidencia. Fueron años en los que Trump intentó destruir el legado de Obama, pero la derrota del intento reeleccionista a manos de Joe Biden instaló dudas e incertidumbres sobre el futuro electoral de Trump.
Llegada la segunda oportunidad, la debilidad de los otros aspirantes republicanos y la precariedad física del presidente Biden se combinaron para asegurarle la victoria a Trump.
Con el control del aparato partidario, Trump y sus financiadores iniciaron una etapa de mayor colaboración; así, aún antes del 20 de enero, la broligarquía comenzó a gobernar. En aquel acto formal de asunción, estuvieron ubicados en primera fila los tres hombres más ricos del mundo: Elon Musk (Tesla, SpaceX o X), Jeff Bezos (fundador de Amazon) y Mark Zuckerberg (Meta). También, pero una o dos filas más atrás, estaban Sundar Pichai (CEO de Google), Tim Cook (CEO de Apple) y Shou Chew (TikTok).
Este círculo más inmediato de Trump constituye en sí mismo la definición acerca del rumbo que ha tomado Estados Unidos. No solo se han distribuido posiciones, sino que están gobernando sin asumir responsabilidades. Las ideas reaccionarias de los broligarcas ahora van a la acción decisiva, una encerrona o un conflicto severo que abra las puertas a un régimen autoritario y concentrador de poder e impunidad.
Eso es Trump. Solo espera la revancha del fracasado 20 de enero. Allí, o un poco antes, se jugará otro partido para dirimir la contradicción democracia-dictadura. Por ahora, van ganando los malos. → Leer más